El fuego avanza sin control hacia el norte y arrecian las críticas a la gestión de la tragedia

Juan María Capeáns Garrido
JUAN CAPEÁNS LA VOZ EN PEDRÓGÃO GRANDE

INTERNACIONAL

Marcos Míguez

El alcalde de Pedrógão niega la versión oficial y apunta a un origen criminal del incendio

21 jun 2017 . Actualizado a las 06:58 h.

El fuego ha tendido una nueva emboscada a Portugal, pero ya no en los montes, donde el incendio iniciado en Pedrógão Grande se ha desbocado de forma crítica, sino en la caldeada atmósfera social, estupefacta ante los testimonios y los datos que empiezan a distinguirse entre la densa humareda inicial. A la insólita tragedia se suma, además, la reacción a la primera muerte hospitalaria de un bombero local de Castanheira de Pêra, que ha minado la moral de la exhausta legión de bomberos.

El país está a merced del viento. Las ganas de ofrecer alguna buena noticia dentro del descomunal drama llevó a los responsables del centro de coordinación reubicado en Avelar a trasladar la idea de que el incendio podría quedar controlado a mediodía de ayer, cuando lo que estaba ocurriendo en ese momento era justo lo contrario, como confirmaron los mandos destacados en los montes de Góis, al norte de Pedrógão Grande, donde trabajaban 600 operarios y siete aviones.

El fuego, sin llegar al alud incontrolable del sábado, volvió a enfurecerse en una zona más montañosa y escarpada que tiene la dificultad añadida de que está repleta de pequeñísimas localidades donde viven dos, cuatro o media docena de vecinos a lo sumo, casi todos muy mayores y que muestran una alta resistencia a abandonar sus propiedades. En total, una treintena de aldeas de distintos tamaños fueron evacuadas en Góis, a las que se suman las trece de Pedrógão Grande, donde los habitantes de la zona cero original tratan de regresar a la normalidad convencidos de que sus casas, con múltiples problemas accesorios, son seguras: no queda un metro cuadrado por arder alrededor.

La lengua norte del incendio, hacia donde sopla el fuerte viento, se sitúa en la población de Soerinho -comarca de Pampilhosa da Serra-, lo que, a falta de un nuevo recuento, sitúa ya al siniestro como el más grave del país y, por descontado, el más rápido que se haya visto jamás. Las 30.000 hectáreas oficiales se van a quedar muy cortas si se tiene en cuenta que la lengua avanzó 40 kilómetros en un día y medio.

Ayer, el fuego tenía cinco frentes, y las críticas sociales, al menos, otros tantos: los problemas de comunicación fueron palpables, hasta el punto de que el sistema de Protección Civil, que coordinó el operativo, se quedó colgado. Cientos de llamadas de socorro no fueron atendidas, para desesperación de los afectados, y nadie entiende que los servicios de emergencias no fuesen capaces de transmitir la idoneidad de quedarse en las casas teniendo en cuenta que la tragedia en la llamada carretera de la muerte, la EN236, ya se conocía, y los propios operarios tuvieron problemas para circular por las pistas que unen las aldeas, por el fuego y la caída de troncos y cables eléctricos.

Para el alcalde, no hubo rayo

Pero a estas cuestiones abiertas, cargadas de recelo sobre la gestión del operativo, se ha unido una voz autorizada, la del alcalde de Pedrógão Grande. Es la única que ha puesto en solfa la versión oficial sostenida desde el primer momento por la Polícia Judiciária sobre el hecho de que el incendio se originó por un rayo caído en un árbol en el bello paraje de Escalos do Meio. Según unas declaraciones del socialista Valdemar Alves recogidas por la TVG, él se encontraba a menos de un kilómetro de ese lugar y, a su juicio, esa zona no se vio afectada por la «treboada seca» que se ha señalado como origen del infierno. Por contra, asegura conocer el «mundo criminal» de los incendiarios que en estos momentos no está siendo investigado, extremo que lamenta.

Otro frente que empieza a preocupar es el de la indignación mediática, que es generalizada y se ha convertido en asunto recurrente en programas e informativos una vez agotados los increíbles relatos de las calamidades personales y familiares. A medida que pasan las horas, las preguntas en las ruedas de prensa empiezan a ser más complejas y críticas, y la incomodidad es palpable en los mandos intermedios, que han dejado de hacer declaraciones para remitirse al parte oficial. Pero los despistes en la política comunicativa tampoco ayudan a levantar el ambiente de descrédito y, de hecho, según el último balance oficial de víctimas, siempre provisional, el fuego ha provocado 64 muertos y 153 heridos, aunque esta nueva cifra que descolocó a todo el mundo incluye ahora a los afectados y trasladados en varios incendios de las áreas más recientes, no solo el declarado el sábado en Pedrógão Grande. En el hospital de Coímbra, que ha recibido a todos los heridos menos a dos, solo reconocen un total de 78 atendidos, de los que 17 siguen ingresados.

Los Canadair siguen volando

El momento de mayor confusión del martes llegó a mitad de la tarde, cuando Protección Civil -asegura Efe- informó de que un avión Canadair que arrojaba agua en un foco del entorno de Ouzenda se había desplomado. Los fiables hidroaviones rojos y amarillos que también actúan en España desde 1975 sin apenas incidentes mantienen una actividad frenética mientras hay luz y cargan en los numerosos embalses de la zona, y supuestamente una de sus espectaculares bajadas coincidió con la explosión de unas bombonas de una caravana que cedieron al calor, coincidencia que disparó las especulaciones.

Sin embargo, dos horas después, un comandante aseguró que no tenía «conocimiento de la caída de ningún avión», aunque admitía que, debido a la confusión, Protección Civil decidió enviar efectivos a la zona del supuesto accidente. Una demostración más de las dificultades que están encontrando para optimizar la gestión de los numerosos recursos materiales que van llegando poco a poco y de un grupo humano entregado a la causa, pero que en ocasiones no encuentra las órdenes esperadas.

Sergio Machado y Lígia Sousa, con sus dos hijos
Sergio Machado y Lígia Sousa, con sus dos hijos

Las vidas que se llevó el fuego

Entre las casi treinta víctimas del incendio identificadas, muchas son familias enteras que viajaban en el mismo coche

laura g. del valle

Quien huyó, murió. Es la síntesis de una tragedia que ha segado 64 vidas a las que poco a poco se les empiezan a poner nombre, mirada y sonrisa. Basta con observar las últimas imágenes de quienes se toparon de bruces con el horror en Portugal para comprender la dimensión de la tragedia. Hijos, parejas, padres o hermanos se quedan sin sus seres queridos. Otros no pueden lamentar siquiera pérdida alguna, pues las llamas no dieron tregua y terminaron con familias al completo. Lo más desagradable que podía suceder ocurrió, quedando calcinados los proyectos de jóvenes y mayores. Y todos los sueños de niños como Rodrigo, de 4 años, el menor que ya no podrá ver a sus padres, que estaban de luna de miel, recién casados.

Arriba, a la izquierda, Fernando Rui Mendes; a su lado, Sara Costa; abajo, la pareja formada por Eduardo y Cristina; y a la derecha, el pequeño Rodrigo
Arriba, a la izquierda, Fernando Rui Mendes; a su lado, Sara Costa; abajo, la pareja formada por Eduardo y Cristina; y a la derecha, el pequeño Rodrigo

una familia entera

El matrimonio Machado Sousa y sus dos hijos. Bianca fue una de las primeras caras que se le puso a la tragedia, pero desgraciadamente no fue la única de su familia. Según se hicieron eco ayer los medios portugueses, tanto sus padres Sérgio Machado y Lígia Sousa, como su hermano Martim perecieron atrapados por las llamas. La familia, natural de Sacavém, aprovechaba estos días para descansar en un complejo balneario en Castanheira de Péra, uno de los distritos afectados por el incendio. El sábado, el día de la tragedia, Sousa publicó una foto de los niños jugando en el agua.

eduardo y cristina

De visita familiar. Una pareja de Pontinha, que iba a visitar a la madre de él -que se está recuperando en el hospital- a Pedrógão Grande. Murieron en la N-236. Eduardo Costa trabajaba en prótesis dentales y Cristina era asistente en un consultorio dentista.

un matrimonio y un hijo

Raíces en Coímbra. El ingeniero de 48 años Fernando Rui Mendes, quedó atrapado junto a su mujer y su hijo pequeño en la carretera 236-1. La información fue confirmada por un amigo de la infancia de Rui al Jornal de Notícias. Fernando Rui trabajaba desde el 2005 en el Ayuntamiento de Castanheira de Péra, de donde era natural, tras haber cursado la enseñanza secundaria y los estudios universitarios en Coímbra.

Sara costa

Deja un hijo huérfano. Se encontraba en Vila Facaia cuando eclosionaron las llamas. Era de Figueiró dos Vinhos y vivía cerca de Pedrógão. Deja huérfano a un niño de 7 años.

Rodrigo

Murió con su tío. Rodrigo, de cuatro años, pereció con su tío, Sidel Belchior, en la carretera de la muerte. El adulto estaba a su cargo mientras sus padres estaban de luna de miel.

sara antunes

En el jardín. Con 3.800 habitantes, Figueiró dos Vinhos era hasta este fin de semana un coqueto pueblo de Leiria. Ahora, será recordado como uno de los focos donde azotó con más fuerza el fuego, llevándose consigo pinos, eucaliptos, viviendas y vidas humanas. Entre ellas la de Sara Antunes, de 33 años, que falleció en el jardín de su casa al intentar escapar de las llamas. Su suegra perdió la vida en el mismo escenario.

tres generaciones

Abuela, madre y nieta. Una abuela y una nieta, que intentaron escapar en coche en la -ahora hecha cenizas- aldea de Nodeirinho, para salvar sus vidas no pudieron hacer nada por sobrevivir una vez se vieron inmersas en la ratonera de humo. Gina, la madre de la pequeña, también se había subido al vehículo pero salió para buscar ayuda. En su caso, tampoco pudo salvarse. No obstante, esta funcionaria de la escuela de Pedrógão Grande fue trasladada al hospital aún con vida. Pereció poco más tarde.

un padre de familia, solo

Mueren la mujer y sus hijas. Ana Marques Pinhal y sus hijas, Margarita y Juana intentaron, como tantas otras familias, escapar en coche del cerco que provocaba el fuego en Pedrógão Grande, una vez más, sin ningún éxito. Mario Pinhal, el padre de las jóvenes y pareja de Ana, que iba en otro vehículo, sí pudo salvarse.

de vacaciones

Naturales de Lisboa. Concepción Graça y José María Nunes Graça eran naturales de Bobadela, en Loures, una localidad del área metropolitana de Lisboa, explica el Correio da Manhã. Pero aprovecharon el buen tiempo, que se convirtió en su peor enemigo, para pasar unos días con sus allegados en una de las zonas cero. Al intentar escapar de las llamas fueron atrapados y murieron.

pareja de empresarios

Regresaban a casa. Manuel André Almeida, de 62 años y María Cipriano, de 59, era una pareja de empresarios natural de Amadora, también en el distrito de la capital lusa. Regresaban a casa después de un almuerzo en Góis. Pero nunca pudieron llegar a su destino; se toparon con la muerte en la ya fatídica N-236.

gonzalo conceição

Bombero de 40 años. Su muerte elevó a 64 las víctimas mortales. Gonzalo Conceição era uno de los más de 2.200 bomberos que intentaba mitigar el fuego el pasado sábado. Permanecía en estado muy grave en el hospital de Coímbra pero finalmente su cuerpo no pudo resistir los daños causados por las quemaduras y pereció en el complejo hospitalario. Estaba casado y tenía un hijo.

Para saber más