Una mujer víctima de un robo en su casa en Chantada: «Levanteime con medo, pensaba que me podían pegar un tiro»

CArlos Cortés, Roi Fernández CHANTADA / LA VOZ

CHANTADA

Visita Lamas, en una ventana de su casa este jueves, doce días después de que unos ladrones la asaltasen durante la noche
Visita Lamas, en una ventana de su casa este jueves, doce días después de que unos ladrones la asaltasen durante la noche CARLOS CORTÉS

Una octogenaria de Chantada cuenta cómo la asaltaron unos ladrones en su casa y le robaron 3.000 euros después de que le taparan la cabeza con una manta y le ataran las manos con el cable del cargador de un móvil

08 abr 2021 . Actualizado a las 20:14 h.

Visita Lamas tiene 82 años y siempre ha vivido en la misma casa de la aldea de Piñeiro. Como muchos otros pueblos de la comarca de Chantada y de todo el interior de Galicia, Piñeiro se ha ido vaciando y ahora ya solo tiene tres viviendas habitadas, pero ella nunca había sentido miedo. Hasta el pasado Domingo de Ramos, cuando unos ladrones la asaltaron durante la noche, la amenazaron y le robaron 3.000 euros después de dejarla maniatada.

Ella calcula que ocurrió a eso de las dos de la mañana. Llevaba tiempo metida en cama pero todavía no se había dormido de todo, porque estaba oyendo Pensando en ti, un programa nocturno de la Radio Galega. De repente, notó que le tapaban la cabeza con una manta. Pensó que estaba soñando y trató de destaparse, pero alguien se lo impedía. Ese alguien le dijo que no lo mirase y le preguntó dónde guardaba las joyas y el dinero.

Visita ni se planteó oponer resistencia. Tampoco dijo nada, se limitó a señalar con el brazo hacia el mueble de su habitación en el que guardaba 3.000 euros en metálico. Los ladrones dieron enseguida con el botín, pero en vez de marcharse se tomaron su tiempo para comprobar si había algo más. Miraron en todos los cajones, lo revolvieron todo un poco y solo se fueron media hora después, cuando se convencieron de que no había nada más de valor.

La víctima no hizo ningún intento de sacar la cabeza de debajo de la manta, así que no vio a nadie, pero sabe que los ladrones eran al menos dos. Uno el que la inmovilizaba y como mínimo otro que revisó toda la casa. Lo sabe porque podía oír el ruido que hacía al caminar por el suelo de madera de la vivienda, una construcción antigua pero en buen estado, de planta baja y piso superior y situada en la parte baja de Piñeiro, una aldea de la parroquia de Bermún, en el norte del municipio de Chantada, cerca ya de las laderas que suben al monte Faro.

Los ladrones fueron lo suficientemente hábiles como para que nadie les viese. Probablemente dejaron el coche fuera del pueblo y evitaron la carretera para acercarse a la casa. Después de subirse a un tejadillo, rompieron el cristal de una de las ventanas del primer piso y entraron. Todas tienen contraventana, pero en esa en concreto había quedado abierta.

Visita supo mantener la calma. Decidió que no tenía sentido tratar de ocultar el dinero y se limitó a aguantar hasta que se marcharon. Antes de irse, el que la había inmovilizado cogió el cable del cargador del móvil de la mujer y le ató fuertemente las manos con él. Antes de irse, le dijo que no se moviese. Y ella no se movió. Permaneció varias horas acostada en su cama y sin intentar salir de allí, pero tratando de liberarse lentamente de sus ataduras. «Funme levantando pouco a pouco con medo, porque pensaba que me podían pegar un tiro». Cuando por fin se soltó y tuvo claro que los asaltantes ya no estaban, salió de la casa y llamó a gritos al vecino que vive a su lado. Eran las cinco de la mañana y habían pasado ya tres horas desde que empezó el asalto.

Pero su vecino dormía y no consiguió despertarlo, así que volvió a su casa y esperó tres horas más, hasta las ocho. A esa hora empezaba a amanecer y su vecino ya se había levantado para ir a trabajar. En cuanto Visita le contó lo que había pasado, él llamó por teléfono a la Guardia Civil. Ella no había podido hacerlo porque pensó los ladrones habían cortado el cable de su teléfono fijo y no consiguió encontrar su móvil. Pensó que también se lo habían robado, pero después lo encontró medio escondido en una esquina. Se lo habían roto a golpes para que no pudiese pedir ayuda.

La Guardia Civil llegó enseguida y a ella se la llevaron al centro de salud de Chantada en una ambulancia para que un médico le mirase las heridas que le hicieron las ataduras y la fuerza que hizo con las manos para deshacer los nudos. Todavía ahora se le ven los hematomas en las muñecas.

La Guardia Civil no ha dado todavía con los ladrones. La descripción que dio Visita no es muy completa, porque la mujer hizo caso de las amenazas y no intentó siquiera mirar a sus asaltantes. Apenas pudo decir nada más que los ladrones hablaban castellano sin acento gallego.

Este jueves habían pasado doce días desde el robo y Visita parecía mantener la misma calma y aplomo que demostró aquella noche. Vivía con sus dos hermanos hasta que los dos murieron, el primero en el 2009 y el segundo en el 2014, los dos por infarto. Después de aquello tuvo miedo de que fuese algo congénito, así que fue al médico. Las pruebas que le hicieron demostraron que su corazón estaba perfectamente. Eso, recuerda ella ahora con humor, volvió a quedar claro la noche del robo. 

No tiene hijos y sus sobrinos viven lejos, así que Visita está acostumbrada a vivir sola. Era consciente del riesgo de que entrasen a robar, pero tampoco vivía pendiente de eso. Ni siquiera después de que hace unos meses alguien accediera a una de las casas del pueblo que solo se ocupan algunos fines de semana y la vaciasen de electrodomésticos en un momento en que no había nadie en su interior. En otra aldea de la parroquia de Bermún unos ladrones robaron maquinaria agrícola en una granja hace no mucho. Nadie parece saber si pueden ser los mismos que el pasado 28 de marzo fueron a Piñeiro.

El carácter de Visita no le deja perder la calma, pero ella admite que las cosas ahora ya no son exactamente igual que antes y que quizás tarden en volver a serlo. «O susto aínda está no corpo, e iso tarde se borra», admite. Eso si, no tiene ninguna intención de irse a ningún sitio. Su cabeza funciona perfectamente y tiene salud de sobra para valerse por sí misma en la casa en la que siempre ha vivido. Recuerda sin asomo de dramatismo lo que le pasó por la cabeza cuando por fin fue capaz de deshacerse de sus ataduras: «Pensei que xa me salvara».