A la familia Lorenzo no le cuesta nada crear una historia para Los Peperetes; básicamente, porque es la suya. Es cierto que fue el padre quien puso en marcha la conservera hace décadas, y también que es la madre, aficionada a la cocina, quien idea esas recetas tan caseras y gallegas que se cocinan ya en dieciséis países. Y también que los tres hermanos se reparten las áreas de exportación, producción y márketing desde Carril. Y son todas estas verdades las que fueron extendiéndose a través del boca a boca antes de que llegara Internet y las redes sociales para conseguir que una caja de doce unidades de sus productos pueda venderse a 158 euros.
Su forma de llegar al público ha cambiado con el paso de los años y las tecnologías, pero «la filosofía de la empresa ha permanecido intacta: sacar ediciones limitadas y artesanas dirigidas al mismo tipo de público», reconoce su gerente, Jesús Lorenzo. Y todo siguiendo una estrategia inamovible, «la diferenciación y especialización para defender un producto de alta gama y precio alto. Se trata de ofrecer calidad y procesados artesanales», explica.
El resto sale de una forma natural. «Para nosotros crear una historia no es más trabajo porque se trata de nuestra familia. No nos gusta vender, nos gusta transmitir lo que hacemos, aunque de forma casera lo estás utilizando casi sin querer», admite. «Es más fácil hacer lo que hacemos que tirar los precios», dice. Las redes sociales lo único que han hecho es trasladar a países remotos esas visitas a la fábrica familiar que encandilaron durante décadas a los visitantes, y aún siguen haciéndolo.
Su mejor marca son ellos mismos y sus lazos sanguíneos, la tradición auténtica que esconde su trabajo. Y, por supuesto, unos productos del mar de un tamaño y una calidad difíciles de igualar.