Los alimentos que nunca compra un nutricionista: de las pastillas de caldo al aceite de girasol

Lucía Cancela
Lucía Cancela LA VOZ DE LA SALUD

VIDA SALUDABLE

Imagen de archivo de un supermercado en Londres.
Imagen de archivo de un supermercado en Londres. TOLGA AKMEN | EFE

El experto también explica aquellos que sí añade a su cesta del supermercado

30 abr 2024 . Actualizado a las 17:10 h.

Ir a la compra priorizando la salud puede ser más complejo de lo que uno piensa al mirar el etiquetado de algunos productos. Está claro que la cesta perfecta no existe —ya que el patrón alimenticio se debe adaptar a la persona y no al revés—, sin embargo, hay alimentos que, desde el estricto punto de vista nutricional, son peores que otros. El dietista-nutricionista y doctor en Ciencias de la Actividad Física y del Deporte Àlex Yáñez de la Cal cuenta cuáles son sus más y menos imprescindibles.

1. Pastillas de caldo de sopa

La primera de las opciones que nunca escoge de los estantes del supermercado son las pastillas de caldo de sopa ya que, según el experto, los ingredientes saludables brillan por su ausencia. Contienen potenciadores del sabor, como glutamato monosódico o extracto de levadura, «que son lo mismo y se han relacionado con histaminosis, mayro riesgo de alergia y asma, problemas digestivos y mayores dolores de cabeza y migraña», indica el nutricionista. Se ha comprobado que el glutamato monosódico potencia la acción de comer «hasta en un 140 % porque potencia el sabor», lo que contribuye a desregular el apetito, «y consigue que la persona acabe comiendo más», añade.

En suma a estos potenciadores, estas pastillas de caldo también suelen contener altas cantidades de sal, «ya que de 20 gramos que pesan, acostumbra ser el segundo ingrediente»; y, además, utilizan en sus envases reclamos publicitarios de natural o casero. «Estas dos etiquetas no están reguladas», indica el dietista-nutricionista.

2. Barritas de pescado

El siguiente producto en su lista son las barritas de pescado, «que directamente no llevan pescado, sino sucedáneos de muy mala calidad, como las vísceras añadidas en una barrita, con algo de aceite para lograr que se compacten un poco más», detalla el experto. Precisamente, Yáñez de la Cal recuerda que los lípidos que contienen son de mala calidad, como los aceites de girasol o de palma. El primero no es recomendable, debido a su alto contenido en Omega 6, ni en crudo ni en cocinado, pese a las muchas veces que aparece en la cocina. «El problema reside en que se transatura muy rápidamente», indica. Por su parte, el de palma, también supone un alto aporte de este tipo de grasas.

El color rojo, lejos de lo que se suele pensar, no se debe al cangrejo, sino a los colorantes. En concreto, el nutricionista explica que este producto suele contener rojo carmín (E-120), «un colorante prohibido en Japón, Estados Unidos y Noruega», ejemplifica.

3. Azúcares como la fructosa y edulcorantes como la sacarina

De igual forma, en su lista de la compra habitual, intenta evitar los azúcares y la mayoría de los edulcorantes. En los primeros, incluye la larga lista de distintas denominaciones con las que aparece en las etiquetas, entre ellos, «dextrosa, maltodextrina, glucosa, fructosa, panela, sirope, jarabe, azúcar de coco, de caña o néctar». Pero también, recomienda no adquirir aquellos productos que contengan, como ingrediente, «zumo de fruta, lactosa, leche desnatada en polvo, concentrado de fruta, sacarosa o caramelo», describe.

Eso sí, una breve aclaración. La fructosa como endulzante añadido se aleja de su presentación como parte de la fruta, «en este segundo caso, es propio del alimento, y va acompañada de vitaminas, minerales, fibra y antioxidantes», indica.

Si bien en ocasiones algunos productos pueden contener bajas cantidades de azúcar, y que, por lo tanto, no presentan problema alguno, el nutricionista sigue considerando esa opción como algo no saludable, «porque en el fondo, lo único que pretenden los azúcares añadidos es endulzar y potenciar el sabor del producto», apunta.

El profesional de la nutrición tampoco consume ningún tipo de edulcorante, salvo eritritol, estevia o sucralosa. ¿La razón? Estas últimas opciones son las que menos problemas digestivos llevan asociados.

4. Comida precocinada 

De las neveras y congeladores, no tiene por costumbre comprar la comida preparada. Ni lasañas, ni pizzas, ni empanados. Si bien existen excepciones que ha ido encontrando en algún supermercado, la mayoría «llevan mucha cantidad de aceites poco saludables, como el de girasol, así como de sal, porque la finalidad es que el producto se conserve tanto tiempo como sea posible, con el mejor aspecto y sabor», precisa. A su vez, y de nuevo, aparecen los conservantes y potenciadores del sabor. 

Caso aparte son las verduras y frutas congeladas, un producto a veces demonizado. «Esa idea corresponde a una leyenda, porque no hay ninguna evidencia científica que nos indique que no tengan las mismas vitaminas, minerales y propiedades que las frescas», contempla. 

5. Aceite de girasol y otros refinados

Por último, el especialista no suele utilizar aceites refinados, como el de girasol, de soja, de maíz e, incluso, «el de oliva sin ser virgen o virgen extra. Se denominan lampantes y no tienen ningún beneficio para la salud», indica. De igual forma, recuerda que si alguien desea consumir aceite de nuez, lino o sésamo, estos deben ser prensados en frío y evitar la mezcla de varios.

Cinco alimentos que sí recomienda

Momento para la situación contraria. ¿Qué alimentos o productos no pueden faltar en la cesta de la compra de este experto? En línea a lo anterior, destaca el papel beneficioso del aceite de oliva virgen o virgen extra, el cual es la mejor opción. «Tiene una mayor cantdiad de antioxidantes y vitaminas que el resto», precisa. Tantas que si tuviese que ponerle una etiqueta sería la de superalimento. 

Yáñez de la Cal continúa hablando de los cereales integrales, de los cuales recomienda cualquier opción, dando prioridad al centeno o a la espelta integral. «¿Qué ha de llevar un buen pan? Cereal, levadura o emulgente y aceite de oliva virgen o virgen extra», indica. Y si es de masa madre y panadería, mejor que mejor.

Además, también habla de otras opciones de pseudocereales, menos conocidas pero, incluso, con mejores propiedades. Se refiere al mijo, el amaranto, al trigo sarraceno, a la quinoa o al teff. «Algunos presentan una mayor cantidad de proteínas, tienen más fibra o vitamina B», precisa. Con todo, recuerda que, siempre que sea de calidad, se puede adaptar al gusto del consumidor.

En su lista hay hueco para la carne. «Si son hamburguesas, por ejemplo, intento que contengan más del 90 % de contenido de carne y evito las que tengan carragenatos, colorantes y grandes cantidades de proteína vegetal, estas últimas no se obligan a indicar», precisa. ¿Cómo puede saberlo el usuario? Mediante el agua que expulsen al cocinarse, «cuando tengan mucha, significará que llevan esta proteína vegetal». Eso sí, el experto recuerda que este añadido no es perjudicial, sino que se usa para dar consistencia y forma a la presentación.

Comer pescado es esencial. Contiene proteínas de buena calidad, que son fácilmente digeribles y asimilables. Además, y en especial el azul, contiene ácidos grasos poliinsaturados omega 3. En general, el pescado también es fuente de minerales como el yodo, el hierro, el magnesio, el calcio, así como de vitaminas A, D y B. Àlex Yáñez de la Cal prefiere escoger el fresco, y para no equivocarse, se fija en tres elementos: el color, el olor y los ojos del pescado.

«Los peces cartilaginosos, como la raya, tienen un color rojizo cuando son frescos, cuando tienden más a un verde azulado significa que ya no lo son», aconseja. Por su parte, los que tienen esqueleto óseo presentan una coloración «que se parece a un brillo metálico con reflejos. Si estos reflejos no aparecen, es que el pescado ha ido perdiendo frescura», añade. El olor a amoníaco también indica un mal estado, como también lo hace que los ojos del animal estén opacos, empañados o carezcan de transparencia.

Por último, del terreno de frutería y verdulería, menciona a las legumbres en cualquiera de sus presentaciones. «Si vienen en conserva, evito que lleven metabisulfitos y EDTA. Intento que solo aparezca, en sus ingredientes, la propia legumbre, agua y sal», indica. Este alimento tiene un alto contenido en fibra, hierro, en proteínas de origen vegetal y además, son ricas en compuestos bioactivos, como sustancias fitoquímicas y antioxidantes. Una dosis de salud en forma de semilla.

Lucía Cancela
Lucía Cancela
Lucía Cancela

Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.

Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.