«Me tiraron en el suelo de la cocina como una patata», dice la superviviente

xosé Carreira LUGO / LA VOZ

LUGO CIUDAD

Domitila Rodríguez ayudada por un familiar a la salida de la Audiencia Provincial.
Domitila Rodríguez ayudada por un familiar a la salida de la Audiencia Provincial. ÓSCAR CELA< / span>

La esposa y madre de los asesinados dice que ni la intentaron salvar ni le pidieron hacerse la muerta

30 sep 2014 . Actualizado a las 10:14 h.

Pasó seis horas en un quirófano del HULA y finalmente los cirujanos le recompusieron las partes del cráneo que «el más alto» le destrozó a golpes con el mango de un «machado». Domitila Rodríguez, de 78 años, sobrevivió a la masacre de Casas Novas (el doble crimen de Xermade) para contarlo. Lo hizo ayer ante el jurado popular que decidirá si hay castigo, o no, para Brais Lozano.

«Me desperté por unos ruidos de alguien que estaba hablando. No sé quien era, pero sí sé que eran dos personas», relató la testigo ayer. Antes había escuchado ladrar a una perrita que los asesinos también mataron y que luego le colocaron a ella encima.

«Oí dos «laios» grandísimos y entonces me levanté de la cama y me senté en un sillón de la habitación mientras mi marido dormía. Entraron en la habitación dos personas a las que solo se les veían los ojos. El más bajo no me dio ningún golpe, pero me cogió por las manos y me llevó a rastras por las catorce escaleras. El otro se quedó en la habitación», relató la víctima.

Cuando la llevaban arrastrada vio a su hijo «medio cuerpo dentro de su habitación y el otro en el pasillo». «Sin decirme nada, me tiraron en el suelo de la cocina como si fuera una patata», explicó. Después de que le arrojaran el cuerpo de su perrita muerta pasó en el lugar tirada unos quince minutos. Estaba tan asustada que no pudo apreciar qué tipo de voz tenían los asesinos. Ni tan siquiera podía hablar», explicó. Nada sabía de lo que estaba pasando en la habitación en la que se hallaba su marido hasta que «el mismo que me bajó a la cocina me subió de nuevo al cuarto y me dejó en la misma butaca en la que estaba; el otro hombre estaba allí dentro».

«Me subió por las escaleras de la misma forma en la que me bajó, arrastrándome con un salero bárbaro. No era para llevar la carrera que llevaba», relató la superviviente de la tragedia. Después de permanecer algún tiempo en las escaleras la metieron en la habitación en la que estaba el otro hombre. «Tenía un machado en la mano izquierda. Se puso delante de mi y ya pude ver a mi marido que estaba muerto. ¡Cuando me bajaron, quedaba vivo en la cama!», explicó a las numerosas preguntas que le formuló el fiscal. Este le preguntó en muchas ocasiones con insistencia que cuántas personas había y ella fue clara en todo momento: dos.

«El que estaba en la habitación era quien lleva el hacha. El otro estaba allí. Me pedían el dinero y revolvieron un cuarto», advirtió la mujer. «¿Uno le pidió al otro de rodillas que no la matase?», le preguntó el fiscal para saber si Brais Lozano decía verdad. Su respuesta fue no.

Domitila desbarató todas las excusas dadas por Lozano en el juicio. «Nadie intentó sujetar ningún brazo, ni me dijeron que no me matarían, ni tampoco que me hiciera la muerta. No hubo tales mantas ni tampoco los vi discutir», advirtió. La versión de que uno sujeta el brazo al otro la manejó incluso un agente. Se supone que será una buen flotador para el abogado de la defensa

«Después del golpe, la sangre salía de mí. Corrí por la habitación, pero me desmayé», advirtió la mujer. Cuando le preguntaron por qué no había dado aviso a sus vecinos, respondió que no era capaz. Ni tan siquiera podía llamar por teléfono porque una de las primeras cosas que hicieron los autores de la masacre fue arrancar el cable de la instalación.

Domitila recordó que el «machado» que utilizaron para darle era nuevo. «En nuestra casa no faltó ninguno. Ese «machado» no salió de nuestra casa. Por cierto que esa pieza nunca llegó a ser encontrada.

La superviviente de la tragedia de Casas Novas dijo que su hijo era un «chaval bárbaro y trabajador y muy buena persona». Le preguntaron si en su casa vendían droga como aseguró Calaza y ella respondió que no. Advirtió también que nunca se la vio despachar a su hijo. «Por fuera no sé lo que hacía porque no andaba con él», dijo. Por último le preguntaron por qué creía que no la mataran. «Pensaron que estaba muerta», respondió. «¿Y usted por qué lo sabe?», le plantearon. «Porque fueron a un burdel y me dijeron que habían comentado que venían de una casa de matar a tres personas», precisó.