En esta cita con los mejores poemas nos centramos en autores clásicos, piezas históricas, fundamentales de nuestra literatura
10 dic 2014 . Actualizado a las 12:05 h.Continuamos la serie poética que mes a mes trae a las páginas de La Voz de la Escuela una selección de poemas. Aquí te irás encontrando con esos poemas que no solo debemos conocer, sino que de ellos deberíamos recordar versos y estrofas y saber el nombre de sus autores, porque han pasado ya a las páginas de oro de la literatura universal.
Para que este recorrido sea más fructífero, os propongo un sencillo método de trabajo en la clase de Lengua y Literatura Castellana:
1. Leemos, uno a uno, todos los poemas.
2. Escogemos el que más nos haya gustado, por la razón que sea: por su contenido, por su forma o por ambas cosas a la vez.
3. Lo copiamos en el cuaderno de Lengua y Literatura.
4. Analizamos la rima del poema (asonante, consonante o libre).
5. Analizamos la medida de los versos y las figuras literarias que reconozcamos.
6. Explicamos cuál es el tema principal o el contenido del poema.
7. Leemos cada poema varias veces hasta conseguir aprenderlo. Después, siguiendo las indicaciones del profesor, lo recitamos en voz alta en clase.
8. Recogemos información sobre los autores de estos poemas y redactamos un breve informe sobre cada uno. Se puede utilizar el libro de texto de Lengua Castellana y Literatura, u otros, y recurrir a Internet.
9. Algunos de estos poemas han sido musicados por cantautores. Los buscamos en YouTube y los escuchamos.
10. Comprobamos las variaciones que se han producido y, sobre todo, disfrutamos de ellos.
El hombre ha de ser asiduo con la mujer.
Fábula del pintor Pitas Payas
Juan Ruiz, arcipreste de Hita
Alcalá de Henares (1284?1351)
Clérigo y arcipreste de Hita, hoy provincia de Guadalajara. Su obra más importante, «El libro de buen amor», es uno de los pilares en los que se asienta la literatura castellana. Con sentido lúdico y realista, Juan Ruiz introduce una nota satírica y pícara en un momento en que el estilo dominante era el mester de clerecía.
Proverbios y cantares
Antonio Machado
(Sevilla, 1875-Collioure, Francia, 1939)
La importancia que la historia de la literatura concede hoy a Antonio Machado es la que corresponde a un poeta de primera línea. Su poesía es sencilla y directa, y así se refleja en estos «Proverbios y cantares», que aparecen, complementándolo, en su inmortal libro «Campos de Castilla».
No abandones tu dama, no dejes que esté quieta,
siempre requieren uso mujer, molino y huerta;
no quieren en su casa pasar días de fiesta,
no quieren el olvido; cosa probada y cierta.
Es cosa bien segura: molino andando gana,
huerta mejor labrada da la mejor manzana,
mujer muy requerida anda siempre lozana;
con estas tres verdades no obrarás cosa vana.
Dejó uno a su mujer (te contaré la hazaña;
si la estimas en poco, cuéntame otra tamaña).
Era don Pitas Payas un pintor de Bretaña,
casó con mujer joven que amaba la compaña.
Antes del mes cumplido dijo él: -Señora mía,
a Flandes volo ir, regalos portaría.
Dijo ella: -Monseñer, escoged vos el día,
Mas no olvidéis la casa ni la persona mía.
Dijo don Pitas Payas: -Dueña de la hermosura,
Yo volo en vuestro cuerpo pintar una figura
para que ella os impida hacer cualquier locura.
Dijo ella: -Monseñer, haced vuestra mesura.
Pintó bajo su ombligo un pequeño cordero
y marchó Pitas Payas cual nuevo mercadero;
estuvo allá dos años, no fue azar pasajero.
Cada mes a la dama parece un año entero.
Hacía poco tiempo que ella estaba casada,
había con su esposo hecho poca morada;
su amigo tomó y estuvo acompañada,
deshízose el cordero, ya de él no queda nada.
Cuando supo la dama que venía el pintor,
muy de prisa llamó a su nuevo amador;
dijo que le pintase, cual supiese mejor,
en aquel lugar mismo un cordero menor.
Pero con la gran prisa pintó un señor carnero,
cumplido de cabeza, con todo un buen apero.
Luego, al siguiente día, vino allí un mensajero:
que ya don Pitas Payas llegaría ligero.
Cuando al fin el pintor de Flandes fue venido,
Su mujer, desdeñosa, fría le ha recibido:
cuando ya en su mansión con ella se ha metido,
la señal que pintara no ha echado en olvido.
Dijo don Pitas Payas: -Madona, perdonad,
mostradme la figura y tengamos solaz.
-Monseñer -dijo ella-, vos mismo la mirad,
todo lo que quisieres hacer, hacedlo audaz.
Miró don Pitas Payas el sabido lugar
y vio aquel gran carnero con armas de prestar.
-¿Cómo, madona, es esto? ¿Cómo puede pasar
que yo pinté corder y encuentro este manjar?
Como en estas razones es siempre la muger
sutil y mal sabida, dijo: -¿Qué, monseñer?
¿Petit corder, dos años, no se ha de hacer carner?
Si no tardaseis tanto, aún sería corder.
Por tanto, ten cuidado, no abandones la pieza.
No seas Pitas Payas, para otro no se cueza;
incita a la mujer con gran delicadeza
y si promete al fin, guárdate de tibieza.
Proverbios y cantares
Antonio Machado
La importancia que la historia de la literatura concede hoy a Antonio Machado es la que corresponde a un poeta de priemra línea. Supoesía es sencilla y directa y así se refleja en estos «Proverbios y cantares» que aparecen complementándolo en su inmortal libro «Campos de Castilla»
I
Nunca perseguí la gloria
ni dejar en la memoria
de los hombres mi canción;
yo amo los mundos sutiles,
ingrávidos y gentiles
como pompas de jabón.
Me gusta verlos pintarse
de sol y grana, volar
bajo el cielo azul, temblar
súbitamente y quebrarse.
IV
Nuestras horas son minutos
cuando esperamos saber,
y siglos cuando sabemos
lo que se puede aprender
XV
Cantad conmigo en coro: Saber, nada sabemos,
de arcano mar vinimos, a ignota mar iremos...
Y entre los dos misterios está el enigma grave;
tres arcas cierra una desconocida llave.
La luz nada ilumina y el sabio nada enseña.
¿Qué dice la palabra? ¿Qué el agua de la peña?
XXIV
De diez cabezas, nueve
embisten y una piensa.
Nunca extrañéis que un bruto
se descuerne luchando por la idea.
resaltar este
XXIX
Caminante, son tus huellas
el camino, y nada más;
caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante, no hay camino,
sino estelas en la mar.
XLI
Bueno es saber que los vasos
nos sirven para beber;
lo malo es que no sabemos
para qué sirve la sed.
A un hombre de gran nariz
Francisco de Quevedo
(Madrid, 1580?Villanueva de los Infantes, Guadalajara, 1645)
Quevedo es un poeta de muy diversa temática. Escribió poemas amorosos de un gran lirismo, pero también otros de índole satírica y burlona. Como este tan conocido.
Érase un hombre a una nariz pegado,
érase una nariz superlativa,
érase una alquitara medio viva,
érase un peje espada mal barbado;
era un reloj de sol mal encarado,
érase un elefante boca arriba,
érase una nariz sayón y escriba,
un Ovidio Nasón mal narigado;
érase el espolón de una galera,
érase una pirámide de Egito,
las doce tribus de narices era;
érase un naricísimo infinito,
frisón archinariz, caratulera,
sabañón garrafal morado y frito.
Soneto XIII
Garcilaso de la Vega
(Toledo, 1496-Niza, 1536)
Es el ejemplo perfecto del militar y cortesano que preconizaba el Renacimiento. Este es uno de los cuarenta sonetos que se conservan y en él desarrolla el mito clásico de Dafne, una ninfa que, viéndose perseguida por Apolo, se transforma en laurel para salvarse del acoso del dios. Soneto renacentista en forma y contenido.
A Dafne ya los brazos le crecían,
y en luengos ramos vueltos se mostraba;
en verdes hojas vi que se tornaban
los cabellos que el oro escurecían.
De áspera corteza se cubrían
los tiernos miembros, que aún bullendo estaban:
los blancos pies en tierra se hincaban,
y en torcidas raíces se volvían.
Aquel que fue la causa de tal daño,
a fuerza de llorar, crecer hacía
este árbol que con lágrimas regaba.
¡Oh miserable estado! ¡Oh mal tamaño!
¡Que con llorarla crezca cada día
la causa y la razón por que lloraba!
Pura, encendida rosa
Francisco de Rioja
(Sevilla, 1583-Madrid, 1659)
Es un excelente poeta barroco, precedente ilustre de Góngora en el manejo de la estrofa llamada silva. Su mentalidad se alinea dentro del estoicismo dominante en la época, como consuelo a un pesimismo también generalizado.
Pura, encendida rosa,
émula de la llama
que sale con el día,
¿cómo naces tan llena de alegría
si sabes que la edad que te da el cielo
es apenas un breve y veloz vuelo?
y no valdrán las puntas de tu rama,
ni tu púrpura hermosa
a detener un punto
la ejecución del hado presurosa.
El mismo cerco alado,
que estoy viendo riente,
ya temo amortiguado,
presto despojo de la llama ardiente.
Para las hojas de tu crespo seno
te dio Amor de sus alas blandas plumas,
y oro en su cabello dio a tu frente.
¡Oh fiel imagen suya peregrina!
Bañóte en su color sangre divina
de la deidad que dieron las espumas;
¿y esto, purpúrea flor, y esto no pudo
hacer menos violento el rayo agudo?
Róbate en una hora,
róbate silencioso su ardimiento
el color y el aliento;
tiendes aún no las alas abrasadas
y ya vuelan al suelo desmayadas.
Tan cerca, tan unida
está al morir tu vida,
que dudo si en sus lágrimas la Aurora
mustia, tu nacimiento o muerte llora.
Rima IV
Gustavo Adolfo Bécquer
(Sevilla, 1836?Madrid, 1870)
Una rima ya clásica de Bécquer que habla de la presencia de la poesía en el mundo, tanto en las cosas materiales como hasta en los más recónditos sentimientos, dudas y saberes. La sencillez del estilo de Bécquer nos sorprende, sobre todo cuando trata temas tan sutiles como este de la naturaleza de la poesía.
No digáis que agotado su tesoro,
de asuntos falta, enmudeció la lira:
podrá no haber poetas; pero siempre
habrá poesía.
Mientras las ondas de la luz al beso
palpiten encendidas;
mientras el sol las desgarradas nubes
de fuego y oro vista;
mientras el aire en su regazo lleve
perfumes y armonías;
mientras haya en el mundo primavera,
¡habrá poesía!
Mientras la ciencia a descubrir no alcance
las fuentes de la vida,
y en el mar o en el cielo haya un abismo
que al cálculo resista;
mientras la humanidad siempre avanzando,
no sepa a do camina;
mientras haya un misterio para el hombre,
¡habrá poesía!
Mientras sintamos que se alegra el alma
sin que los labios rían;
mientras se llore sin que el llanto acuda
a nublar la pupila;
mientras el corazón y la cabeza
batallando prosigan;
mientras haya esperanzas y recuerdos,
¡Habrá poesía!
Mientras haya unos ojos que reflejen
los ojos que los miran;
mientras responda el labio suspirando
al labio que suspira;
mientras sentirse puedan en un beso
dos almas confundidas;
mientras exista una mujer hermosa,
¡Habrá poesía!