«Os sismólogos xaponeses tranquilizáronnos. Dixeron que as réplicas eran boas porque a terra liberaba enerxía»

La Voz

TRIACASTELA

ÓSCAR CELA

21 may 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Pepe López Valcarce fue una de las pocas personas de la zona que todavía se encontraba de pie cuando se registró el terremoto. Estaba limpiando el bar del establecimiento de hostelería en el que pernoctaban varios peregrinos. Su primer impulso fue ir a buscar a la familia que dormía arriba. En la escalera se cruzó con ellos y con los huéspedes.

«Fixemos unha fogueira diante da casa e en pouco tempo xuntámonos unhas 40 persoas», relató. Entre los peregrinos había una joven de Nueva Zelanda que estaba tan asustada que no podía contener el llanto. «Aínda que nos estabamos como estabamos, tratamos de tranquilizala. Un ano despois escribiunos unha carta para preguntarnos como nos fora e se se repetiran os tremores».

Ni el terremoto de 5,1 ni el resto han supuesto cambios en la vida de los habitantes de Triacastela, según aseguró Pepe López. «Nacemos equí, vivimos, e temos que seguir vivindo. Non houbo danos nin desgrazas, que foi o máis importante..

Para este hostelero la tranquilidad llegó de la mano de los sismólogos japoneses que recorrieron la comarca en aquellas semanas. «Dixéronnos que era bo que houbera réplicas porque desa maneira a terra liberaba enerxía e evitábase que houbese tremores máis fortes», dijo. «Os xaponeses -añadió- saben do que falan».

En el bar de López Valcarce su hijo Manuel, que nació un año después del terremoto, escucha con atención las palabras de su padre, que asegura que no se tomaron medidas especiales en las construcciones para prevenir daños de los movimientos sísmicos.

La familia en esos días habilitó la caja de un camión con colchones. De noche los coches aparcados en las calles de la villa estaban llenos de personas, con un ojo abierto y otro cerrado, que no se atrevían a volver a sus casas.

El hostelero tuvo que tranquilizar a una peregrina de Nueva Zelanda con un ataque de pánico