A la hora de desplazarnos en espacios amplios, especialmente a través de una ruta desconocida, necesitamos la ayuda de referencias e instrumentos que nos proporcionen la información precisa para que nuestro cerebro la procese y nos permita elegir el camino correcto. Uno de los métodos tradicionales empleados desde la antigüedad es la observación del cielo; la posición del sol durante el día, la localización de la estrella polar, que señala el norte en la noche, o la posición de las estrellas han servido a los exploradores para orientarse en sus largos viajes. En la navegación marítima también se han usado otras referencias, como la dirección de las corrientes oceánicas o de las olas, que suelen seguir patrones. Y en tierra firme es posible saber dónde está el norte buscando la cara de los árboles en la que crece el musgo.
La invención de la brújula proporcionó una herramienta con la que determinar la situación de los puntos cardinales; es básicamente una aguja imantada que apunta al polo norte. Más recientemente, los GPS (Global Positioning System, en sus siglas en inglés) son dispositivos que permiten determinar la posición de una persona, un objeto o un vehículo gracias a la información proporcionada por una red de satélites.