Rousseff promete volver tras ser destituida

R. P. REDACCIÓN / LA VOZ

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Se despide como presidenta de Brasil, pero podrá seguir en política al no ser inhabilitada

01 sep 2016 . Actualizado a las 08:42 h.

La sentencia de Dilma Rousseff hace tiempo que estaba escrita. Pero ayer se concretó con el sí del Senado a su destitución, fallo que pone un dramático fin a trece años de gobiernos de izquierda en Brasil. Deja de ser presidenta, pero ha logrado librarse de la pena accesoria de inhabilitación, lo que podrá seguir en política. «Salgo de la presidencia como entré, sin haber cometido ningún acto ilícito», fue su primer mensaje de despedida como mandataria. «Volveremos, volveremos», prometió.

Fue destituida por 61 votos a favor (entre ellos el del expresidente Fernando Collor de Mello, que hace 24 años renunció antes de otro juicio político) y 20 en contra. Bastante más de los 54 votos (dos tercios de los 81 senadores) que se necesitaban. Sin embargo, el Senado rechazó en una segunda votación la propuesta de que la exguerrillera de 68 años quedara inhabilitada para ejercer cargos públicos durante los próximos ocho años. 42 senadores se inclinaron por inhabilitarla, 36 votaron a favor de mantenerle los derechos y tres se abstuvieron. Antes de la votación, el presidente del Tribunal Supremo, Ricardo Lewandowski, había advertido de que si era inhabilitada, no podría ni trabajar «en el merendero en una escuela pública». Al no serlo, conserva los beneficios garantizados a los exjefes de Estado.

La votación de la destitución y de la inhabilitación se realizó por separado a petición de última hora del Partido de los Trabajadores (PT), que fue aceptada por el presidente del Supremo, que presidió el juicio político.

Un final trágico para la primera mujer que llegó a la presidencia de Brasil, suspendida en mayo tras ser acusada de maquillar el déficit público para esconder el caos económico, algo habitual en todos los anteriores Gobiernos.

«¡Canallas, canallas, canallas!», gritó el senador Linderbergh Farias, del PT. «Canallas son aquellos que llevaron a Brasil a una situación crítica, en el terreno económico y social», le respondió Ronaldo Caiado, del Partido Demócrata. En la calle se mezclaban los lágrimas de los seguidores de la defenestrada presidentes, y los vítores de sus detractores.

Lejos quedan los días del milagro socioeconómico que inició Lula da Silva, padrino político de Rousseff, que sacó a 29 millones de personas de la pobreza y al país del mapa de hambre de la ONU. La crisis económico y política se entrelazó con un fraude de más de 2.000 millones de dólares en la estatal Petrobras.

Temer asume el cargo

Su enemigo político y presidente interino, Michel Temer asumió ayer definitivamente el cargo hasta el fin del mandato para el que fue elegida Rousseff, que vence el 1 de enero del 2019. Juró su cargo y decretó el fin del Brasil «bolivariano», antes de viajar a la cumbre del G20 en China.

A Temer le durarán poco las ganas de celebrar. Con el desempleo en niveles récord (más de 11 millones de personas), la inflación galopante y un gigantesco déficit fiscal, la economía brasileña se contraerá un 3,16 % este año, según los datos revelados ayer por el Banco Central, que revisó al alza sus previsiones. También necesitará de gran habilidad para hacer alianzas en el fragmentado Parlamento, mientras carga con la sombra de «usurpador» al llegar al cargo sin pasar por la urnas. Muchos atisban que habrá elecciones anticipadas para superar la crisis política.

«Condenaron a una inocente y consumaron un golpe de Estado parlamentario», afirmó ante la prensa una Dilma emocionada pero que no derramó ni una lágrima, antes de dejar claro que va a recurrir el impeachment «en todas las instancias posibles». «Piensan que nos han vencido, pero están equivocados. Lucharemos. Seremos la oposición más firme», prometió.