De izquierda a derecha

MERCADOS

CARLOS BARRIA

23 may 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

«La izquierda triunfa en la guerra de las ideas económicas». Así titulaba hace unas semanas en lugar muy destacado el Financial Times un artículo que ha tenido una gran repercusión en todo el mundo. Algo inimaginable hace solo unos años en el que siempre ha sido uno de los focos irradiadores de la línea doctrinal opuesta: la defensa a ultranza de las soluciones de puro mercado. Siendo, por esa razón, significativo tal reconocimiento, lo cierto es que esa misma percepción se extiende entre quienes están familiarizados con la evolución de los debates económicos. Recuérdese que hace diez o quince años la propia expresión «capitalismo» había caído en desuso frente a la mucho aséptica de «economía de mercado». Ahora, en cambio, las preguntas en torno a «hacia dónde va el capitalismo» parecen estar por todas partes.

De un modo más concreto, en la última década se han ido abriendo algunas disputas teóricas de gran interés sobre aspectos importantes del funcionamiento de aquel sistema. Y aunque no existan nuevos consensos en relación con todo ello, la opinión mayoritaria parece inclinarse hacia las nuevas ideas y propuestas, alejándose de un modo acusado de las que predominaron en el orden conservador/neoliberal de los últimos cuarenta años. Uno de esos grandes debates gira en torno con la necesidad de reducir la desigualdad, cuestión que un importante libro reciente (Combating Inequality, 2021, editado por dos economistas tan destacados como Olivier Blanchard y Dani Rodrik) considera «la cuestión que define nuestro tiempo».

 Notable es también el viraje observable en relación con los objetivos que, se supone, debe tener una empresa: del principio indiscutido de que su único fin ha de ser la maximización del valor para el accionista (es decir, el llamado «shareholder capitalism»), transitamos hacia una concepción más abierta y compleja, en la que se incluye el entorno, los trabajadores, los clientes («stakeholder capitalism»). Y no solo eso: el panorama de las ideas ha mudado también en cuanto a la necesidad de los impuestos, el refuerzo de la regulación y, en general, el papel del Estado (con la aparición de nuevas nociones como la de Estado emprendedor) y la necesidad de buscar nuevos equilibrios entre gobiernos y mercados. Sobre todos esos asuntos cruciales, la balanza parece inclinarse con claridad hacia lo que siempre se han considerado como «ideas de izquierda», históricamente asociadas a la socialdemocracia.

Lo más curioso es que ese avance de la izquierda en el orden de la argumentación económica es paralelo a un visible desplazamiento del mapa político hacia la derecha, incluso en sus versiones más extremadas. Lo ha conocido Estados Unidos con el trumpismo que, no se olvide, hace pocos meses obtuvo 75 millones de votos. En Francia no cabe descartar lo hace poco impensable: una victoria de Marine Le Pen en las próximas elecciones presidenciales. En Italia, por su parte, todos saben que el gobierno de Mario Draghi sirve como un paliativo temporal ante las tendencias demoscópicas de fondo, que apuntan a un triunfo de los partidos de extrema derecha. Frente a eso, la izquierda tradicional, socialdemócrata, es hoy la mitad o menos de lo que era hace solo 15 años en Alemania, Francia o Italia.

Naturalmente, hay algunas explicaciones más o menos convincentes para esa extraordinaria contradicción (como la que insiste en el error histórico de la izquierda en centrase en debates culturales, que le resultan mucho menos propicios), pero hay algo intrigante -y bastante inquietante- en todo ello. A un tiempo triunfantes y derrotadas las ideas económicas de izquierda y su plasmación política: tal es una de las grandes paradojas del tiempo presente.