La primera vez que los Museos Científicos Coruñeses convocaron los Premios de Investigación Científica en la Escuela fue en 1999. Por falta de costumbre en realizar este tipo de actividad en el aula, la participación en aquellos primeros años no fue muy numerosa. Afortunadamente la situación ha cambiando, pues en la última convocatoria se presentaron más de 200 trabajos. Y es que las evidencias sobre su valor educativo, tanto científico como humano, se han ido imponiendo al esfuerzo de iniciar un nuevo tipo actividad. Los participantes, entre otros muchos valores, han aprendido a ser rigurosos y metódicos en sus trabajos, a buscar exactitud en las afirmaciones, mantener debates informados, un sano escepticismo hacia muchas creencias, aceptar errores y corregirlos, confiar en los recursos propios para alcanzar respuestas, trabajar en equipo o buscar soluciones creativas.
Los alumnos que se preguntaron ¿Es cierto que una cuchara colocada en la boca de una botella de cava abierta impide la salida de gases?, ¿Es verdad que no es posible estornudar con los ojos abiertos?, ¿Por qué no se estropea el pan bendito de la fiesta del Padre Eterno de Quintela de Humoso? desafiaron la validez de diferentes creencias populares al buscar una respuesta desde una perspectiva científica. Lo mismo hicieron los que investigaron ¿Cuál es el mejor método para provocar el bostezo? De forma similar, un grupo de estudiantes se cuestionó si la prueba de la flotabilidad de los huevos, referida comúnmente en manuales de cocina, sirve realmente para saber si está fresco. También, la imaginación y la creatividad estaban presentes en una investigación sobre la posible utilización de cáscaras de cacahuete para fabricar un aislante térmico.
Como parte imprescindible de todo trabajo científico, estos estuvieron apoyados en un buen diseño de la experimentación, observación, obtención de datos, búsqueda de patrones, análisis y deducción de conclusiones.