La vida de cuatro hombres por cuatro «carballos»: 35 años del cuádruple crimen de O Garabelo

MEIRA

LVG

Así fue uno de los crímenes más sangrientos de la historia negra de la provincia de Lugo

26 nov 2018 . Actualizado a las 17:58 h.

Hace unos días se cumplieron 35 años de uno de los sucesos más sangrientos de la historia negra de la provincia de Lugo. En Gomesende, perteneciente a San Andrés de Ferreiros, parroquia del municipio de Pol, un vecino mató a cuatro hombres porque le talaron unos carballos que estaban en su finca. Marcelino Ares Rielo, conocido en la zona como O Garabelo, fue el autor de los hechos que le supusieron una condena de 53 años de cárcel de los cuales no llegó a cumplir ni la mitad. El terrible suceso sucedió en las primeras horas de la mañana de sábado 19 de noviembre del año 1983.

Las crónicas de la época recuerdan que Marcelino Ares Rielo, experto cazador, atinó a la hora de efectuar los disparos. Realizó cinco y se llevó por delante la vida de cuatro hombres. Cuentan que el quinto que estaba en el lugar se salvó porque parece que la escopeta utilizada por el autor del cuádruple crimen se bloqueó.

La finca donde estaban los robles, de una gran extensión, fue obtenida tras largos trámites de concentración parcelaria. Ese fue el polvorín que acabó estallando. Los carballos quedaron en terreno adjudicado a O Garabelo, sin embargo alguno de los fallecidos consideraba que eran suyos y mandó a un maderista de Meira que los cortase.

O Garabelo no pudo contener la ira. Poco después de desayunar, cuando aún se encontraba en la cocina de la casa, que tenía a unos doscientos o trescientos metros de los robles, oyó el ruido de motosierras. Sin pensar ni recapacitar, subió rápidamente a su habitación, cogió su escopeta de caza y le puso varios cartuchos.

Ares Rielo salió apresurado de la casa y se encaminó al lugar donde se estaba produciendo la tala. Por su cabeza no llegó a pasar la idea de un «Que fago!» para calmarse. Así, apretó el gatillo y fue disparando sobre los hombres que estaban en el lugar. No falló. Todos murieron en el acto destrozados por las postas de los cartuchos.

Petición de clemencia

Después de haber matado a los cuatro maderistas apuntó a un quinto. Se trataba de un joven de 24 años. Cuentan los periodistas que hicieron las crónicas del sangriento suceso que este se puso de rodillas delante de O Garabelo y le pidió que no disparase. Imploró clemencia porque tenía un hijo de corta edad. El asesino parece en este caso que sí reaccionó y no disparó. Es necesario dejar este momento con un parece porque hay quien asegura que sí apretó el gatillo, pero el quinto tiro se quedó en la recámara por un fallo del arma o por un milagro, como durante muchos años comentaban algunos paisanos de la zona.

Con la masacre consumada, Ares Rielo regresó a su casa. Dejó la escopeta en un alpendre, cogió su coche y se presentó en la comisaría de policía de Lugo. «Matei a catro homes», le dijo al incrédulo agente de puertas que nunca tal viera.

Los fallecidos fueron Cándido Llanes Lamas, de 53 años, propietario de un aserradero de Meira, que fue quien parece que había comprado los carballos; José Díaz Folgueira, de 67, conocido como O Maxistro, también de Meira; su hijo, José Luis Díaz Vila, de 28 y José Manuel Vila Feijoo, de 55, de Gomesende. Este último era hermano político de Díaz Folgueira, el hombre que se consideraba legítimo propietario de los carballos de la tragedia.

El joven que se salvó fue Javier Llanes Doval, de 24 años, hijo del propietario de la maderera.

Una finca polémica

La finca de O Castro donde ocurrieron los hechos, arrastraba un conflicto tras la concentración parcelaria que por aquel tiempo llevó a cabo un organismo del estado, denominado Iryda. El terreno perteneció inicialmente a Díaz Folgueira pero, finalmente, se la asignaron a O Garabelo de forma provisional.

Los vecinos que acudieron aterrorizados al lugar el día de los hechos contaron que los robles motivaron la tragedia. Parece que en algún momento Ares Rielo le había dicho a su vecino que no se preocupara que, aún cuando la concentración le había asignado a él la parcela, le permitiría sacar la madera. Pero no fue así.

Los forenses que realizaron las autopsias revelaron que los disparos fueron realizados a muy corta distancia y que las postas alcanzaron a las víctimas en varias partes de sus cuerpos. Los entierros constituyeron grandes muestras de dolor entre familiares y vecinos.