Los yacimientos de gas en Gaza, víctima colateral de la guerra

Ricard G. Samaranch TÚNEZ / E. LA VOZ

INTERNACIONAL

Imagen de archivo de una plataforma petrolífera.
Imagen de archivo de una plataforma petrolífera. Cedida

Se había especulado con la posibilidad de llegar a un acuerdo de explotación conjunta, un escenario ahora más remoto que nunca

11 ene 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Durante la última década, se han descubierto o bien se han empezado a explotar importantes yacimientos de gas natural en una amplia franja del este del Mediterráneo. Todos los Estados de la región han visto cómo sus aguas territoriales podían convertirse en un maná: Turquía, Egipto, el Líbano, Israel, Chipre… y también la Franja de Gaza. Ahora bien, la situación política de esta última ha hecho imposible la apertura de su yacimiento, llamado Gaza Marina.

Antes del estallido de la actual guerra, se había especulado con la posibilidad de llegar a un acuerdo entre las diversas partes para su explotación conjunta, un escenario ahora más remoto que nunca. Según los acuerdos de paz de Oslo, las aguas territoriales palestinas se adentran hasta 20 millas náuticas en el Mediterráneo. Por eso, la Autoridad Nacional Palestina (ANP) pudo firmar un contrato con British Gas Group en 1999 para la exploración de la costa de Gaza. Las prospecciones realizadas el año siguiente determinaron que las reservas de gas en la zona ascienden a 1,4 billones de metros cúbicos, de los que un 60 % corresponde a los palestinos, y el resto a Israel. Esta cantidad permitiría satisfacer durante años las necesidades eléctricas de la Franja, y además exportar al extranjero.

Dado que parte del yacimiento cae en las aguas territoriales de Israel, que es quien tiene el control efectivo de la costa de Gaza, su explotación requiere un acuerdo a varias bandas: el Gobierno israelí, la ANP y Hamás. La milicia islamista ha gobernado Gaza desde el 2006, y un pacto que la dejara al margen provocaría con toda probabilidad que atacara a las plataformas de las compañías gasísticas.

Con el estallido de la guerra de Ucrania, y la necesidad imperiosa en la Unión Europea de abastecerse de gas natural alternativo al ruso, se reactivó la posibilidad de explotar conjuntamente Gaza Marina. El pasado mes de junio, el Gobierno de Benjamin Netanyahu dio su aprobación inicial para llevar a cabo este proyecto.

Probablemente, Netanyahu quería replicar en Gaza el pacto entre enemigos que ha permitido empezar el proceso de extracción de gas natural del yacimiento de Qana, situado en la convulsa frontera entre Israel y el Líbano. Tras unas largas negociaciones, el pasado año ambos Gobiernos firmaron un acuerdo que delimita sus respectivas aguas territoriales y permite la extracción de gas de Qana. El asunto era especialmente delicado porque representa un reconocimiento implícito de Israel, todo un tabú en el Líbano, sobre todo para Hezbolá. Sin embargo, la milicia chií bendijo el acuerdo, que contó con la mediación de EE.UU. y que beneficia a las arcas de ambos Estados vecinos en un momento de gravísima crisis económica en el Líbano.

En plena guerra total en Gaza, la posibilidad de un acuerdo entre Hamás e Israel para una explotación conjunta de Gaza Marina puede parecer una entelequia, pero no lo era hace tres meses. De hecho, durante años, Netanyahu dio luz verde al envío de cientos de millones de dólares provenientes de Qatar para financiar a las autoridades de la Franja. Tel Aviv creía que si Hamás disponía de los recursos suficientes para gestionar Gaza, dejaría de lado la lucha armada. Por tanto, la existencia de un proyecto conjunto como el de Gaza Marina podría haber incrementado el coste de lanzar una guerra para Hamás. La firme creencia de la élite política y militar israelí en esta tesis errónea explica el asombroso éxito del ataque de Hamás el pasado 7 de octubre.

Hoy en día, con un Gobierno israelí que incluso rechaza que la ANP de Mahmud Abbas se haga con el control de la Franja después de la guerra, el proyecto Gaza Marina volverá a dormir el sueño de los justos durante una larga temporada. Y no es la única víctima de la guerra en el sector energético israelí: por precaución, Tel Aviv ha cerrado indefinidamente varios de sus yacimientos de gas ya en funcionamiento, como Leviatán y Tamar, así como la exportación al exterior ya sea a través del puerto de Ashkelon, situado a 13 kilómetros de Gaza, o en Egipto a través de un gasoducto.