De Ucrania a Galicia en busca de una nueva vida: «Los refugiados vienen con mucho dolor»

Miguel Ascón / O. P.

INTERNACIONAL

Maceda ha recibido a una veintena de ucranianos, que serán alojados en tres hoteles de la localidad. Daria ha conseguido traerse a Santiago a parte de su familia, que deja su país con mucho dolor tras la invasión: A la salida de Kiev dejaron el tren en total oscuridad al cruzar un bosque en el que estaban militares rusos»

13 mar 2022 . Actualizado a las 17:19 h.

Este domingo era un día especial en Maceda. A las diez de la mañana lucía el sol en la Praza das Toldas y una pulpeira preparaba las raciones mientras poco a poco llegaba más y más gente. Decenas de personas se concentraron allí para recibir a los primeros refugiados de Ucrania que llegan a la provincia, once mujeres y nueve niños. En torno a las once y media de la mañana llegaron las furgonetas que los traían. Había vecinos, como una mujer que explicaba que «non hai moito eramos nós os que tiñamos que emigrar e hai que axudarlles» y algunos portaban carteles con la bandera de Ucrania y un mensaje de bienvenida. También se acercaron por allí autoridades. El convoy lo comandaba el alcalde, Rubén Quintas, y lo recibieron otros miembros del gobierno local y también de la oposición, así como el vicepresidente de la Diputación, Rosendo Fernández.

Cuando llegaron, los presentes les dedicaron un largo aplauso y después comenzó el trabajo de los miembros de Cruz Roja. Uno de ellos hablaba su idioma, algo imprescindible teniendo en cuenta los escasos conocimientos de inglés de los refugiados. De hecho, durante el viaje los voluntarios de Maceda y los ucranianos se comunicaban entre sí escribiendo en el móvil y utilizando un traductor automático. Tras atender sus necesidades más inmediatas después de un viaje agotador de más de 3.000 kilómetros, los refugiados se repartieron en tres establecimientos hosteleros de la localidad que colaboran gratuitamente: Porta Sacra, Lar dos Felos y el castillo de Maceda.

Cansadas y emocionadas por el recibimiento, las mujeres ucranianas hablaron poco a su llegada. Nina, que venía acompañada de su hija, explicó que el viaje había sido muy duro, sobre todo por los familiares que todos ellos dejan en su país. «Todas vienen muy dolidas. Sus hijos mayores se han quedado allí y vienen con mucho dolor. Hay una que está dando gritos y no para. Se sienten ya a salvo, pero con el dolor de haber dejado a sus esposos y sus hijos mayores en Ucrania», explicó uno de los miembros de Cruz Roja que habló con ellas.

Todos los refugiados que han llegado a Maceda han perdido sus casas, remarca el alcalde, Rubén Quintas, que relató que el viaje fue «horrible». Él y los voluntarios que formaban el convoy hicieron 7.800 kilómetros entre ida y vuelta y todos vienen impresionados. «Lo que se ve allí no es solo lo que sale en la televisión, es peor. Hay madres que tienen que dejarlos a sus hijos en la frontera a Cruz Roja y volver porque tienen personas mayores a su cargo que no pueden salir por sus propios medios. Una tarde, cuando hicimos una parada técnica, había tres personas a las que tuvimos que ayudar porque no paraban de llorar porque no conseguían contactar con su padre», explicó el regidor, que dice que, a pesar de no entenderles casi nada, le impresionó oír cómo los niños preguntaban en la furgoneta continuamente por sus padres.

«Vienen todos muy afectados psicológicamente. Nos enseñaban fotos y vídeos de sus viviendas destruidas y es un terror, un terror», resume Emilio Aguete, uno de los bomberos que formaban parte del equipo de voluntarios que viajó a Ucrania.

Sentadas en el centro, las tres refugiadas ucranianas que llegaron la noche del sábado a Santiago, con su familia en Teo
Sentadas en el centro, las tres refugiadas ucranianas que llegaron la noche del sábado a Santiago, con su familia en Teo Sandra Alonso

Traumático viaje hasta Santiago

Daria Kozhushko, de 20 años, llegó a España hace tres con sus hermanas, su madre y su abuela materna. Vive en Os Tilos (Teo), tras salir de Kiev por la tensa situación que ya se vivía en la capital ucraniana: «Nosotras no pensamos que la guerra haya empezado ahora. Hace años había ya mucha gente armada y muy agresiva, por lo que decidimos salir de Ucrania». Desde la noche del sábado, su piso de cuatro habitaciones acoge también a su prima Eugenia (21 años), la ahijada de su madrem Arina (9) y la tutora legal de esta última, Tatiana (53). Ellas salieron de cerca de Kiev el sábado día 5, y tras una semana de viaje llegaron a la terminal ferroviaria de Santiago. Fue la madre de Daria quien las animó a venirse con ellas para Galicia: «Cada día escuchaban muchos disparos, y toda la zona sufrió muchos bombardeos», cuenta Daria tras un reencuentro de emociones contrapuestas: «Con mucha alegría, pero también con la preocupación y el miedo por la familia que se quedó allá», como su padre, sus abuelos paternos, dos tías. Daria añade que tienen un sentimiento «como de vergüenza por haber conseguido salir de Ucrania pero dejando allí a madres, padres, hermanos».

Eugenia, que prefiere no desvelar su apellido, señala que un bombardeo ruso les impidió tomar el primer tren en que pensaban marcharse. En el segundo intento tomaron un convoy para abandonar una capital que acusaba las consecuencias de nueve días de guerra, con puentes de acceso volados (en una acción de los propios ucranianos para evitar la entrada de los rusos). Vieron la devastación de «la cercana ciudad de Irpin, muy bombardeada y muy destruida», traduce Daria. Su prima relata el momento de mayor temor del viaje: «Fue la noche que salíamos de Kiev. Apagaron las luces del tren y nos ordenaron que apágasemos absolutamente todo lo que tuviésemos, de móviles a relojes electrónicos si llevábamos, para estar en total oscuridad porque estábamos pasando por un bosque donde estaban militares rusos con su armamento preparado, y podrían disparar al tren sin dificultad. Viajaban muchas mujeres embarazadas y muchos niños en aquel viejo tren».

Tras alcanzar la frontera con Rumanía, Eugenia, Arina y Tatiana contaron con la ayuda de un voluntario que las llevó a una estación para subirse a otro tren hacia Bucarest. La mediación de Enrique Iglesias, presidente de Nenos de Ucraína e Galicia, fue clave para movilizar esa red de contactos. En la capital rumana, otra voluntaria, Oana, las acogió en su domicilio y pudo comprarles con dinero enviado desde España billetes de autobús hasta Madrid, donde hicieron noche el viernes, hasta que el sábado pudieron reencontrarse con su familia afincada en Teo: «De momento vamos a estar las nueve en el piso. Somos muchas», dice Daria con una sonrisa mientras hace el recuento, ya que otra de sus hermanas vive en Santiago.