«Un judío converso de Monforte fue acusado en 1539 de azotar un crucifijo»

Francisco Albo
francisco albo MONFORTE / LA VOZ

LEMOS

CARLOS CORTÉS

El investigador de la historia local acaba de publicar la primera obra monográfica sobre la antigua comunidad hebrea monfortina

30 mar 2017 . Actualizado a las 12:32 h.

El 7 de abril -a las 20.30 horas- se presentará en el Centro do Viño da Ribeira Sacra el libro Los judíos y conversos de Monforte de Lemos, la primera obra monográfica sobre la historia de la antigua comunidad hebrea de la ciudad. La obra ha sido editada por la editorial Agrasar y está a punto de salir de la imprenta. Su autor, el investigador Felipe Aira Pardo, editó anteriormente en diversas publicaciones numerosos trabajos sobre la historia de los judíos monfortinos, que dieron pie a que el municipio ingresase en la red Caminos de Sefarad.

-¿Este libro es una recopilación de sus anteriores estudios?

-No, es una obra totalmente nueva, aunque los artículos que publiqué aprovechaban algunos materiales que fui encontrando en mi investigación, que empezó a finales de los noventa. Seguramente es posible encontrar aún más datos históricos sobre los judíos y conversos de Monforte, pero pensé que ya era hora de reunir todas estas investigaciones en un libro.

-¿Qué importancia demográfica tuvo la comunidad judía monfortina?

-Por la documentación que conseguí encontrar, era una comunidad muy pequeña, formada por unas cuantas familias. Pero los judíos y conversos, aunque fuesen muy pocos, estuvieron presentes en Monforte durante siglos y tuvieron mucha importancia en la vida local. De esta presencia quedaron muchas huellas en forma de documentos históricos que están dispersos en diferentes lugares.

-En Monforte se contaban leyendas denigratorias sobre los judíos. ¿Habla de ellas en su libro?

-Sí, y menciono un episodio muy curioso relacionado con la tradición local del Cristo de los azotes, que dice que un crucifijo de madera dio voces de socorro cuando lo estaban azotando unos judíos de Monforte en su sinagoga. Es una leyenda, claro, pero está relacionada con un hecho histórico real. Hay documentos que indican que un converso monfortino fue acusado en 1539 de azotar una imagen de Cristo que tenía en el desván de su casa, en la calle Falagueira. Se trataba del comerciante Jorge de Gaibor, miembro de una antigua familia de judíos y conversos. Por este motivo fue obligado a ir a declarar al tribunal de la Inquisición en Valladolid. En esa época la Inquisición aún no estaba establecida en Galicia. Durante el viaje cayó muy enfermo y tuvo que volver a toda prisa a Monforte, donde murió al poco tiempo.

-¿Se sabe cómo llegaron a propagarse esas leyendas?

-Fueron fomentadas para dar una imagen negativa de los judíos y dan una idea de cómo era la mentalidad dominante en esa época. En el desaparecido convento franciscano de San Antonio -situado en la actual plaza del mismo nombre- se exhibieron durante mucho tiempo dos crucifijos. Uno de ellos era el supuesto Cristo de los azotes y del otro se decía que había sido sumergido en una caldera de agua hirviendo por una mujer judía que hacía la colada y que quería destruir la belleza de la imagen. Pero según la leyenda, por más que lo intentó, el crucifijo salía milagrosamente a la superficie una y otra vez, y la mujer fue castigada. Un cronista de la orden franciscana, fray Jacobo de Castro, visitó el convento en el siglo XVIII y mencionó la existencia de esos crucifijos. Seguramente siguieron allí hasta que el convento fue asaltado y saqueado por tropas francesas en 1809.

-¿Cómo estaban integrados los judíos en la sociedad monfortina?

-Las familias judías no vivían en un barrio separado, sino que sus viviendas estaban repartidas en las mismas calles en las que vivían sus vecinos cristianos. Se sabe que en muchos casos vivían en casas arrendadas que pertenecían al convento benedictino de San Vicente, que por lo que parece no tenía ningún problema en alquilar esas viviendas a los judíos. No ocurría lo mismo con el obispado de Lugo, que también poseía casas en Monforte. Hubo también judíos que estuvieron al servicio de los condes de Lemos como recaudadores, tesoreros o secretarios, y otros llegaron a ser alcaldes, como algunos miembros de la familia Gaibor.

Alquiler de casas a vecinos llamados Moshé, Esther e Isaac

Felipe Aira dice que en sus investigaciones sobre los judíos de Monforte tuvo que partir casi de cero, ya que con anterioridad solo se habían publicado algunas referencias muy breves en obras de diversos escritores, como Germán Vázquez, Manual Hermida Balado o José Ramón Ónega.

-¿A qué fuentes recurrió para obtener sus informaciones?

-Investigué en diferentes archivos históricos, como los del Ayuntamiento de Monforte, la parroquia de A Régoa, la diócesis de Lugo, el Arquivo do Reino de Galicia y la Real Chancillería de Valladolid. Tras la expulsión de 1492 hubo familias que se bautizaron y siguieron viviendo en la ciudad como conversos, aunque en muchos casos fueron perseguidos como sospechosos de seguir practicando en secreto su antigua religión. Hubo familias de origen monfortino que también sufrieron persecución en diversas partes de España. Sobre estos casos me documenté en el Archivo Histórico Nacional, en la sección correspondiente a la Inquisición. También hay muchos datos de interés en colecciones privadas de antiguos documentos que conservan algunas familias de Monforte.

-En los tiempos anteriores a la expulsión, ¿cómo se diferencia en los documentos a los vecinos judíos de los que no lo eran?

-Sobre todo gracias a los documentos de arrendamiento de casas, porque a menudo se indica la condición de judíos de los vecinos. Por ejemplo, se sabe que a mediados del siglo XV vivían en la calle Zapaterías unos vecinos que fueron nombrados en los documentos como «Moshé, judyo» y «Esther, la judía», y que en la rúa Nova -la actual calle Abelardo Baanante o Calexa- estaba la casa de un judío llamado Isaac Chamizo. Esta casa fue comprada a un cristiano llamado Ruy López, contra el que hubo una querella por haber traspasado una propiedad a una familia de judíos. También localicé otras viviendas en sitios como las calles Falagueira y Pescaderías o la de los Ferreiros, que hoy corresponde a la parte alta de la plaza de España.