Elecciones francesas: Europa se juega hoy su futuro en Francia

Alexandra F. Coego / Mariluz Ferreiro

INTERNACIONAL

La jornada electoral ha comenzado sin incidentes salvo el protagonizado por cinco activistas de Femen que colgaron una pancarta de protesta ante el colegio electoral donde ha votado Marine Le Pen. El otro candidato, Emmanuel Macron, también ha acudido ya a votar

07 may 2017 . Actualizado a las 17:07 h.

Unos 47,5 millones de electores están citados este domingo a ir a las urnas para elegir al sucesor del socialista François Hollande. Por primera vez en la segunda vuelta de las presidenciales no hay ningún representante de las grandes formaciones de derecha e izquierda que se han alternado en el poder. La jornada abre una nueva era llena de incertidumbre y sienta las bases de una recomposición del mapa político con el país dividido en dos bloques: el europeísta progresista de Emmanuel Macron y la eurófoba reaccionaria de Marine Le Pen.

El pronóstico unánime de la decena de empresas demoscópicas que sondean la opinión pública apunta a una victoria por amplio margen de Macron. Una de las grandes incógnitas es la tasa de abstención, que podría alcanzar el 30 %. Y las dudas crecen con el balance de la participación a las 17 horas, con un acusado descenso respecto a los comicios del 2012. A primera hora de la tarde, el balance es que el 65,30 % de los votantes pasaron por urnas, frente al 71,96 % de las últimas elecciones, y al 69,42 % que lo hicieron en la primera vuelta.

La participación se había mantenido por debajo también al mediodía, pero con una caída moderada, el 28,23 %,  prácticamente la misma cifra que la registrada a esa misma hora en la primera ronda, que fue del 28,54 %, según informó el Ministerio del Interior.  En la segunda ronda del 2007 a las 12.00 horas ya habían votado el 34,1 % de los electores, mientras que en el 2012 la participación ascendía al 30,6 %. Una alta participación podría beneficiar una cómoda victoria de Macron, según los análisis previos.

Las derrotas del líder de la izquierda antiliberal Jean-Luc Mélenchon y del conservador François Fillon en la primera vuelta dejaron un sabor amargo a sus votantes, algunos de los cuales rechazan tener que elegir «entre la peste y el cólera». Macron encabezó la primera ronda el 23 de abril con un 24,1% de los votos, seguido de Le Pen que obtuvo el 21,30%. Los resultados revelaron un país fracturado, en donde las grandes ciudades votaron por Macron, mientras que Le Pen obtuvo sus mejores resultados en zonas rurales y en las más afectadas por el desempleo.

Jornada electoral sin incidencias graves

La jornada electoral ha comenzado en Francia sin incidentes graves. Los dos candidatos han votado ya en sus correspondientes colegios electorales, al igual que François Hollande, 

El más madrugador ha sido Emmanuel Macron, que ha acudido a votar a la localidad de Le Touquet, en el noroeste del país, en medio de una gran expectación popular y mediática, según la agencia EFE. Acompañado de su esposa Brigitte, abandonó el domicilio familiar en esa turística localidad para dirigirse al Ayuntamiento, donde depositó su voto un cuarto de hora más tarde. 

Por su parte, la candidata ultraderechista en las elecciones presidenciales francesas, Marine Le Pen, depositó su voto para la segunda vuelta de los comicios en su feudo electoral de Hénin-Beaumont, en el norte de Francia. Con apariencia seria y ante un buen número de periodistas, Le Pen, a quien las encuestas dan como derrotada, acudió a sufragar acompañada por el alcalde de la ciudad, Steeve Briois. Minutos antes activistas de Femen habían desplegado una gran pancarta en las cercanías del colegio electoral con el lema «Marine en el poder, Marianne desesperada», haciendo referencia a Marianne, símbolo de la República francesa. 

El presidente francés, François Hollande, votó este domingo, por última vez como jefe del Estado, en su feudo electoral de Tulle, en el departamento de Corrèze, en unos comicios marcados por su renuncia a presentarse a su reelección. Un distendido Hollande depositó su voto en un colegio electoral de la localidad de la que fue alcalde entre el 2011 y el 2008, y donde sigue contando con un fuerte arraigo popular.

La Policía francesa ha evacuado al mediodía la explanada frente al Museo del Louvre, donde el socioliberal Emmanuel Macron celebrará esta noche la velada para recibir los resultados de la segunda vuelta de las presidenciales, informaron la campaña del candidato y fuentes de seguridad. Un portavoz de la Prefectura de Policía explicó a Efe que se trata de una «verificación» por la que se ha establecido un perímetro de seguridad, pero que «no hay nada alarmante».

Fuentes de la campaña de Macron señalaron a Efe que el desalojo se produjo cuando los perros de la policía adiestrados para buscar explosivos detectaron «bolsos sospechosos» dentro del control rutinario de seguridad que estaban realizando. «Como medida de precaución, se ha decidido evacuar a todo el mundo en la sala de prensa y en parte de la Explanada, dentro del importante despliegue de seguridad previsto para hoy», informó la portavoz.

Miedo a que Le Pen de la sorpresa

Pese a que Marine Le Pen no ha dejado de hundirse cada vez más en los sondeos y de que sus opciones de reemplazar a François Hollande en el Elíseo son remotas, el miedo a que finalmente los pronósticos se equivoquen no ha desaparecido del todo en Francia. El país ha visto surgir, en los últimos meses, un subgénero periodístico que roza lo distópico para ilustrar las consecuencias que tendría el ahora ya menos probable triunfo. No sin motivo.

La ultraderechista lo ha martilleado a lo largo de toda la campaña: quiere que el saldo migratorio neto de Francia baje de las 200.000 personas actuales a 10.000. Para ello, las medidas que tomaría de inmediato serían la suspensión del derecho al reagrupamiento familiar, la revocación del Acuerdo de Schengen para restablecer las fronteras nacionales y reducir al mínimo las aceptaciones de demandas de asilo. Con ello, espera ahorrar unos 8.000 millones al año. Paradójicamente estas medidas convertirían al país, considerado hasta ahora como «la patria de los derechos humanos», en el blanco del tribunal europeo que se ocupa del tema, ya que, para llegar a su objetivo de 10.000 inmigrantes, Le Pen aceptaría menos de la mitad de los refugiados que recibe actualmente Francia (19.506 en el 2016, un 24 % del total). 

La líder eurófoba también ha insistido en que su primer viaje oficial tendría como destino Bruselas y como objetivo renegociar los tratados europeos para salir del euro. En caso de que las negociaciones fracasaran, lo cual sería lo más probable ya que ningún otro miembro propone la vuelta a la moneda nacional, Le Pen organizaría un referendo para salir de la divisa común y de la UE. Si bien no ha especificado plazos, en el debate del jueves insistió en que lo hará «lo antes posible». La sexta economía mundial, de 2,4 trillones de euros, regresaría entonces al franco, una medida que el Banco de Francia ha criticado ferozmente por amenazar con hundir el país en una profunda recesión. Aunque los mercados se recuperaron rápido de la elección de Trump y del brexit, ningún país ha salido del euro todavía y las consecuencias son tan impredecibles como potencialmente devastadoras. La propuesta ha llevado a expertos como el premio nobel de economía, Jean Tirole, a pronosticar que se produciría una fuga de capitales. Además, los 400.000 trabajadores europeos en Francia costarían muy caros: los contratos a extranjeros estarían sujetos a un impuesto suplementario.

El incómodo silencio de la Iglesia católica

La Iglesia católica mantiene un silencio incómodo sobre las presidenciales francesas. Judíos, musulmanes y protestantes se han unido contra el Frente Nacional: «Llamamos a votar a Emmanuel Macron». François Clavairoly, presidente de la Federación protestante francesa, Anouar Kbibech, presidente del Consejo francés del Culto Musulmán, y Haïm Korsia, gran rabino de Francia, reconocieron que, teóricamente, se les supone «neutralidad política», pero dijeron que, ante todo, «son ciudadanos responsables» y que «nada es superior a la paz». Las autoridades católicas, ortodoxas y budistas no firmaron el documento.

En el 2012, cuando Jean-Marie Le Pen llegó al pulso final por la presidencia con Jacques Chirac, Olivier de Berranger, obispo de Saint-Denis, dijo: «Ningún católico puede votar a Le Pen, heredero de una tradición totalitaria y anticristiana». Hoy, incluso el diario cristiano Le Croix critica el silencio oficial. Un 24 % de los practicantes respaldaron a Le Pen en las regionales de diciembre. En la primera vuelta de las presidenciales se decantaron por el candidato de Los Republicanos, François Fillon. Le Figaró publicó una encuesta que indica que Fillon era el preferido por el 46 % de los practicantes y el 25 % de los no practicantes. Y los últimos sondeos señalan que un buen porcentaje de fillonistas se debaten entre las abstención, el voto en blanco y el FN.

Macron, que defiende la existencia de distintos tipos de familias y que corteja sin complejos a creyentes de otras religiones, no encaja en sus esquemas. Marine Le Pen lo intenta, caminando por el alambre, porque también quiere templar su imagen (de ahí el guiño a los homosexuales en el debate). Ha prometido el cargo de primer ministro a Nicolas Dupont-Aignan, de Debout la France, que cuenta con el apoyo de católicos tradicionalistas.

El ultraconservador Philippe de Villiers, secretario de Estado con Chirac, pidió el voto para el FN en la primera vuelta. Y Christine Boutin, ministra con Nicolas Sarkozy, proclama: «Por una cuestión de valores, contra Macron, yo votaré a Le Pen». Hay un sector duro al que se le queda corto el discurso maquillado de Marine, pero para eso está Marion Maréchal-Le Pen, guardiana de las esencias, que llegó a ser invitada por la diócesis de Fréjus-Toulon a un curso de verano. Philippe Portier, sociólogo experto en religiones, habla en Libération de «una recomposición de la militancia católica».