«Decidimos reimplantar la mano en O Barco porque era su única opción»

María Cobas Vázquez
MARÍA COBAS O BARCO / LA VOZ

LEMOS

LOLITA VÁZQUEZ

Un trabajador de la pizarra fue en 1988 el primer gallego sometido a una operación de estas características

13 abr 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

La semana pasada Orlando Saavedra leía la información sobre el reimplante de una mano que habían hecho en Povisa a un trabajador del AVE que había sufrido un accidente laboral, y su mente viajaba en el tiempo hasta 1988. En aquel año, el ahora cirujano jubilado y concejal del PSOE en O Barco era un joven médico que había llegado cuatro años a Valdeorras para poner en marcha el Hospital Comarcal. Y llegó un caso parecido. Operaron al paciente. Salió bien. Y se convirtieron en pioneros. Los primeros en Galicia, y en España (solo había habido «uno o dos» intentos anteriores, dice el médico).

Al hospital barquense llegó un trabajador de la pizarra al que se le había caído encima la tolva de un cazo, y «como un cuchillo», recuerda Saavedra, le había seccionado la mano. Esta llegaba en buen estado, porque se habían ocupado de meterla en hielo. Y en el hospital un grupo de jóvenes (la mayoría menores de 40 años) médicos especialistas decidieron que podían hacerlo. «Estaba el traumatólogo, nos miramos y dijimos que sí. Lo mismo pasó con el anestesista y los demás», dice Saavedra. Fueron, reconoce, «cosas que improvisamos» porque no existía «un protocolo».

El cirujano dice que él mismo se vio capaz de hacerlo. «Me formé y era muy hábil; tenía buena vista y sabía las técnicas», señala. Sus compañeros también. «Teníamos la sensación de que podíamos hacerlo», cuenta sin dejar traslucir ni un atisbo de ego, solo un compromiso con un trabajo en el que trataba de ser el mejor por el bien de su paciente.

Catorce horas de intervención

Además, para echarles para atrás no había nada. Operarle era la única opción de que el herido conservase su mano. Hay que pensar que hace casi 30 años no había servicio de helicóptero -que sería el que se encargaría ahora del traslado del paciente- y que la carretera a Ourense era la que va por Trives. Fue algo así como que la mano ya estaba perdida. «El traslado era un riesgo», defiende. Y aplicaron aquello de que «como no sabían que era imposible, lo hicieron». Y tanto. Fueron 14 horas de operación en la que el anestesista también jugó un papel fundamental. Apostó por dormir solo el brazo, para asegurarse de que el paciente soportaba una intervención tan larga.

«La mano estaba unida por el nervio mediano, que te hace tener la posibilidad de recuperarlo», señala Saavedra. «Una vez hecha la revascularización, la estabilización ósea, y después recuperación de tendón y músculos», rememora. Finalmente, para proteger de posibles necrosis, decidieron meter la mano dentro de la barriga del paciente, cubriéndola con un túnel de piel. «Fuimos aplicando lo que sabíamos», recuerda. Cabe señalar en este sentido que en aquel entonces en el hospital de O Barco se habían prótesis (y no en la capital, por ejemplo), estaban empezando con la endoscopia y en Rayos contaban con la primera reveladora a luz de día de Galicia. Además, había personal joven y muy formado, procedente de diferentes puntos del mundo. «Costaba conseguir gente para el hospital, así que venía mucha gente de fuera», rememora.

Una larga recuperación

La operación fue un éxito. Recuerda que su paciente (un hombre de más de 50 años al que después perdió la pista porque al ser vecino de Ponferrada continuó su tratamiento en León) pronto empezó a hacer la pinza, y cuando dejó de tratarle, unos dos años después de la intervención, movía los dedos y daba la mano. Porque, incide Saavedra, lo que hay que tener claro es que la recuperación es un proceso largo. Y considera fundamental el apoyo psicológico al paciente.

También llegaron casos que no tuvieron el mismo final feliz. Como un hombre al que el tren le había seccionado las dos piernas. «No fue posible salvárselas», recuerda. Después, algún reimplante de dedo, y microcirugías, pero nada como el brazo. ¿Fue aquel el mayor logro de su carrera? Mediáticamente sí, dice, porque la noticia pronto se conoció. Y ser los primeros los convirtieron en referencia nacional. ¿Y como médico? «La época de cirujano [en el año 90 un brote de artritis le obligó a dejar de operar y se pasó a la gestión clínica], cada paciente que salvabas te llenaba de satisfacción. Es un saldo muy positivo, gente que anda por la calle y que podría no estar», señala.

orlando saavedra cantillana cirujano jubilado