El ganadero de Chantada atribuye a una bacteria la muerte de sus vacas

Carlos Cortés
Carlos Cortés CHANTADA

LEMOS

Carlos Cortés

Asegura que empezó a alimentarlas solo con hierba verde porque el bajo precio de la leche lo dejó sin dinero. Y asegura que si no retiró los cuerpos fue porque tuvo que dejar de pagar el seguro agrario a causa del retraso en el pago de las subvenciones de la PAC

30 abr 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Como cada vez producía menos leche y se la pagaban peor, fue recortando gastos. Acabado el pienso, llegó un momento en que solo pudo alimentar a sus vacas con hierba y un pequeño complemento a base de paja, así que los animales dejaron de dar leche. Cuando en marzo una enfermedad diezmó su granja ya había cancelado el seguro que le garantizaba la recogida gratuita de los cuerpos y no disponía de 6.000 euros para pagarla de su bolsillo. Ese es, en resumen, el relato con el que se defendió el viernes en el juzgado el propietario de la granja de Chantada en la que a principios de mes aparecieron 39 vacas muertas en diferente grado de descomposición. Compareció como investigado por maltrato animal.

Es la primera vez desde que trascendió lo ocurrido que el ganadero cuenta públicamente su versión de los hechos. Aunque en realidad él solo habló dentro del juzgado de Chantada, ante la jueza que instruye el caso, su abogado defensor y el que representa a las asociaciones de defensa de los animales que lo acusan no solo de maltrato, sino también de delito ecológico por dejar que los cuerpos se pudriesen. El ganadero, un hombre de 46 años que lleva diecisiete trabajando él solo en su granja, se presentó en el juzgado caminando ágilmente pero ayudándose con unas muletas. Llevaba la cara oculta tras un gorro de lana, una bufanda y unas gafas de sol. Cuando salió dos horas después iba igual de tapado y no quiso contestar a ninguna pregunta, lo mismo que al entrar.

Habló por él su abogado, Fernando Lamela, que describió a su cliente como un ganadero experimentado, pero sobrepasado por la crisis del mercado lácteo y por una plaga repentina que acabó con 39 de sus 67 reses en poco más de dos semanas, entre el 16 y el 30 de marzo. Su defensor no apeló a problemas psicológicos, aunque quizá dejó la puerta abierta a hacerlo más adelante cuando apuntó que los dolores que sufre en una pierna, derivados de un antiguo accidente de trabajo, le obligaron a incrementar hace unos meses su dosis diaria de morfina.

Dentro del juzgado, la jueza lo puso en apuros al mostrarle fotografías que parecen reflejar una granja en muy malas condiciones de habitabilidad, con gruesas capas de purín endurecido o el pasillo de alimentación lleno de excrementos. Él contó que su situación económica fue empeorando hasta que el año pasado tocó fondo. En septiembre decidió secar sus vacas, dejarlas sin el aporte de proteína a base de pienso que las hace producir leche a niveles industriales. Siempre según su versión, el 21 de diciembre se gastó el último dinero que le quedaba en una partida de 18.000 kilos de paja. Al final ya solo las alimentaba con hierba verde, pero él cree que podían haber sobrevivido con eso. Lo que las mató, dice, tuvo que ser una bacteria anidada en un silo de forraje. Era marzo y, como todos los ganaderos, estaba esperando a cobrar las subvenciones de la PAC del 2015, pero como no llegaron tampoco pudo renovar el seguro que le habría permitido sacar los cadáveres. Y si envió a las supervivientes al matadero fue porque en la Consellería de Medio Rural le dijeron que solo podía hacer eso o dejar que se las incautasen.

Sus explicaciones no convencen a la acusación particular. El abogado Víctor Valladares, representante de los refugios de animales que se ofrecieron infructuosamente a hacerse cargo de las vacas vivas, las considera «absolutamente contradictorias». Valladares subraya que no hay ningún informe veterinario que avale la tesis de la muerte por bacterias.

Grupos ecologistas elogian la labor de agentes del Seprona

Colectivos ecologistas como Axena y Vox Ánima mostraron su agradecimiento a los agentes del Seprona destinados en la comarca de Barbanza por su implicación en el rescate de las 15 vacas de Boiro que malvivían en una cuadra desde hace tiempo. Destacaron su compromiso y el hecho de que lograran que el propietario del ganado, al que un juzgado retiró la custodia, se implicara en dichas tareas.