Viruca Yebra presenta en Madrid su novela sobre la emigración gallega

Pacho Rodríguez MADRID

CULTURA

BENITO ORDOÑEZ

El relato de «El fuego del flamboyán» viaja en el tiempo entre la emigración a Cuba, la aventura, la pasión, la memoria y la historia

25 may 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Personajes que se mezclan con la realidad y la ficción pero que (todos) forman parte de la vida. El fuego del flamboyán, la novela de Viruca Yebra, editada por Almuzara, es eso, una historia tejida entre el tiempo y las personas, entre Galicia y Cuba, en los años cruciales que dieron forma a lo que fue el siglo XX. Y con el añadido de una trama que engancha y dispara directamente a los sentimientos y a las peripecias personales. Esa cercanía se materializó en la presentación del libro ayer en la Casa de Galicia en Madrid, que contó además de con una nutrida concurrencia, con el tono ameno de un encuentro en el que las intervenciones se alejaron del discurso oficial.

Con las palabras sucesivas de José Ramón Ónega, delegado de la Xunta en Madrid; del ex presidente de Efe Alfonso S. Palomares; de Almudena de Arteaga, autora de La princesa de Éboli y que dejó constancia de sus cualidades como entrevistadora y amiga de Yebra, y la propia escritora de Sarria, el acto discurrió trepidante como forma de animar a la lectura de El fuego del flamboyán.

Si las intervenciones de Ónega y Palomares sirvieron para contextualizar en clave literaria, profesional y gallega a la autora lucense, las de Yebra y De Arteaga fueron el toma y daca de dos amigas que se conocen desde hace 18 años a través del Club Internacional de Marbella que dirige la primera. Fue la conversación en torno a un libro pero con una onda expansiva que alcanzaba a todos. Porque Viruca Yebra explicó cómo la literatura sirve para contar historias e incluso hasta las de uno mismo. «Puede que no lo parezca, pero soy tímida. Y pensaba, pero si mis amigas se enteran de estas cosas...», recordaba para confesar que para eso también están los personajes: para contar vivencias, sean de la naturaleza e intimidad que sean. Y ante el público asistente se lanzaba el gancho del amor como punto de atracción del libro. «Hay amores queridos, afortunados, por sorpresa, desafortunados... Hay mucho amor en esta novela», dijo ayer.

El acento gallego no faltó. Y fue tanto en torno al lugar y a algunos asistentes, como en lo que inicialmente plantea el relato. También por las vivencias de los ponentes, que no dudaron en evocar a Manuel Fraga. Incluso se planteó qué le hubiera parecido el libro al desaparecido presidente gallego. Yebra optó por la duda de la modestia aunque quedó claro que «se la hubiera leído», y seguro que con su voracidad lectora.

Se habló de contextos ficcionales en los que subyacen realidades históricas. Almudena de Arteaga incluso interpeló a Viruca sobre si en algunos de los personajes había o no evidencias de rasgos de amigos o amigas. Y ella desveló que algo había de muchos, incluso de ella misma.

El encuentro tenía la proximidad de la lectura cuando se vuelve familiar. Al hilo de las cualidades escénicas que afloran en las tramas de El fuego del flamboyán, Yebra contó que, de ver la novela como si fuera una película, «más que un largometraje podría ser una serie con sus capítulos».

En cuanto al desafío de la escritura, anotó: «Cuando tienes una ilusión más allá de lo que te preocupa te superas a ti misma». El mensaje caló tanto en el aspecto personal como en la ambición literaria. Puede que así dejara la mejor definición de lo que la impulsó como declaración de intenciones. Y que por tanto le sirvió asimismo para componer una historia en la que la imaginación vuela sobre lo reconocible. Como vivencias propias y ajenas pero que tienen el hilo narrativo de ese devenir histórico. Que se mueven entre esa Galicia de una España convulsa y enfrentada que dio paso a la Guerra Civil, con el contrapunto de la Cuba exuberante. Esa Cuba en la que, como se dice en el libro, «la mezcla de razas y el tórrido ambiente gobiernan los sentidos».