Cuando la amenaza velada de un atentado no te deja vivir

INTERNACIONAL

IAN LANGSDON

De nada vale recluirse en casa ni demandar al Estado que la seguridad de la población sea absoluta

19 jul 2016 . Actualizado a las 17:02 h.

Si algo quedó claro con la matanza del jueves en Niza es que Francia está en el punto de mira de aquellos que quieren implementar el terror en toda la sociedad. Si nada fue igual tras el ataque al Charlie Hebdo, la transformación de la realidad fue aún mayor hace apenas ocho meses después de la masacre en la sala de conciertos Bataclán. La puntilla a la sociedad gala se la puso el ataque con un camión en pleno paseo de Niza, donde la gente optó por tirarse al mar para evitar su muerte.

Personas que han sido víctimas de la ferocidad terrorista, la situación que ahora les toca vivir es de intranquilidad, de una permanente amenaza velada. «Sufren estrés pretraumático», define el psicoanalista Manuel Fernández. «Se perciben -explica- como unas potenciales víctimas y piensan que son objeto del deseo de la destrucción del otro». Suelen ser personas sensibles. Otra parte de la población puede vivir lo que Fernández denomina «habituación». Cuando el terror forma parte del paisaje cotidiano. «Nos ocurría cuando ETA provocaba atentados con cientos de víctimas. Es terrible ese efecto de acostumbrarse» a sucesos sangrientos. Entonces lo próximo se empieza a percibir como algo lejano, que no le va a afectar a uno.

Miedo, congoja, tristeza

Ana Isabel Martínez Arranz, coordinadora del Grupo de Intervención Psicolóxica de Castástrofes e Emerxencias, advierte que el ataque a Niza tuvo lugar el día de la fiesta nacional, donde se defiende la libertad, la igualdad y la fraternidad. Los habitantes de la quinta ciudad más poblada del país pueden sentir en estos momentos miedo, inseguridad, nerviosismo, congoja, tristeza y dolor. Pueden no ser capaces de salir a la calle. Es una reacción normal ante una situación anormal, dice Martínez. Después, todo tiene que volver a su cauce.

Ambos profesionales entienden que los atentados utilizan el miedo de la sociedad y buscan el momento y el lugar para que sus actuaciones tengan una repercusión máxima frente al exterior. «Es necesario ?concreta Martínez Arranz? reivindicar con más ahínco la libertad porque es la fórmula de salvaguardar los derechos de las personas».

El psicoanalista precisa que este tipo de terror produce en la sociedad una serie de demandas. El otro, el Estado, tiene que ser omnipotente y garantizarnos la seguridad. Además, «nos infantilizamos como cuando éramos niños y pensábamos que mamá nos iba a curar», proyecta el experto. Pero este deseo es imposible de cumplir, sobre todo en este tipo de terrorismo, con actores que son invisibles para el propio ISIS. «Además hay un criterio fundamental en seguridad: tu vida defiende la mía. Pero el que atenta está dispuesto a perderla», afirma Manuel Fernández. La situación, dice sin dudarlo, hace despertar el racismo. En el psicoanálisis está estudiado que aparece el miedo hacia una raza, etnia o religión y surge la exigencia de su exclusión.

¿Qué se debe de hacer cuando el miedo no deja vivir? Si la angustia adquiere relevancia clínica, dice Fernández, es necesario acudir a un especialista. Si la sensación no es de tal calado, hay que intentar convivir con ella y pensar que la seguridad absoluta no es posible, y que recluirse en casa tampoco es la solución.