Recuerdos de una vida excepcional en medio de los lobos

Francisco Albo
francisco albo MONFORTE / LA VOZ

LUGO

Marcos Rodríguez, el célebre «niño salvaje» de Sierra Morena, dio una charla en Monforte

14 may 2016 . Actualizado a las 10:57 h.

La residencia Geriatros de Monforte recibió ayer una visita muy poco común: la de Marcos Rodríguez Pantoja, el antiguo pastor cordobés que entre las décadas de los cincuenta y sesenta vivió durante once años en compañía de una manada de lobos de Sierra Morena, totalmente aislado de otros seres humanos. Desde hace tiempo, el «niño lobo» -cuya historia se hizo célebre gracias a la película Entrelobos, realizada en el 2010 por Gerardo Olivares- vive en el municipio ourensano de San Cibrao das Viñas y cuenta su excepcional experiencia en centros de enseñanza y otros lugares. Eso fue lo que hizo en la residencia monfortina, en un acto dirigido a los usuarios y a sus familiares, pero abierto al público en general.

Las explicaciones de Marcos Rodríguez fueron seguidas con gran atención por los asistentes, que le hicieron numerosas preguntas, muchas de ellas acerca de la veracidad de los hechos reflejados en la película, que fue proyectada por la mañana en el mismo centro. El conferenciante confirmó la exactitud de muchos detalles, como la ropa que llevaba mientras vivió en el monte, que se fabricaba él mismo con pieles de ciervos. Contó además que, «jugando», aprendió a curtir esas pieles usando el agua de una charca y cortezas de quejigo, un tipo de roble mediterráneo. Las piezas las unía atándolas con tallos de torvisco.

Costumbres lobunas

Durante su alocución, Rodríguez explicó algunas costumbres propias de los lobos que aprendió y adoptó durante su etapa de vida salvaje. Una de ellas, la de arrojar a un arroyo el mondongo -las tripas- de los animales recién cazados. «El lobo lo hace para no dejar olor y para mantener el monte limpio, algo que mucha gente no hace», señaló.

Otra cosa que aprendió en esa época de su vida -en este caso de un viejo pastor ermitaño con el que pasó un tiempo antes de vivir completamente solo en la sierra- consistió en apaciguar y mantener a raya a los lobos solitarios echándoles comida de forma regular en un mismo sitio, por lo general conejos cazados por él. «Con el lobo solitario hay que tener mucho cuidado porque es el más peligroso, es el que no quieren en la manada porque se pelea siempre con todos los demás», añadió.

En el curso de la charla, Marcos Rodríguez también sorprendió a los asistentes mostrando de forma práctica cómo fabricaba reclamos para atraer perdices y águilas usando hojas de puerro. A las águilas las llamaba con el fin de entregarles algo de comida para alimentar a sus polluelos. Habló además de algunos animales -aparte de los lobos- con los que compartió su vida en el monte, como un hurón que le ayudaba a cazar y una serpiente que adoptó como animal de compañía en la cueva donde vivía.

Pese a las duras condiciones de vida que sufrió en esa época, teniendo que sobrevivir en las montañas sin ninguna ayuda humana, Rodríguez dice que lo pasó mucho peor después, cuando se reintegró a la sociedad y tuvo serios problemas para adaptarse. «Sabiendo convivir con los animales es una vida preciosa -comentó-, mientras que aquí no es igual, aquí tanto tienes tanto vales y si no tienes dinero te mueres de hambre».

Algunos oyentes le preguntaron asimismo por su opinión sobre la caza de animales salvajes, pero él prefirió no profundizar en el asunto, diciendo que ya tuvo que salir de muchas mesas redondas con cazadores y ganaderos. Pero no dejó de expresar su parecer con algunas observaciones: «El lobo mata para comer y el cazador mata por matar», dijo. «Dejar ovejas y cabras todo el día solas en el monte es ponerle al lobo la comida en el plato y lo que hay que hacer es encargar a un pastor que las vigile», agregó.

Lo más duro

para el antiguo pastor fue reintegrarse

a la sociedad