¿Pudo frenarse a tiempo la erosión en la zona quemada de O Courel?

Francisco Albo
francisco albo QUIROGA / LA VOZ

LEMOS

Una foto de la zona siniestrada tomada el 27 de julio del 2015, antes de que el incendio fuese extinguido
Una foto de la zona siniestrada tomada el 27 de julio del 2015, antes de que el incendio fuese extinguido

Investigadores del CSIC creen que tendría que haberse hecho alguna tentativa para proteger los suelos

30 abr 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Después del incendio que arrasó el pasado verano una amplia zona de monte del valle del Lóuzara, en la sierra de O Courel, no se llevó a cabo ninguna intervención para intentar frenar la erosión de las laderas que quedaron totalmente desprovistas de cubierta vegetal. El biólogo Javier Guitián -que esta semana pudo comprobar que las lluvias de los últimos meses causaron una fuerte pérdida de suelos en las áreas calcinadas- piensa que una operación de este tipo no habría tenido éxito debido al relieve sumamente escarpado de la zona. Sin embargo, los miembros de un grupo de estudio sobre suelos quemados del Instituto de Investigaciones Agrobiológicas de Galicia -dependiente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC)- consideran que la Consellería de Medio Rural al menos debió haber intentado algo en este sentido.

«Tratándose dunha zona de grande valor ambiental como é a Serra do Courel e tendo en conta a situación de alto risco de erosión que existía, debíase ter feito algunha tentativa aínda que as posibilidades de éxito fosen moi pequenas», apunta el biólogo y edafólogo Serafín González, integrante de este equipo y por otra parte presidente de la Sociedade Galega de Historia Natural. En los últimos años, su grupo de investigación realizó varias experiencias de este tipo en diferentes zonas de Galicia, que consistieron en cubrir con paja los suelos quemados.

Zonas de fuerte pendiente

González admite que los terrenos donde se efectuaron estas pruebas no son tan empinados como las laderas del valle del Lóuzara. «Pero si fixemos algúns experimentos que tiveron éxito en zonas de montaña con pendentes moi fortes, de en torno a un 60%, e onde as chuvias tamén son abundantes», añade. Estas intervenciones se llevaron a cabo hace unos años en las cercanías del parque natural de O Invernadeiro, en Ourense.

El investigador puntualiza que una operación de esta clase no puede ser efectiva en las zonas más abruptas -en el área quemada del valle del Lóuzara hay paredes prácticamente verticales- pero cree que podría haber tenido algún efecto positivo si se realizase en las partes más altas de los montes. «Se funcionase aínda que só fose dunha forma parcial, polo menos poderíase ter conseguido que chegasen menos arrastres de terra e cinza ás zonas baixas e que a erosión fose menos intensa», dice. «Tamén se podía intentar formar barreiras con balas de palla ou de febra de coco nos lugares con menos pendente», agrega.

Por otro lado, Serafín González considera que aunque no haya ninguna certeza de que estos métodos hubiesen podido ser útiles en la zona incendiada de O Courel, habría sido preferible echar mano de ellos a no hacer nada. «Pode ser que estas intervencións non tivesen ningún éxito, pero ata que non as levemos a cabo non o podemos saber», comenta. «O que estaba claro é que unha situación como esta, cunha zona incendiada e desprovista de cuberta vexetal e unha temporada moi seca seguida dun inverno moi chuvioso, tiña todos os ingredientes para un cóctel de erosión e degradación», apostilla.

Una restauración muy difícil, pero que es aconsejable intentar

Los responsables del grupo de investigación de suelos del CSIC opinan que una vez que se ha comprobado que los terrenos quemados del valle del Lóuzara están sufriendo una fuerte erosión, habría que estudiar alguna forma de restaurar al menos una pequeña parte de la cubierta vegetal perdida, aunque esta posibilidad parezca ahora muy remota. «Sería conveniente examinar ben a zona incendiada e ver en que medida se conservaron os solos nas partes menos empinadas», señala Serafín Rodríguez. «Se fose posible, habería que replantar as áreas menos danadas coas plantas que os botánicos que coñecen ben a zona consideren máis adecuadas», añade el investigador.

Por otro lado, Rodríguez opina que habrá que esperar a que esté más avanzada la primavera para ver si la vegetación consigue rebrotar de forma natural, por poco que sea, en las zonas eventualmente menos degradadas. Tanto si esto sucede como si se decide hacer replantaciones -indica por otro lado-, sería necesario extremar desde ahora la vigilancia en el valle del Lóuzara para que no vuelva a sufrir incendios. «Se unha mesma zona arde máis dunha vez, a degradación dos solos pode chegar a ser extrema», apunta.

En cualquier caso, dice Rodríguez por otro lado, merece la pena esforzarse para que el territorio quemado se recupere dentro de lo posible. «Trátase dunha zona de moito valor ecolóxico e ademais é unha área de apicultura tradicional que podía seguir aproveitándose hoxe para esta actividade, polo que a súa degradación non é só unha grave perda ambiental senón tamén económica», indica.