El lucro, la pelota y los timoneles

Carlos Melchor AL OTRO LADO

CDLUGO

19 dic 2014 . Actualizado a las 05:00 h.

Odio eterno al fútbol moderno. Un lema que viene siendo utilizado por unos cuantos que quieren llamar la atención sobre la deriva comercial y capitalista que está sufriendo el balompié de un tiempo a esta parte. Una cantinela que sirve de bandera a nostálgicos del fútbol de los ochenta, con mucha más porción de deporte y menos de negocio, que concentraba únicamente la atención alrededor del balón y en el que no había tantos intereses por medio. Una visión romántica propia de otro tiempo que no se puede sostener por su anacronismo en puertas del 2015. Con la misma base sentimental que el que echa de menos recibir cartas manuscritas o pasar sus dedos por fotos reveladas, adaptarse al tiempo en el que toca vivir es indispensable para evitar frustraciones vitales. En una época en el que los clubes de fútbol son meras empresas con ánimo de lucro gestionadas en clave de billetes y con menos corazón que nunca, el proceso de transformación que está sufriendo el Lugo en su accionariado no es nada nuevo bajo el sol.

Los cambios asustan. A cualquiera. Más aún si tampoco existe una necesidad palmaria de que sean llevados a cabo. La entrada de Gerard López como máximo accionista del club, se quiera o no, supondrá muchos cambios en la nave rojiblanca. Por mucho que sigan al mando los mismos que nos han llevado hasta aquí, el que pone los billetes encima de la mesa, decide. Da igual el cariño que le tenga a la provincia o que solo venga a echar una mano, el señor López querrá ver como la fuerte inversión que va a realizar genera dividendos a su favor. Y para que así suceda, implantará el modelo de gestión que considere oportuno cambiando a buen seguro el engranaje de la maquinaria presidida por Bouso. En una estructura de gestión plenipotenciaria por parte de Carlos Mouriz, caracterizada por un control absoluto del más mínimo detalle sin apenas delegación de responsabilidades en otros, se generan dudas de cómo van a encajar las piezas del puzle con un propietario que no estará físicamente en el día a día del club. Un entramado complejo al que solo se le pide que no eche a perder los valores que tanto identifican a nuestro club: la modestia y la humildad. Caer en manos de un mesías deportivo sería el principio del fin.