Cuatro meses durmiendo en una caravana

Dolores Cela Castro
dolores cela LUGO / LA VOZ

BECERREÁ

ÓSCAR CELA

El vehículo tiene las camas hechas, con sábanas y mantas, por si vuelve a ser necesario su uso en algún momento

21 may 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Una caravana de cinco plazas fue el dormitorio de María Vilela Pereira y de su familia, que viven en Cadoalla, Becerreá, desde poco después del terremoto del 22 de mayo de 1997, hasta el mes de septiembre de ese año. Esa noche los dos matrimonios y el hijo del más joven salieron corriendo de su casa de madrugada cuando notaron el movimiento sísmico, por miedo a que el edificio se desplomara encima de ellos. Sacaron los dos coches del garaje los aparcaron en una finca, a salvo de posibles cascotes y pasaron la noche ellos. «Aquí fora -señaló esta vecina- notábase como se movía a terra. Parecían ondas do mar. Pasamos moito medo».

El miedo los llevó a buscar alternativas a dormir dentro de la vivienda. El matrimonio mayor se negó a alojarse en un hotel, pero María Vilela, su esposo y su hijo, que entonces era pequeño, pasaron varias noches, hasta que compraron la caravana, en establecimientos de la zona de Ponferrada. La familia se gastó una importante cantidad de dinero en hacerse con el vehículo en el que todos sus miembros tenían un espacio para dormir.

Veinte años después, la casa con ruedas que acogió a la familia, que la dotó de todas las comodidades como luz, televisión e incluso teléfono fijo, sigue en el mismo sitio, cubierta con una estructura metálica que evitó que se estropeara durante estas dos décadas. Está preparada por si vuelven a necesitarla en algún momento. Las tres literas están hechas, con sábanas y mantas y el sofá cama para dos personas también se encuentra en perfecto estado de revista.

En el último terremoto, el del pasado 16 de abril, de magnitud 3,5 y con epicentro en Triacastela, pensaron que iban a tener que volver a dormir en el vehículo si la tierra volvía a las andadas. De momento no tienen previsto desprenderse de él y lo utilizan como almacén.

La familia se refugió en este espacio durante las noches de cuatro meses, que se hicieron interminables, por miedo a que otro movimiento de la misma magnitud que el anterior volviera a sorprenderlos dentro de la casa y en la cama. «De día non tiñamos medo e facíamos a vida de sempre -señaló María Vilela- porque nos daba tempo a saír correndo. De noite era outra cousa».

«O que sea ha de ser»

Otilia Pereira Neira, la madre de María, se plantó un día y ya no quiso seguir durmiendo en la caravana. Fue en septiembre, coincidiendo con las fiestas de Cadoalla «O que sea, ha de ser», le dijo a su familia, antes de volver a ocupar su dormitorio. Esta mujer reconoció que haber tenido la posibilidad de descansar en ella durante ese tiempo supuso un alivio, en un momento en el que tenían miedo de que volviera a temblar la tierra y pudiera caerles la casa encima.

Veinte años después la familia mantiene la caravana y se ha acostumbrado al ruido que anuncia los movimientos y a las sacudidas. En la última Otilia Pereira estaba ingresada en el HULA y ni se enteró.