Milagros Núñez, la única vecina de O Cebreiro que no se dedica al Camino: «É o meu repouso de paz»

Uxía Carrera Fernández
UXÍA CARRERA LUGO / LA VOZ

LUGO

Óscar Cela

Tras una etapa en Sarria, la médica de Samos decidió volver a su aldea natal: «É o lugar ideal para vivir, sígueme marabillando a paisaxe»

13 mar 2024 . Actualizado a las 17:01 h.

La aldea de O Cebreiro ya resulta familiar para miles de personas. Desde los peregrinos que transitan por ella como un emblema a los turistas atraídos por la nieve o su historia. Entre todos los visitantes, todavía están los que tienen la suerte de sentirla como un hogar. La mayoría de los vecinos nacidos en el pueblo de montaña se sumaron al Camino y llevan décadas dedicados a la ruta con diversos negocios. Tan solo una de sus habitantes tiene otra dedicación y vive en O Cebreiro como una residente más. Es la médica Milagros Núñez, que as sus 64 años todavía se maravilla con el paisaje en el que creció: «É un sitio ideal para vivir».

Cuenta Milagros Núñez que cuando le preguntan cuántos vecinos tiene nunca sabe la respuesta exacta. «Vivo ao lado do cemiterio da igrexa, son os que máis próximos que teño e non sei canta xente hai», bromea. Además, por la puerta de su casa pasan cada día miles de personas diferentes. Que O Cebreiro se haya convertido en un pueblo turístico es una alegría para esta lucense porque sus vecinos —«que moitos son familia»— viven de eso. Ella fue una de las pocas que escogió otro camino.

Núñez tiene otros cuatro hermanos. «Cando eramos pequenos os nosos pais non querían que levásemos a vida que eles levaron, de escaseza e sacrificio, así que todos estudamos», recuerda. En su caso, aunque se crio en O Cebreiro, pasó a estudiar internada en Lugo y después hizo la carrera universitaria de Medicina para terminar siendo la médica del centro de salud de Samos. Al tener cada hermano una trayectoria diferente «nunca tivemos tempo de poñer un negocio, non cadrou».

Hasta hace poco, quedaba otro matrimonio que tampoco tenía negocios en el Camino pero recientemente se trasladó a una residencia y tan solo queda Milagros con una dedicación desvinculada del turismo. Además, su residencia en O Cebreiro no solo es un vínculo familiar sino una decisión determinada. «Casei en Sarria pero cando me divorciei decidín volver para a casa do meu pai e aquí sigo», relata. La sanitaria no dudó en volver a su aldea natal: «É o meu repouso de paz».

«Meu pai nunca chegou a entender que viñera tanta xente andando, e iso que era moi amigo de Elías Valiño»

Un pueblo transformado

El Cebreiro que Milagros recuerda de su infancia nada tiene que ver con el que hay ahora, pero de ambos resalta grandes virtudes. «Cando era nena éramos moitos máis e había moitos nenos pequenos», recuerda. Ahora tampoco falta gente, aunque es diferente. A la médica le gusta el tránsito de peregrinos porque respetan la rutina del pueblo: «Sabes que chegan a contagotas e ás dez da noite xa non saen e hai calma na aldea». Resalta además que así siempre tiene a alguien con quien hablar. Como más vecinos, jamás se habría imaginado que aquellos caminantes que hace años llegaban como aventureros a la aldea ahora serían ríos de gente. «Sempre houbo peregrinos, a xente contaba que incluso morrían e estaban enterrados alí».

Pero esos casos aislados se convirtieron en miles y para algunos vecinos, como su padre, siempre fue casi incomprensible que «a xente fora a andar así sen mais». «Meu pai morreu hai dez anos e nunca chegou a entendelo, e iso que era moi amigo de Elías Valiño. Cando comezara a pintar as frechas amarelas dicíalle que estaba tolo», recuerda. Para generaciones posteriores, como la suya, la explosión del Camino de Santiago fue un pasaje para reflexionar: «Ves a un australiano que atravesa o mundo para vir aquí e dáche moito que pensar. O Camiño dá vida no Cebreiro e en moitos lados». La médica, aunque se define como poco religiosa, acude de vez en cuanto a la misa del peregrino porque le resulta interesante.

Más allá de la particularidad del Camino, O Cebreiro es para Núñez «un sitio ideal para vivir». Está bien comunicado con varias ciudades a solo unos pocos kilómetros de la autovía y, por su puesto, regala unas vistas privilegiadas. «É un sitio precioso, teño moita sorte de estar aquí, ségueme marabillando, non me canso nunca», defiende. Tampoco la nieve le supone un estorbo, ya que nunca le impidió ir a trabajar: «Saio pola mañá detrás do quitaneves e listo». Aunque algunos fines de semana de mucho turismo le agobia la cantidad de coches que se concentra.

Milagros, mientras recuerda el cielo estrellado que pudo observar la noche anterior, asegura que no sabría qué hacer si le dicen que no puede vivir en O Cebreiro nunca más.