Juan Marsé: «El cine ha influido a toda la narrativa del siglo XX»

BEATRIZ PÉREZ

FUGAS

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Alguna vez ha dicho que empezó a escribir sin querer, cuando de joven le pedía a su vecina que le pasara a máquina sus manuscritos. Aún hoy no sabe si lo hacía porque le gustaba escribir o porque le gustaba la chica

19 may 2017 . Actualizado a las 09:29 h.

Juan Marsé (Barcelona, 1933), aquel muchacho que entró en la literatura siendo aprendiz de joyero, acaba de publicar Colección particular (Lumen), una recopilación de relatos (que incluye un cuento inédito nacido de un guion de cine) en la que el crítico Ignacio Echevarría, encargado de la selección, ha reunido algunas de las claves del mundo de Marsé, ganador del Cervantes en el 2008. Las «aventis», el cine y su «aliento épico» (en palabras de Echevarría), el humor o la sátira se entremezclan y configuran una especie de vademécum de la literatura del que es el escritor por excelencia del barrio del Guinardó.

-Echevarría abre el prólogo diciendo que le considera un «narrador», figura anterior al novelista. ¿Y usted qué se considera?

-Nunca me ha gustado discutir las opiniones de los especialistas, pero comprendo su propuesta. Él entiende que hay buenos novelistas a los que sin embargo no se les puede aplicar el calificativo estricto de «narrador» porque ponen más énfasis en ciertas formas de estructura y de lenguaje. Cita a Cela como buen novelista pero narrador mediocre -yo estoy de acuerdo-. Y al revés: uno puede ser un buen narrador y no ser exactamente un gran novelista. Por ejemplo, para mí los cuentos de Hemingway son mucho mejores que sus novelas porque Hemingway pone el acento en el arte de contar con orígenes orales.

-En «Colección particular», de hecho, hay un relato que proviene de la tradición oral.

-Sí, Teniente Bravo. Yo lo contaba como una especie de anécdota, de chiste, era algo que me había pasado haciendo el servicio militar en Ceuta durante una instrucción de gimnasia con el teniente Bravo -se llamaba así-. Esto lo conté durante años y tenía mucho éxito; recuerdo que Manolo [Vázquez Montalbán] siempre me pedía que lo contara en comidas con amigos. Finalmente, empujado por él, decidí escribir el cuento. Existe una relación directa entre cierta forma de narrar y la tradición oral.

-A lo largo de su vida ha escrito mucha más novela que cuento y ello pese a que nunca ha escondido su querencia por este género. ¿Por qué esta escasez?

- No tengo la menor idea. Algunos relatos que escribí provenían de un encargo muy abstracto. Por ejemplo, en la época en que hacíamos la revista Por favor me encargaron el cuento El pacto [incluido en Colección particular], que es una historia política. Sin embargo, nunca tuve el deseo de publicar un libro enteramente de relatos, no sé por qué. Siempre estuve muy metido en novela larga. Escribía cuentos en los intervalos entre la escritura de las novelas, que es lo que más me gusta escribir.

- En «El pacto», ambientado en la Transición, escribe usted: «Enfundemos la memoria, nos conviene a los dos. Es la hora de pactar. Por el bien de todos». ¿Siguen vigentes estas palabras hoy?

-Eso parece. En política habrá que pactar siempre, al menos en la política que yo entiendo como tal. Pero ahora puede que esta idea esté más vigente que nunca, pues se nota una falta de pactos, sobre todo en la izquierda, que está bastante dividida y que ha sido la causa de bastantes desastres.

-A menudo concede un papel protagonista en sus cuentos a las «aventis», historias inventadas por niños para huir de la realidad. ¿Por qué?

-La imaginación, tanto si es infantil como si es adulta, es un factor primordial en toda creación literaria. Durante la escritura de Si te dicen que caí [1973], recordé cómo jugábamos cuando éramos niños, en la posguerra, sin apenas juguetes. Pero eso nos llevó a sentarnos y a contar historias relacionadas con los tebeos que leíamos, con las películas que veíamos.

-Historias en las que ustedes instilaban hechos reales.

-Sí, y también memorias familiares. Casi todos teníamos a alguien en el exilio, alguien que había muerto durante la guerra, alguien que estaba escondido. En fin, introducíamos en esas historias elementos de una realidad sórdida que únicamente podíamos entrever, pero que estaba ahí. La «aventis», en tanto que célula literaria que iba a organizar toda la estructura de Si te dicen que caí, fue la gran solución que encontré. Así que la «aventis», esa invención juvenil de la infancia acerca de la realidad mezclada con la ficción, fue la solución.

-«Noches de Bocaccio», no incluido en este libro, nació como otros de sus cuentos por encargo. Fue Beatriz de Moura quien le pidió una reflexión sobre la Gauche Divine.

-Es más bien una parodia de la Gauche Divine. No fue incluido porque Echevarría consideró que no acababa de encajar. Hay otro cuento que sí aparece en este volumen, La liga roja en el muslo moreno, que fue también un encargo, en este caso de Esther Tusquets para un libro sobre relatos eróticos que pensaba encargar a cinco o seis escritores. Pero solo se lo entregamos Ana María Moix y yo, así que el libro al final no salió.

-Y ese cuento erótico supone una rareza en su obra.

-Sí, porque yo nunca había escrito algo así. Esther me lo encargó porque yo era miembro del jurado de La Sonrisa Vertical, la colección de Tusquets dirigida por García Berlanga que publicaba novela erótica. Yo me aburría muchísimo. No encontraba valores literarios en los originales que nos llegaban, lo que leía era una especie de gimnasia sexual que me aburría... Pero cuando Esther me propuso escribir un cuento erótico, acepté y me dije que, si lo hacía, lo haría a fondo. Una vez terminado La liga roja en el muslo moreno -donde afortunadamente hay bastante humor- recuerdo que reflexioné sobre si dejaba a la mujer en una situación degradante. Esther me dijo que de ningún modo.

-El cine siempre ha estado presente en su obra y en esta recopilación de cuentos no iba a ser menos: ahí está, por ejemplo, «El fantasma del cine Roxy». ¿Cómo le ha influido este arte?

-No tengo la menor duda de que hay una gran influencia del cine en mi obra y estoy por decir que en la de cualquier escritor del siglo XX. No es posible desprenderse de la influencia del cine en la narrativa del siglo XX. El cine es un arte narrativo basado en la imagen y, en este sentido, el cine mudo era mejor que el hablado porque se valía solo de la imagen para contar la historia. Hoy el cine está muriendo en manos de la tecnología, pero esta es otra historia.