Donde las mouras del castro de Toldaos guardaban los peines

Carlos rueda / francisco albo MONFORTE / LA VOZ

PANTÓN

CARLOS RUEDA

Un curioso elemento patrimonial ha salido a la luz en Pantón

13 abr 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

Un curioso elemento patrimonial ha emergido recientemente en el castro de Toldaos, en el municipio de Pantón. Al desbrozar un vecino de la maleza que cubría el lugar conocido como Os Castros -para facilitar el acceso a unas viñas próximas- han salido a la luz un par de peñascos tallados que llevaban mucho tiempo ocultos y que ocupan un lugar destacado en la tradición oral de la zona.

Las llamadas Penas das Mouras son dos bloques de granito de dimensiones más bien reducidas en los que fueron practicadas unas profundas hendiduras de forma rectangular. En opinión del arqueólogo monfortino Iván Álvarez Merayo, estas muescas son probablemente obra de canteros que intentaron partir estas rocas para aprovecharlas pero dejaron el trabajo sin terminar. En otros peñascos de la comarca que sirvieron de cantera se conservan marcas de este tipo, pero de un grosor mucho menor. Resulta difícil precisar cuando se abrieron estos llamativos agujeros, pero en todo caso fue hace mucho tiempo, ya que los vecinos de más edad del lugar aseguran que ya estaban ahí en tiempos de sus abuelos o incluso de sus bisabuelos.

Una prueba clara de su antigüedad -que posiblemente se remonte a varios siglos- es que las leyendas locales atribuyeron una explicación mítica al origen de estos huecos. Según la tradición, servían nada menos para que las mouras que vivían en el castro guardasen sus peines. Las leyendas dicen asimismo que las mouras solían peinar sus cabellos en un lugar próximo a este, llamado Coladeira das Mouras, donde también hay varios peñascos.

Del castro de Toldaos, por otro lado, no parecen conservarse muchos restos arqueológicos, al menos que puedan verse en la superficie del terreno. Tan solo en algún punto se perciben posibles vestigios de parapetos o fosos. En estas condiciones se encontraba ya en 1929, cuando Ramón Castro López -el célebre párroco de Vilar de Ortelle- publicó un libro sobre las tradiciones y monumentos del municipio en el que menciona este lugar.

En las proximidades de este punto, según los vecinos, hay otros dos peñascos agujereados que actualmente están también cubiertos por la maleza. En este caso podría tratarse de insculturas rupestres del tipo conocido como coviña o cazoleta. A unos trescientos metros del castro se encuentra el lugar de A Escrita, donde hay otro peñasco con marcas y cazoletas que según la tradición son huellas de los pasos de la Virgen. Desde este lugar -añade la leyenda-, se fue al santuario de Augas Santas, donde es venerada.