Emmanuel Macron, un líder sin partido con el reto de reconciliar a un país fracturado

Asunción Serena PARÍS / E. LA VOZ

INTERNACIONAL

Emmanuel Macron, este domingo, besando a un simpatizante a las puertas de su colegio electoral
Emmanuel Macron, este domingo, besando a un simpatizante a las puertas de su colegio electoral GONZALO FUENTES / POOL | EFE

El jefe de Estado francés dispone de otros cinco años para frenar el avance de los extremismos a derecha e izquierda

24 abr 2022 . Actualizado a las 20:45 h.

Emmanuel Macron ha sido elegido de nuevo presidente de la República francesa. Hace cinco años, llegó como una bocanada de aire fresco, pero el quinquenio no ha sido fácil y, estos años en el poder le han envejecido, como reconoció él mismo a su contrincante, Marine Le Pen, durante el debate que les enfrentó el pasado miércoles.

Con 39 años, se convirtió en el presidente más joven de Francia. Pocos pensaban que aquella irrupción en el mapa político pudiera durar, y que los partidos de izquierdas y derechas nunca volverían a recuperar el control de las instituciones. Pero el tiempo les ha dado la razón: Macron ha sido elegido de nuevo, aunque su partido, La República en Marcha, sigue sin implantación local, y no gobierna ni ciudades ni regiones

Ministro de Hollande

La carrera política de Macron comenzó en el 2012, tras la victoria del socialista François Hollande, que le nombró secretario general adjunto del Elíseo y dos años más tarde, le dio las riendas del Ministerio de Economía. Fue el gran error de Hollande, que hoy habla de «traición» porque se vio atrapado en la telaraña tejida por Macron, que le impidió presentarse a la reelección.

En abril del 2016, siendo todavía ministro, Emmanuel Macron lanzó su movimiento En Marcha, y cuatro meses más tarde, dimitió de sus funciones y anunció su candidatura para las elecciones presidenciales del 2017.

En solo seis meses, y sin un partido político que le respaldase, Macron terminó en cabeza en la primera vuelta de las presidenciales, con la intención de «pasar una página de la vida política francesa». Ese era su objetivo, hacer una política «ni de derechas ni de izquierdas», y con esa promesa fue elegido presidente de la República.

Hartazgo de los partidos tradicionales

Macron tuvo la intuición de sentir la fatiga ciudadana respecto a los partidos tradicionales, y la audacia de pensar que podía reemplazarlos para aplicar un programa de inspiración socio-liberal que protegiese a las clases medias.

Antes de llegar ahí, gracias a un carácter vivo, su facilidad para aprender rápido y una gran capacidad para seducir a sus interlocutores, realizó una carrera meteórica. Tras completar los estudios en la Escuela Nacional de la Administración, que permite el acceso a la alta función pública del Estado, trabajó como inspector de finanzas.

Con 30 años fue nombrado ponente adjunto en la comisión Attali. Este organismo, creado por Nicolas Sarkozy para reflexionar sobre la liberación del crecimiento económico, le permitió codearse con los principales dirigentes económicos del país. Al año siguiente, entró a trabajar en el banco de inversiones Rothschild, donde negoció grandes contratos internacionales. Pero fue el contacto con Jacques Attali lo que determinó su futuro, ya que fue él quien le presentó a François Hollande

«Presidente de los ricos»

Después de dejar a Hollande en el camino, los electores socialistas consideraron que Macron era su heredero natural y votaron por él, aunque luego se sorprendieron al ver que nombraba primer ministro a un hombre de la derecha, que controlaba el gasto de los municipios, y sobre todo, que reformaba el impuesto sobre el patrimonio, liberando los capitales financieros, lo que le valió desde entonces el apodo de «presidente de los ricos».

Como quería actuar rápido y decidir todo, también comenzaron a llamarle el «presidente jupiterino». Pero en noviembre del 2018 estalló el movimiento de los chalecos amarillos, siguieron seis semanas de huelgas contra la reforma de las pensiones, más tarde el covid, y finalmente la guerra en Ucrania. Toda una serie de crisis que han obligado a Macron a abandonar sus ideales liberales por una política de gasto «cueste lo que cueste».

Emmanuel Macron quería trabajar por la reconciliación de los franceses, para que los extremos desaparecieran, pero lo cierto es que después de cinco años presidiendo el país nunca han estado tan fuertes, y ese será su mayor reto en los cinco años que vienen.