Theresa May, la dama del «brexit»

Rosa Paíno
Rosa Paíno REDACCIÓN / LA VOZ

INTERNACIONAL

Pilar Canicoba

Así es la política seria y autoritaria que aspira a ganar legitimidad. Su gran mantra es el control de la inmigración

09 jun 2017 . Actualizado a las 08:34 h.

Ni carismática ni cercana. Ninguno de esos adjetivos pueden aplicarse a Theresa May (1956). Sí astuta, seria, trabajadora, autoritaria y «extremadamente difícil» -según uno de sus colegas tories-, que rehúye el contacto directo con el ciudadano. También el cara a cara con sus rivales. «Que los políticos se peleen entre sí no ayuda en nada al proceso electoral», afirmó despectivamente al rehusar debatir en televisión.

Nada se le ha escapado en su larga carrera política. Su baza más inteligente la jugó cuando en el referendo sobre el brexit apostó por apoyar tímidamente la permanencia en la UE pese a su euroescepticismo. Tras el triunfo del out, May maniobró y terminó siendo la mejor opción del Partido Conservador para sustituir a David Cameron, derrotando a rivales que parecían mejor posicionados.

Como segunda mujer que se instala en el número 10 de Downing Street, May busca emular a Margaret Thatcher como la nueva dama de hierro del brexit. Pero muchos dudan que tenga la talla política de su antecesora. En lo personal, tiene más puntos en común con Angela Merkel: ambas son hijas de pastores protestantes, se criaron en un hogar modesto, conservadoras, pragmáticas, casadas y sin hijos.

May se sitúa en el ala más a la derecha del conservadurismo, su gran mantra es el control de la inmigración y su intervencionismo económico rompe los preceptos de la derecha. Uno de los reproches más repetido es que siempre negó que fuera a adelantar las elecciones. El propósito que esgrimió era ganar legitimidad y, sobre todo, aumentar la mayoría absoluta para lograr un mandato firme de cara a la tortuosa negociación del brexit duro. Era el momento justo, con el Partido Laborista enfrascado en su contestación interna a Jeremy Corbyn y a veinte puntos de distancia. 

Pero esa ventaja se ha esfumado tras la campaña electoral. No tanto por los aciertos de Corbyn, sino más bien por los errores de May. Su eslogan de campaña «un liderazgo fuerte y estable», se fue al traste cuando dio a conocer que su programa incluía el llamado «impuesto de la demencia», que tendrían que pagar por sus cuidados todos aquellos enfermos que tengan bienes por valor de más de 100.000 libras (114.000 euros), incluida la vivienda habitual. Tampoco ayudó la bronca que recibió de una ciudadana por los recortes de las ayudas sociales en uno de sus escasos actos de campaña en un mercado.

La afición por la moda de esta mujer esbelta de 60 años es bien conocida por la prensa británica, que recuerda en todos sus perfiles que una vez dijo que si tuviera que llevarse un objeto de lujo a una isla desierta «sería un número de Vogue». También su obsesión por los zapatos, sobre todo los llamativos. Como el estampado de leopardo que publicó en portada The Sun cuando se convirtió en la nueva líder de los conservadores, o la de dibujos de labios rojos que llevó al primer Consejo de Europa tras el brexit. Un armario al servicio de una mujer con personalidad que nunca cede.