Los caballeros que desterró Cervantes

LA VOZ DE LA ESCUELA

Portada de una de las ediciones de «Amadís de Gaula»
Portada de una de las ediciones de «Amadís de Gaula» Portada

Los libros de caballerías constituyeron en el siglo XVI todo un fenómeno de masas

22 mar 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Una de las suposiciones más estudiadas acerca de los motivos que llevaron a Miguel de Cervantes a escribir el Quijote defiende que trataba de satirizar, para acabar con él, un género literario en pleno auge, el libro de caballerías. Si no es fácil reducir a un solo motivo la intención que impulsó una obra tan compleja, más difícil resulta determinar hasta qué punto alcanzó el creador de la novela moderna éxito en su empeño, si es que era este. El hecho de que la publicación de la Segunda parte del ingenioso caballero don Quijote de la Mancha suponga un antes y un después en la popularidad del género no es bastante argumento, sin embargo, para afirmar que haya sido Cervantes el responsable de su declive, aunque sí contribuyó a forjar una imagen de que es literatura de segunda división entre las generaciones posteriores.

Y es que los libros de caballerías constituyen uno de los productos más sobresalientes de la narrativa de ficción del siglo XVI en España y, sin duda, el más popular: escritores y otros personajes famosos como Juan de Valdés, Diego Hurtado de Mendoza, santa Teresa de Jesús o Carlos V fueron apasionados lectores de estas obras. El propio Cervantes basa su Quijote en un conocimiento del género que habla por sí solo de su popularidad. Aunque los libros eran caros, su lectura se popularizó gracias al alquiler y al intercambio; y la población analfabeta, que no era poca, cuando los oía leer en las plazas se paraba a escuchar. El género constituía la principal lectura de evasión de una época centrada en la expansión territorial por América y su influencia quedó plasmada incluso en topónimos como California (nombre de una isla en un episodio de Las sergas de Esplandián) o Patagonia (que parece derivar del gigante Patagón, que aparece en Primaleón). Su difusión se notó en toda la Europa occidental, donde son numerosas las secuelas y traducciones.

ANTECEDENTES

Los antecedentes del género cabe situarlos en el siglo XIV. Procedente de Francia, la literatura caballeresca, que no es lo mismo que las novelas de caballería, hacia el año 1300 se había extendido por la Península, que recordemos, seguía en plena Reconquista, lo que dificultaba estar al tanto de las corrientes culturales europeas. Se basaba en la materia de Bretaña, en la que se distinguen los ciclos referidos al rey Arturo y los caballeros de la Tabla Redonda, por un lado, y a Tristán e Iseo, por otro, que acabarán confluyendo en la aventura de la búsqueda del Santo Grial. Una temática que arraigó antes que en Castilla en Galicia y Portugal, decía José García López en 1962 que debido al «temperamento lírico y soñador de este pueblo». En sus orígenes están los romances legendarios, que a su vez proceden de los cantares de gesta, y con los que los libros de caballerías comparten asuntos, según Marcelino Menéndez Pidal.

Con esta materia, añadiéndole el molde formal narrativo que le prestó la historiografía que desarrolló Alfonso X el Sabio, ve la luz el primer antecedente del género, fechado en 1300. El libro del caballero Zifar -no es todavía un libro de caballerías: en él se mezclan los exemplos de la literatura didáctica, como los de El conde Lucanor, los sermones y los castigos (consejos) con las hagiografías y la narración épica, pero al tiempo se basa en la materia artúrica y desarrolla al menos tres historias paralelas-, pero es una obra clave, pues puede considerarse el primer texto narrativo peninsular y pone las bases de los futuros libros de caballerías.

AMADÍS

En el contexto de la literatura caballeresca del siglo XIV nace el Amadís de Gaula. Aunque la obra original -que algunos, entre otros Menéndez Pelayo, atribuyen al poeta gallego Juan de Lobeira e incluso dudan si no se habrá escrito en esta lengua- se ha perdido, circulaban de ella distintas versiones y continuaciones. Hasta que, reinando los Reyes Católicos, el regidor de Medina del Campo Garci Rodríguez de Montalvo aborda, quizá por indicación de Isabel la Católica, la tarea de reelaborar y enmendar los tres libros que conocía y ampliarlos. Parece que hubo una primera edición en torno a 1496, pero la primera conservada es la de 1508, fecha que verás habitualmente unida al título Los cuatro libros del muy esforçado e virtuoso caballero Amadís de Gaula.

 Respecto al Zifar, el Amadís prescinde de los elementos típicamente medievales (consejos, sermones, etcétera) para ceñirse a la mera aventura, la acción, y la trama amorosa (basada en el amor cortés).

Como dice el cura vecino de Alonso Quijano, los libros de caballería toman principio y origen del Amadís, «el primero de caballerías que se imprimió en España» y uno de los pocos que se salva de la quema en el capítulo VI del Quijote. Más adelante, Montalvo aún redactó una continuación de su obra, centrada en el hijo de Amadís: Las sergas de Esplandián. Siguieron otras muchas continuaciones, ya de otros autores, que elegían a otros protagonistas: Lisuarte de Grecia, Amadís de Grecia, Florisando, Silves de la Selva y que llegaron a imprimirse como libros añadidos al Amadís. Y se publicaron continuaciones de las continuaciones e imitaciones innumerables a lo largo de la primera mitad del siglo XVI que dan cuenta del éxito del primer libro de caballerías, el de Montalvo.

El éxito del «Amadís»

Sebastián de Covarrubias definió los «libros de caballerías [como] los que tratan de hazañas de caballeros andantes, ficciones gustosas y artificiosas de mucho entretenimiento y poco provecho» (Tesoro de la lengua castellana). No se trata de un fenómeno aislado (sí único) en su época, en la que convive con otros géneros de aventuras que también narran acciones maravillosas.

Los libros de caballerías cuentan las hazañas ficticias de caballeros andantes (que van en busca de aventuras) fabulosos. Su éxito se debe, además de a las razones aportadas por Covarrubias, a que sus protagonistas alimentan la nostalgia de tiempos pasados de la sociedad cortesana de la época, antes centrada en la guerra y entonces transformada en una clase refinada, cuyos ideales son el amor y el esfuerzo heroico individual encarnados en la aventura caballeresca. Un vago lirismo y un ambiente de fantasía y misterio, típicos de la literatura céltica, rodeaban estas narraciones.

El caballero andante es el prototipo de héroe y de fidelidad amorosa que busca fama y honor combatiendo contra otros caballeros y contra seres fantásticos, como gigantes y dragones. Para adornar aún más su figura, se convertirá, en sus largos viajes por lejanas tierras, en paladín de los oprimidos. Todo con la finalidad última de merecer el amor de su dama. El código moral, impulsado por su espíritu de sacrificio y la adoración casi mística de su amada, se entrelaza con el de la novela sentimental.

LA OPINIÓN DE CERVANTES

Es frecuente que el autor finja, en lugar de ser testigo de los hechos, haber encontrado un manuscrito en lengua extranjera, lo que hará necesario un traductor, pero permitirá a otros autores crear continuaciones que dan un vuelco sorprendente a la historia a partir del hallazgo de nuevos manuscritos, que contradicen y ponen de mentiroso al anterior.

En sus tiempos fueron muchos los que criticaron la inverosimilitud, la inmoralidad y el estilo descuidado de las novelas de caballerías. Un pasaje del Quijote recoge esta opinión en un diálogo entre el canónigo de Toledo y el cura que transcurre mientras don Quijote se cree encantado: «Verdaderamente, señor cura, yo hallo por mi cuenta que son perjudiciales en la república estos que llaman libros de caballerías […]. Y puesto que el principal intento de semejantes libros sea el deleitar, no sé yo cómo pueden conseguirle, yendo llenos de tantos y tan desaforados disparates […]. Son en el estilo duros […], en los amores, lascivos […], necios en las razones […] y, finalmente, ajenos a todo discreto artificio» (primera parte, capítulo XLVII).

Estas valoraciones forjaron una imagen que minusvalora los libros de caballerías, por lo que la crítica los ignoró, salvo un grupo reducido que, curiosamente, son los que el cura y el barbero salvan en el famoso escrutinio de la biblioteca de Alonso Quijano en el capítulo VI.

Actividades

  • Para saberlo todo todo sobre los libros de caballerías, visita el portal Libros de caballerías, desde donde es posible, incluso, acceder a versiones digitales de algunos de los títulos más conocidos: http://www.cervantesvirtual.com/portales/libros_de_caballerias/
  • En esta misma web busca un artículo titulado «Libros de caballerías castellanos: textos y contextos», de José Manuel Lucía Megías. En él podrás consultar un listado de todos los libros de caballerías conocidos.
  • Hemos mencionado algunos personajes y temas que no hemos podido explicar con detenimiento, pero que conviene conocer un poco mejor para entender esta literatura. Con ayuda del anterior enlace y de la Wikipedia, investiga quién o qué son el rey Arturo, Tristán e Iseo, el Santo Grial, la literatura hagiográfica, «El conde Lucanor» del príncipe don Juan Manuel, la Reconquista.
  • Investiga quién fue Juan de Lobeira, a quien se atribuye la primera redacción del «Amadís».
  • En Youtube puedes ver un vídeo sobre el Amadís de Gaula: http://bit.ly/2n9CYuk