Portugal desmiente ahora la caída del avión y atribuye la confusión a una explosión de gas

Juan Capeáns / Carlos Ponce LA VOZ EN PEDRÓGÃO GRANDE

INTERNACIONAL

Marcos Míguez

Protección Civil había confirmado a primera hora de la tarde el siniestro de la aeronave, sin precisar su nacionalidad. Las llamas han obligado a evacuar 40 aldeas en los municipios de Pedrógão Grande y Góis

20 jun 2017 . Actualizado a las 20:27 h.

Después de tres días de intensa lucha contra las llamas, y mientras el incendio desatado el sábado aún continúa activo en los distritos de Leiria y Coimbra, Portugal amaneció este martes con la perspectiva optimista de que en las últimas horas el 70 % de las llamas habían sido controladas. Las malas noticias llegaron pasadas las seis de la tarde, cuando la prensa portuguesa comenzó a informar de la caída de un avión de extinción de incendios Canadair. Sin embargo, después de dos horas de confusión en torno a la nacionalidad de la aeronave, Protección Civil de Portugal, que había confirmado la caída, desmintió el accidente y atribuyó a la explosión de una bombona de gas abandonada en una caravana el posible origen de las informaciones. Tras difundirse la noticia sobre el accidente, profesionales desplazados en la zona aseguraron haber oído momentos antes un «enorme estruendo», que el comandante Vítor Vaz Pinto apunta como posible causa del error en las informaciones oficiales difundidas. El propio Ejército del Aire español llegó a confirmar a través de Twitter que el avión que se creía siniestrado no era español.

Sobre la evolución del fuego, el propio Vaz Pinto había asegurado a primera hora que durante la noche se extinguió «uno de los dos puntos calientes» del incendio y «esperamos que a final de esta mañana se extinga el otro». Pese a las buenas perspectivas de la mañana, la situación en el centro del país luso se complica por momentos. La principal amenaza se sitúa ahora en Góis (distrito de Coimbra), municipio situado a 40 kilómetros al norte de Pedrógão Grande (distrito de Leiria) y adonde se ha extendido el pavoroso incendio desatado el sábado. En este término municipal se han evacuado 27 aldeas, y 13 al este de Pedrógão Grande.

Una de ellas es la aldea de Cadafaz, donde residen casi dos centenares de personas. Otras poblaciones ya fueron desalojadas durante la noche «por precaución». 

Según Protección Civil, unos 712 efectivos terrestres se encuentran en el lugar, entre ellos un grupo de bomberos españoles enviados a la zona para ayudar en las tareas de extinción.

Las condiciones meteorológicas no son favorables por el viento y las altas temperaturas, que en algunos lugares alcanzan los 43 grados centígrados.

El comandante al mando del dispositivo subraya que los medios de combate no son suficientes para combatir el incendio. La situación, además, se complica al fallar el sistema de comunicaciones de Protección Civil.

El presidente de Portugal, Marcelo Rebelo de Sousa, en el hospital de Coimbra
El presidente de Portugal, Marcelo Rebelo de Sousa, en el hospital de Coimbra Juan Capeáns

El presidente de Portugal, Marcelo Rebelo de Sousa, ha admitido que a pesar de que la situación estaba controlada, ahora vuelve a estar «complicada» en Góis. 

La ministra de Administración Interna de Portugal, Constança Urbano de Sousa, ya avanzaba también esta mañana que, pese a los avances registrados durante la noche «no hay que bajar la guardia». «Todo esto es muy volátil, ya que el incendio puede estar dominado y, de repente, los vientos cambian», añadió la ministra que se encuentra en el lugar de la tragedia desde el sábado.

Dos muertos más

El número de víctimas mortales subió en las últimas horas a 64 al perecer ayer tarde un bombero que permanecía ingresado en estado muy grave en un hospital de Coímbra, donde un buen número de heridos tratan de recuperarse, en la mayoría de los casos, de intoxicaciones y quemaduras. Se trata de Gonçalo Conceição, de 40 años, bombero en Castanheira de Pêra, que es precisamente el lugar al que se dirigieron las primeras unidades que consiguieron acceder a las aldeas afectadas. También apareció un cadáver en Pobrais.

El presidente de Portugal, Marcelo Rebelo de Sousa, ha visitado esta mañana a parte de los heridos que permanecen en el Hospital Universitario de Coimbra, desde donde ha alabado a los bomberos de Castanheira de Pêra, que siguen trabajando en los distintos frentes del incendio.  

El director del hospital luso, Fernando Regateiro, ha subrayado en declaraciones a La Voz que el servicio de emergencias del centro estaba preparado para responder a una catástrofe. Regateiro aclara, además, que de entre los heridos que permanecen en las instalaciones, cuatro están graves. «O pronóstico é reservado», subraya.

Mientras tanto, prosigue la identificación de las víctimas, tarea en la que trabaja sin descanso un equipo de forenses, y se multiplican las críticas a la gestión de la tragedia.

Falta de apoyo psicológico

Una situación incomprensible, y que ha generado muchas críticas, ha sido la falta de apoyo a los familiares de las víctimas. A las cuatro de la tarde del domingo, vecinos de Pobrais o de Nodeirinho, aldeas que suman 22 muertos, no habían recibido ningún tipo de respaldo por parte de los servicios de emergencias. Ayer, lunes, sí se activó un dispositivo de atención. Una treintena de técnicos repartidos por diferentes zonas de la comarca lusa de Pedrógão ofrecían apoyo psicosocial a los afectados, tras la habilitación de seis puestos de proximidad en las zonas más afectadas por las llamas.

Se trataba de dar aliento a las familias que perdieron algún ser querido y de prestar servicios a los que se habían quedado sin casa en la que dormir, aunque al tratarse de una tragedia muy concentrada geográficamente los más afectados han encontrado la ayuda de familiares y amigos de los núcleos más urbanizados del distrito de Leiria, que se salvaron de las llamas. La solidaridad bienintencionada de los habitantes también desbordó a los bomberos y a los voluntarios de protección civil, que al poco tiempo de montar el primer centro de coordinación en Pedrógão Grande completaron las necesidades de alimentación y bebida de todos los operarios que estaban trabajando. Buena parte de estos recursos se trasladaron en el día de ayer al puesto de Protección Civil que se apostó en Avelar, hacia donde avanzaba el incendio en las últimas horas.

La reacción oficial, posiblemente desproporcionada una vez se conoció las dimensiones de la tragedia, provocó que en el centro de acogida para los afectados de Figueiró dos Vinhos hubiera unos cuarenta voluntarios de la Cruz Roja y tan solo una persona atendida. Los alcaldes de las principales localidades, que alertaron desde el primer momento de la gravedad de la situación, llevan dos días frenéticos con una agenda que combina la atención a los vecinos más necesitados y las visitas de la élite política portuguesa.

Aislados

Las fantasmagóricas carreteras principales y secundarias de Pedrógão Grande quedaron completamente abiertas al tráfico desde el lunes por la mañana, pero por ellas solo circulaban los vehículos de emergencias, los de reposición de servicios y los de los medios de comunicación en busca de más historias impactantes que no cuesta encontrar. La mayoría de las casas siguen sin teléfono y sin electricidad, y las que dependen de bombas tampoco cuentan con agua. En otras sí van recuperando alguna comodidad, que aprovechan para tratar de recuperar una normalidad que tardarán años en encontrar.

MIGUEL VIDAL | reuters

El agotamiento y la desorganización hacen mella en los bomberos lusos

Si el fuego de Pedrógão Grande empezó pasadas las dos de la tarde del sábado y se dio por controlado en las zonas habitadas a primera hora del domingo, es fácil darse cuenta de la inusitada velocidad de las llamas, que abarcaron miles de metros cuadrados del distrito de Leiria. Esa capacidad indescriptible de avance es «lo nunca visto» para los cerca de dos mil profesionales que ya están trabajando en la zona.

No es que la catástrofe cogiese con el pie cambiado a los equipos de emergencia portugueses. Su problema fue que, cuando el rayo prendió supuestamente la mecha del siniestro incendiario más grave de Portugal, la gran mayoría de ellos estaban trabajando en otros frentes más ordinarios.

La falta de organización en el traslado hacia la zona de Pedrógão, el cansancio humano y el agotamiento de los recursos complicaron la decisión más compleja: ¿por dónde empezar?

Esta dificultad la admiten los profesionales que van llegando a Pedrógão Grande desde todos los rincones del país. «Los bomberos de la zona tuvieron grandes problemas de organización debido al comportamiento del incendio y a su evolución», reconoce el jefe de bomberos del distrito de Santa Teresa, cuyo equipo llegó el domingo para ayudar a controlar los frentes abiertos. La existencia de múltiples focos tampoco ayudó, pero no consuela a los que vieron pasar por delante de sus narices los equipos de emergencias mientras sus casas ardían.

Y muchas aldeas lo pagaron. Vecinos de Pobrais y Nodeirinho denunciaron que los camiones de bomberos cruzaban junto a sus casas ardiendo sin pararse a controlar el fuego. Se sintieron como si su desgracia -murieron 23 vecinos- se diera por descontada. Fueron los propios habitantes los que trabajaron baldeando con cubos de agua. Los principales esfuerzos se centraron en esas primeras horas en la carretera de Castanheira de Pêra, donde el fuego atrapó a decenas de coches de quienes intentaban huir y acabó con la vida de un bombero. La indignación entre muchos de los que sobrevivieron es patente. «En el teléfono de emergencia nos dijeron que no podían venir a rescatarnos porque tenían muchas llamadas», se lamenta una superviviente. Otros, sin línea telefónica, esperaban un rescate que nunca llegó.

Daniel Erman, de 22 años: «Era como una zona de combate»

Entre los bomberos había chavales que apenas superan los 20 años y que no tenían experiencia en grandes incendios, y mucho menos en catástrofes de este nivel. «Hemos luchado contra el fuego lo mejor posible, pero la intensidad de las llamas era demasiado elevada. Nunca había estado en algo ni siquiera parecido», asegura Daniel Erman, que, con 22 años, es el bombero más joven del distrito de Santa Teresa. Erman, con la cara todavía cubierta de ceniza tras la lucha, calificó el entorno de Pedrógão Grande como «una zona de combate» que espera no volver a ver.

Tormenta política

Con la certeza asumida oficialmente de que el incendio se generó por un rayo, el análisis se centra ahora en la cuestionada capacidad de Portugal para abordar una catástrofe de estas características.

El presidente, Marcelo Rebelo de Sousa, hizo ayer un llamamiento para que todos los esfuerzos se centren en combatir el fuego, que sigue azotando el centro del país y varias áreas a escasos kilómetros de la zona cero, y dejar para más adelante las causas y posibles responsabilidades. «Vamos a enfrentar lo que tenemos», dijo el jefe del Estado en el centro de control establecido en la localidad de Avelar, muy cerca de Pedrógão Grande, en unas declaraciones recogidas por Efe. El presidente añadió: «Después tendremos todo el tiempo del mundo» para hablar de causas, de reflexiones, de análisis, discutir de las condiciones meteorológicas, de la naturaleza y de todo lo que haga falta», zanjó.