¿Por qué mi hijo está enganchado a WhatsApp?

Ana T. Jack

LA VOZ DE LA ESCUELA

Las redes sociales son muy importantes en el desarrollo de la identidad de muchos menores
Las redes sociales son muy importantes en el desarrollo de la identidad de muchos menores internet

Cinco razones por las que los menores necesitan utilizar las redes sociales

21 may 2016 . Actualizado a las 21:18 h.

Hoy es sábado, y Sofía ha dormido hasta tarde. Nada más despertarse coge su teléfono móvil, que está sobre la mesilla, y chequea sus mensajes. En WhastApp tiene más de cien, ya que está dada de alta en varios grupos que apenas sigue. Solo le interesa el mensaje que le ha enviado Antía, su mejor amiga, hace apenas unas horas: es un vídeo divertido en el que hace gansadas con otros amigos con los que ha salido de fiesta. Después revisa en Instagram el número de Me gusta que ha recibido su foto cenando pizza con sus padres y su hermano pequeño: 17 likes, no está mal. Ahora se sienta en la cama, se recoloca un poco el pelo y pone morritos para su primera foto del día: clic. La comparte al instante en sus redes sociales con el mensaje: «Buenos días, gente: ¿os gusta mi nuevo pijama? Ahora a desayunar y a la ducha».

Las redes sociales desempeñan un papel muy importante en el desarrollo de la identidad de muchos menores. Y no solo las redes sociales clásicas, como Facebook o Instagram, sino también (y cada vez más) las que surgen de los sistemas de mensajería instantánea como WhatssApp, Line, Telegram o SnapChat, entre otras. Pero a veces se utilizan mal y de una manera compulsiva. Los propios adolescentes no tienen claro por qué se sienten tan dependientes de ellas.

Guillermo Cánovas, autor de Cariño, he conectado a los niños, considera necesario que padres y madres animen a sus hijos a reflexionar sobre las razones por las que dedican tanto tiempo a estas redes para comprenderse un poco mejor a sí mismos. Son cinco las principales razones que llevan a los adolescentes a engancharse a las redes sociales:

Los ayuda a aclarar, explicar y aceptar lo que sienten y piensan. Cuando un adolescente escribe algo que le ha sucedido o que se le ha ocurrido, realiza un triple proceso mental: organiza la información, la sitúa temporalmente y la asimila. En definitiva: hace un ejercicio de introspección que le ayuda a madurar y a formar su propia identidad. El efecto terapéutico de esta acción es muy parecido al de escribir un diario...

Se sienten aceptados socialmente y fortalecen su autoestima. Todas las cosas que escriben y las fotos que cuelgan tienen como objetivo provocar una respuesta en los demás. En función del tipo de reacciones que susciten, actuarán de una forma u otra: con toda seguridad intentarán subir fotos o textos similares a los que ha recibido muchos Me gusta y evitarán repetir algo que haya sido criticado o ignorado.

Interiorizan normas sociales y de relación. Los adolescentes tienen sus propios códigos de conducta en cuanto a pautas de relación con el sexo opuesto, de vestimenta o de formas de expresarse. Este ecosistema digital es el entorno natural en el que, nos guste o no, deben aprender a relacionarse con los de su generación.

Adquieren autocontrol. Todas las formas de expresión escrita exigen mayor reflexión. Describirse en un perfil, comentar una foto o hacer una entrada de un blog requiere meditación y autocontrol. De hecho, según Facebook, el 71 % de los usuarios censuran o corrigen los mensajes antes de publicarlos.

Refuerzan y crean vínculos sociales. Muchos adolescentes encuentran en Internet el lugar para superar sentimientos de incomprensión y de soledad. A veces descubren, por ejemplo, que no son los únicos ?raritos? a los que les gusta determinada tendencia o afición minoritaria... Y muchos de los nuevos vínculos virtuales acaban por traducirse en encuentros cara a cara.

Estos son cinco aspectos positivos de las redes sociales. Pero, como todo en la vida, una herramienta mal utilizada puede convertirse en un verdadero problema...

Tres impactos negativos

Estos son tres riesgos habituales que corren los menores en su manejo de redes virtuales:

Un exceso de sinceridad en las redes sociales te expone ante amigos, amigos de amigos, conocidos, desconocidos? Y hay que estar preparado para las reacciones. Uno nunca sabe dónde va a acabar esa foto que publicas en la que creías haber salido favorecido. ¿Qué pasa si no recibe ningún Me gusta y sí un par de comentarios humillantes? Las posibilidades de hacer el ridículo o meter la pata son muchas. Estas valoraciones negativas golpean fuerte sobre la autoestima de un adolescente.

En función de cómo se configure la privacidad, gente desconocida puede tener acceso a fotos e información personal. Pero al margen de esta circunstancia, que puede controlarse configurando un perfil cerrado, muchas veces son los propios amigos los que traicionan secretos, difunden fotos privadas o airean confesiones íntimas. Porque los que ahora son tus mejores amigos probablemente no lo eran hace un par de años o no lo sigan siendo el año que viene? Las peores situaciones se producen cuando se enfadan o se enfrentan los ex mejores amigos, exnovios...

Adicción a Internet y sustitución de las relaciones sociales por ciberrelaciones. Esto ocurre cuando el uso de las nuevas tecnologías es tan excesivo que interfiere en aspectos básicos de la vida del adolescente. Los últimos estudios estiman entre un 1,5 y un 2 % de afectados entre menores de 18 años. A veces esta situación oculta otra serie de problemas previos (de personalidad, sociofamiliares?).

Todas estas consecuencias negativas se pueden evitar si se forma y acompaña a los hijos, desde los primeros años de vida, para un uso seguro y responsable de las redes sociales.

 Escuela de Padres

Tema del mes: Uso y abuso de pantallas.

Etapa: Adolescencia.

La frase: «En el pasado eras lo que tenías, ahora eres lo que compartes» (Godfried Bogaard).

Algunas claves: Formar y acompañar a los hijos en el manejo de Internet.

Para saber más: «Cariño, he conectado a los niños». Guía sobre salud digital para familias y educadores. Guillermo Cánovas. Ediciones Mensajero, 2015.