Bukele, la mano dura contra las maras, revalida su autoritarismo en las urnas

Héctor Estepa BUENOS AIRES / E. LA VOZ

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Sortea la Constitución para un segundo mandato de presidente de El Salvador

04 feb 2024 . Actualizado a las 08:49 h.

Nayib Bukele se encamina hoy a conseguir la reelección. El presidente de El Salvador es el más popular de América Latina y las encuestas le dan entre un 70 % y un 80 % de intención de voto en un país que ha pasado de ser uno de los más violentos del mundo a, según las cifras oficiales, al que menos homicidios registra de la región, en medio de las denuncias violaciones de los derechos humanos y de su autoritarismo. El mismo se ha definido como el «dictador más cool del mundo»,

«Ahora los ojos del mundo están sobre El Salvador», señaló el mandatario en un vídeo de campaña. Su país, efectivamente, ha obtenido protagonismo debido a su política de mano dura contra la violencia. Bukele es puesto de ejemplo por decenas de políticos latinoamericanos, y también europeos.

Un fin de semana especialmente violento, a finales de marzo del 2022, provocó que Bukele decretase el estado de excepción, restringiendo las libertades civiles. En principio iba a durar un mes, pero todavía sigue vigente. Comenzó entonces una ola de detenciones de supuestos miembros de pandillas o maras. Más de 75.000 personas acabaron en prisión en un país que pronto se convirtió en el líder de la tasa de reos por habitante del mundo.

Los homicidios estaban en descenso desde el 2015, pero con la llegada al poder de Bukele el proceso se aceleró y la curva tocó fondo tras la declaración del estado de excepción. En el 2018, el año previo a su llegada a la presidencia, se registraba 53,3 asesinatos por cada 100.000 habitantes. El 2023 la cifra acabó en 2,4 homicidios por cada 100.000 habitantes, aunque organismos independientes puntualizan que, desde hace dos años, el Gobierno no ofrece datos públicos detallados y dudan que cuente a los fallecidos en custodia policial o en los enfrentamientos entre pandillas y fuerzas del orden.

Bukele inauguró el pasado año su Centro de Confinamiento del Terrorismo (Cecot), que él mismo calificó como la mayor prisión de Latinoamérica, diseñada para confinar a los 40.000 presos más peligrosos. Las imágenes de celdas con decenas de reclusos dieron la vuelta al mundo.

Esa política de seguridad ha sido muy criticada por asociaciones de derechos humanos. Decenas de familias han denunciado encarcelamientos injustos y organizaciones locales hablan de al menos 150 muertos bajo custodia policial. Human Rights Watch denunció que en El Salvador se producían «detenciones arbitrarias, desapariciones forzadas, torturas y otros malos tratos».

Otros organismos han denunciado la concentración de poder. Bukele llegó a entrar con militares al Congreso en el 2020, cuando el hemiciclo estaba controlado por la oposición. Logró una abrumadora mayoría en la Cámara en el 2021, que destituyó en los primeros días al fiscal general y a jueces clave del Tribunal Supremo, cuyos sustitutos aprobaron su reelección para un segundo mandato consecutivo a pesar de que la Constitución lo prohíbe expresamente.

El otro gran hito de sus cinco años en el poder fue convertir a El Salvador, en el 2021, en el primer país en adoptar el bitcóin como moneda de curso legal. Bukele ha invertido millones en esa criptomoneda, muy volátil, pero no se sabe cuánto ha ganado o perdido, porque muchas de las operaciones no han trascendido al público. Su uso en la calle, eso sí, es residual, porque el 85 % asegura que no usó un solo Bitcoin en el 2023.

La economía es su principal tarea pendiente. El Salvador creció un 2,2 % el año pasado, siendo el país centroamericano que menos avanzó, pero su Gobierno no está siendo evaluado por los ciudadanos por las finanzas, y sí por su política anticorrupción y de seguridad, en un país hasta hace no mucho tiempo asolado por pandillas que extorsionaban a buena parte de la población y mataban a quien no pagaba.