La federación de asociaciones y el riesgo de morir de éxito

Enrique Gómez Souto
Enrique G. Souto PULSO LUCENSE

LUGO CIUDAD

23 jul 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Es un hecho demostrado que, como escribió la antropóloga Margaret Mead, «un pequeño grupo de ciudadanos comprometidos pueda cambiar el mundo»; al menos puede cambiar su entorno inmediato. En Lugo algo de esto se ha visto en los últimos años. Si las torres de O Garañón son el símbolo de lo que no debe ser el urbanismo, es porque un grupo de lucenses mantuvo una oposición tenaz e irreductible. Si la Xunta anuncia inversiones por 21 millones de euros en el recinto del antiguo Hospital Xeral, es porque un grupo de ciudadanos se manifestó en la calle una y otra vez. Si el HULA tiene los servicios que tiene, es porque todo Lugo se movilizó para exigirlos. Y así.

Lugo, ciudad mínima y dada al conformismo, ha descubierto que la presión ciudadana sobre los políticos, sobre las instituciones, da resultado. Ese descubrimiento implica riesgos y algunos empiezan a verse ya. Cuando los ciudadanos se organizan en asociaciones, la sociedad empieza a vertebrarse; cuando las asociaciones se sitúan en condiciones de jugar el papel de presión que les corresponde, como ha logrado la Federación Provincial, entonces su nivel de responsabilidad se dispara. Hay un momento en el que corren el riesgo de convertirse en fuerza mercenaria al servicio de unos u otros intereses político/partidistas. Y eso es el principio del fin; la historia reciente avisa del peligro de extinción por éxito de algunos movimientos vecinales. No es algo nuevo; ocurrió en ciudades pequeñas y medianas y también, con notable descalabro, en el Madrid de la segunda mitad de los años 80 del siglo pasado, después de haber logrado grandes éxitos.

En Lugo costó años de aprendizaje constatar que, como se sabe desde Séneca, «no nos atrevemos a muchas cosas porque son difíciles, pero son difíciles porque no nos atrevemos a hacerlas». Superado el déficit de atrevimiento, las asociaciones vecinales agrupadas en la federación provincial han conseguido una relevancia que era difícil de imaginar 25 años atrás. La potencia de su infantería, convierte al movimiento vecinal en un deseable aliado para la batalla política. A los que dirigen la Federación de Asociaciones les conviene el consejo del cardenal Mazarino: «No te acerques a quienes están a punto de pelearse».