Elogio de la frisona

INTERNACIONAL

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Turquía deporta cuarenta vacas frisonas como parte de su enfrentamiento diplomático con Holanda sin reparar en que el paralelismo que establece entre el ministro y un buey se puede prestar a chistes

19 mar 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Habrá quien diga que el tema recurrente en las noticias es la corrupción política. Yo, en cambio, el que veo que aparece una y otra vez es el de las vacas. Recientemente despuntaba la cuestión de sus nombres y de cómo ahora a algunas no las bautizan. Antes había arreciado aquel debate académico -que también tratamos aquí- acerca de si las vacas mugían en diferentes dialectos regionales. Y ahora viene Turquía y deporta a cuarenta vacas frisonas como parte de su enfrentamiento diplomático con Holanda.

Como se sabe, Erdogan ha convocado un referendo para que le elijan democráticamente dictador y Holanda le prohibió la entrada en el país a un ministro que iba a promoverlo entre la comunidad turca de Holanda. Y ahora Turquía expulsa de su territorio a las vacas holandesas en represalia, quizá sin reparar en que el paralelismo que establece entre el ministro y un buey se puede prestar a chistes.

No ha sido el Gobierno turco el que ha cancelado el visado de las vacas sino la Asociación Turca de Carnes Rojas, pero su boicot es producto de un estado de opinión alentado por Erdogan, cuyo Gobierno se parece cada vez más a un régimen; un régimen que ahora excluye los productos lácteos. Empezó persiguiendo periodistas y ahora sospecha hasta de los rumiantes.

Pienso en los incidentes diplomáticos en los que se han visto envueltos animales. Muchos, luego, han acabado mal. Así, a bote pronto, está la Guerra del Cerdo, que enfrentó a Estados Unidos y Gran Bretaña a mediados del siglo XIX, cuando un ciudadano norteamericano mató en la frontera con el Canadá a un gorrino de su majestad. Está la conocida como Guerra de la Vaca Mormona -el nombre se refiere a la propiedad de la vaca, no necesariamente a sus creencias-, que degeneró en las sangrientas contiendas siux. Grecia y Bulgaria se enfrentaron en 1925 en la llamada Guerra del Perro Perdido, que estalló cuando el chucho de un soldado griego cruzó ilegalmente la frontera. Está la Gran Guerra de los Emúes en Australia,  la Guerra de Dahis y Ghabra, dos camellos que desencadenaron un conflicto que asoló Arabia durante más de cuarenta años… Todavía hace unos diez años se produjo un incómodo incidente diplomático entre Austria e Italia, cuando las autoridades austríacas abatieron en su territorio a un oso que resultó ser ciudadano italiano y residente de un parque natural del Trentino.

Comparada con esos conflictos, que en algunos casos provocaron muertes, la deportación de las vacas holandesas puede parecer poca cosa. Pero la discriminación de una vaca en razón de su origen es una deriva inconsciente que dice mucho de Erdogan; además de ser un prejuicio desinformado, como tantas xenofobias, porque la vaca holandesa no es en realidad holandesa sino una especie mestiza de muchas procedencias: de la Frisia histórica, del Holstein alemán y danés…

Es mucha vaca, la frisona. Probablemente era frisona Audhumla, la Gran Vaca Cósmica que en la mitología nórdica crea al ser humano a base de lamer el hielo que cubre el mundo primigenio. Es una frisona la que ostenta el récord mundial de producción lechera. Una frisona, Pauline, tuvo el título de vaca presidencial en Estados Unidos en tiempos de Taft. Una frisona acaparaba la portada del Atom Heart Mother, el histórico quinto álbum de Pink Floyd. Y si uno ha de juzgar por Ben-Hur, la versión clásica, hasta el niño Jesús se crio, como tantos de nosotros, con leche de vaca frisona. No va a ser fácil para Erdogan convertir a esta vaca en chivo, menos aún en chivo expiatorio.