Patrocinado porPatrocinado por

«Las redes sociales nos hacen daño»

Antonio Longueira Vidal
Toni Longueira CARBALLO / LA VOZ

SOMOS MAR

Ana García

La tripulación de la «Río Jallas» sabe al llegar a un puerto si ha habido o no chivatazo de su presencia en el área

29 jul 2016 . Actualizado a las 14:20 h.

Medianoche del miércoles 20 de julio. La temperatura en el puerto de Malpica ronda los 20 grados. Llega la patrullera Río Jallas, un bicho de 21 metros de eslora, seis de manga y tres años de antigüedad. Lleva dos motores intraborda de 1.400 caballos de potencia cada uno. Su entrada en la dársena no pasa precisamente desapercibida para los que pescan calamares. «Hoy es una noche perfecta para la descarga de droga. No hace viento, el mar está como un plato y la niebla cubre gran parte de la costa». Miguel Vázquez Paz es sargento primero de la Guardia Civil. Con él viajan el también sargento primero José Luis Rodríguez y el mecánico Óscar Enríquez. 

Una hora después, la patrullera sale de Malpica. Sus propulsores dejan una gran estela de espuma. Alguno, móvil en la mano, empieza a mandar mensajes de alerta a los pesqueros que merodean la zona: «Las redes sociales nos hacen daño, porque ahora mismo en Camelle, Corme o Camariñas saben que vamos de patrulla, pero bueno, nosotros también tenemos nuestras técnicas», apuntó Miguel Vázquez Paz, que ejerce labores de patrón en la Río Jallas. Esta embarcación cubre cada 24 horas unas 150 millas. Empieza en el denominado triángulo Ártabro (A Coruña, Ferrol y Ares) y finaliza en Fisterra e, incluso, las rías de Muros y Noia y la comarca de Barbanza.

Es noche de vigilancia contra el narcotráfico. La patrullera revisará cada recodo de los llamados puntos calientes de alijos de droga. Primera parada: las illas Sisargas. Fondeados, dos veleros. Uno no lleva conectado el obligatorio sistema de identificación automático (AIS en inglés). El otro no tiene puesta la luz de fondeo. La tripulación enciende el potente foco y alumbra ambas embarcaciones. Sus integrantes, de nacionalidad francesa, explican los motivos de esas deficiencias. Los argumentos convencen en la patrullera, que abandona Sisargas rumbo a O Roncudo.

Mientras Miguel Vázquez Paz explica los pormenores del trabajo diario, su compañero José Luis Rodríguez está más pendiente del sónar y del radar. «Cualquier barco que aparece en el eco y no lleva el AIS encendido tenemos que acudir inmediatamente a ver qué pasa, tantear la situación y explicar a los tripulantes la obligatoriedad de que lleven siempre operativo el sistema». 

Nuevo aviso

A una milla del faro de O Roncudo, la Río Jallas intercepta un segundo velero, también de nacionalidad francesa, sin el AIS conectado. Al igual que ocurriera en Sisargas, el Servicio Marítimo efectúa el mismo procedimiento. El mar sigue como un plato, pero la niebla acecha. El archipiélago de Sisargas está completamente cubierto y solo se vislumbra su faro. Sigue una patrulla nocturna estéril para dar con estupefacientes, pero fructífera en cuanto a detección de infracciones de la navegación marítima.

«Esta zona de Galicia no tiene absolutamente nada que ver con el Mediterráneo»

José Luis Rodríguez es sargento primero de la Guardia Civil. Lleva en el instituto armado desde 1997 y está adscrito al Servicio Marítimo desde el 2008. Hace dos meses llegó destinado a Galicia procedente de Gerona. «Esta zona no tiene absolutamente nada que ver con el Mediterráneo. No solo en cuanto a orografía, sino al volumen de tránsito de buques». Según él, la carga de trabajo en esta comandancia es muy superior a la que tenía en Cataluña: «Los servicios y las competencias son las mismas, pero las distancias a cubrir y controlar en Galicia o en la Costa da Morte son mucho más importantes que en Gerona».

Y es que la carga de trabajo del Servicio Marítimo es bastante importante: «Somos la policía judicial del mar, inspeccionamos pesqueros, realizamos labores de control de navegación, llevamos asuntos relacionados con la seguridad ciudadana, colaboramos con la Autoridad Portuaria en la entrada de buques de gran calado, controlamos el tráfico marítimo y luego tenemos tareas específicas como el de vigilancia en la prevención del narcotráfico y otras que son encomendadas por nuestros superiores», relató Miguel Vázquez. 

Continúa la ruta nocturna

Mientras, la patrullera insiste en controlar la costa camariñana. Empieza por Camelle, entrando en el puerto. Son las tres de la madrugada. No hay nadie en la dársena. «Es probable que hubiese un chivatazo desde que salimos de Malpica. Cuando llegamos a un sitio, sabemos de antemano si hubo una alerta por la forma en como se comporta la gente en los puertos».

Ana Garcia

La Río Jallas continúa rumbo a Faro Vilán. De repente, unas luces encendidas de un coche en la costa. La patrullera vira a babor. Se adentra en la costa. Falsa alarma. El turismo se está moviendo: «El uso de coches y furgonetas está muy extendido en los alijos de drogas. Juegan un papel clave a la hora de orientar a las planeadoras. Hacen señales desde la costa para advertir de posibles peligros o para indicar el lugar de descarga», dijo Miguel Vázquez, que deja una frase lapidaria, justo cuando la Río Jallas emprende de nuevo rumbo a Malpica: «Todo el litoral es susceptible de ser usado como punto de alijo. La Costa da Morte se ha consolidado en los últimos años por la presión ejercida en el sur de Galicia. Los clanes buscan puntos más alejados, pero protegidos y con menor vigilancia. Y este es uno de sus preferidos».

«No se puede abordar un barco aunque existan sospechas»

La tripulación de la Río Jallas, la del Río Andaráx y el resto de agentes del Servicio Marítimo de A Coruña (43 personas) tienen clara una premisa: nada de conflictos internacionales. «No se puede abordar un barco aunque existan sospechas, la jurisdicción internacional manda», señaló Miguel Vázquez. «Un barco con bandera francesa, implica que es de pabellón francés y, si queremos subir a bordo, tenemos que pedir permiso a la tripulación. Hay un procedimiento que se debe seguir y no podemos quebrantarlo por nada», añadió.

Esta reflexión del patrón y sargento primero de la Guardia Civil la hace cuando la patrullera navega a 35 nudos y cada propulsor consume la friolera de entre 267 y 270 litros por hora. Sus dos tanques tienen una capacidad para albergar 4.000 litros de gasoil bonificado.

La embarcación, que se maneja con un simple joystick, alcanza en un abrir y cerrar de ojos el triángulo caliente de descargas de droga en la Costa da Morte: Niñóns (Ponteceso), Arou y Santa Mariña (Camariñas). «Siempre ha habido alijos de droga en esta zona», apunta Miguel Vázquez. 

Los lugareños, imprescindibles

El agente sospecha que en la descarga del 12 de junio participaron narcotraficantes de la zona: «Es evidente que hacer un transporte de estas características requiere de gente que conozca el entorno. La Costa da Morte tiene una morfología muy específica, con muchos recovecos y zonas de muy difícil acceso. Un clan, el que sea, de la comarca o de Vilagarcía necesita de personas que conozcan la zona».

A todo esto, la patrullera llega a la costa camariñana. Ni rastro de planeadoras ni de embarcaciones sospechosas.