«El turismo geológico no solo existe, sino que es el que más gente mueve en el mundo»

c. c. monforte / la voz

LUGO

El coautor del documental "Flysh, el susurro de las rocas" interviene hoy en las Xornadas de Xeoloxía da Ribeira Sacra

03 jul 2015 . Actualizado a las 14:12 h.

el trabajo de Asier Hilario (Tolosa, 1977) está detrás de Flysch, el susurro de las rocas (2010), probablemente el primer documental sobre geología que consigue trascender el ámbito científico y llegar a un público más amplio. Coguionista de esta película divulgativa sobre los afloramientos geológicos que moldean el espectacular paisaje entre las localidades guipuzcoanas de Zumaia y Mutriku, el geólogo Asier Hilario es el director científico del geoparque Costa Vasca. Hoy hablará en Quiroga sobre los criterios de explotación del patrimonio geológico.

-¿Cómo es que se hace uno geólogo?

-Es cierto que hay muy poca gente que quiera ser geólogo, pero los que llegamos a serlo lo somos por convencimiento. Es algo vocacional, si no, no te metes en el follón de estudiar esto. En mi caso, fue casi una necesidad vital, la de entender qué hay tras los paisajes. De pequeño tenía la costumbre de ir al monte con mis padres y con mis amigos, como muchos en el País Vasco. Y detrás de los paisajes montañosos hay una historia que antes no era capaz de leer y ahora sí. Entender cómo, por qué y en cuánto tiempo se forman los paisajes es lo que me llevó a estudiar geología, con una perspectiva casi más filosófica que científica.

-¿Qué es un geoparque?

-Es un territorio con un patrimonio geológico de relevancia internacional que utiliza ese patrimonio como herramienta o para lograr un desarrollo sostenible del territorio. En los geoparques tenemos que trabajar fomentando la investigación del geoturismo, por lograr que el patrimonio geológico sea consumible para la gente y por la geoconservación. Porque si no, mataríamos la gallina de los huevos de oro. También procuramos que los productores locales se identifiquen con ese paisaje diferente y diferenciador. Se trata de darle una personalidad a un territorio en base a su geología. Es decir, un parque geológico no es un parque de atracciones para geólogos. Y tampoco es un parque nacional, porque no incluye una figura de protección ni capacidad normativa.

-¿Existe el turismo geológico o es un invento de los geólogos?

-No solo existe, sino que además es uno de los que más gente mueve en el mundo, aunque sea de manera involuntaria. Por ejemplo, en España, un país muy turístico, los monumentos más visitados no son las grandes catedrales, ni siquiera los grandes museos, sino lugares como el Teide, Timanfaya, Ordesa, los Picos de Europa, las cuevas del Drac... O en otros países Yellowstone, el Gran Cañón o el glaciar Perito Moreno. Y son todos elementos eminentemente geológicos. Probablemente, la mayoría de la gente no sabe que lo que los llama a visitar estos lugares son unos paisajes geológicos. Muchos países tienen como iconos turísticos elementos naturales eminentemente geológicos. ¿Quiere esto decir que esos millones de personas que mueven millones de euros al año son geoturistas? No, pero existe ese potencial. Para que eso sea geoturismo falta el mensaje, que la gente disfrute viendo y entendiendo ese paisaje y entendiendo ese paisaje, viajando en esa cuarta dimensión que es el tiempo geológico

-«Flysch, el susurro de las rocas» tuvo una repercusión poco habitual para un documental sobre geología.

-Hizo falta una labor de guion importante. No es un documental sobre geología o sobre un afloramiento geológico concreto. Parte de un lugar geológico concreto, sí, pero leyendo esas rocas hace un viaje geográfico y sobre el conocimiento de la historia de la Tierra, el funcionamiento de nuestro planeta y sobre cómo enfrentarnos a algunos retos ambientales de nuestra sociedad.

-En su trabajo se adivina un afán divulgativo que ya es habitual en otras disciplinas científicas, como la arqueología, pero no tanto en la geología.

-Yo diría que en estos momentos sí existe ese esfuerzo, pero igual hasta hace diez años o así no lo había. La consecuencia es lo que tenemos: un desconocimiento total de lo que hacemos.