La economía de Venezuela se toma un respiro tras ocho años consecutivos de desplome

Pedro García Otero

MERCADOS

Rayner Peña R.

Aconsejado por asesores del ecuatoriano Rafael Correa, Maduro ha emprendido un ajuste económico que ha permitido el regreso de la inversión extranjera al país sudamericano

12 dic 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

El pasado miércoles, Porcelanosa hizo su segundo intento de entrar al mercado venezolano. Organizó una pequeña exhibición en Caracas que, según portavoces de la empresa española de revestimientos, espera que sea la puerta de entrada a un país en el que ingresó en 2013, justo cuando la economía inició una debacle que, siete años después, se llevó por delante el 80 % de su Producto Interior Bruto (PIB). El que era el cuarto más rico de América Latina pasó a ser, junto con Haití, el más pobre.

Son ocho los años en los que la economía venezolana ha decrecido vertiginosamente: la mayor caída de la producción en la historia de la humanidad para un país que no está en guerra. Sin embargo, este año, se respira otro ambiente. En el tercer trimestre, en comparación con el mismo período del 2020, el PIB ha aumentado un 9,3%; para fin de año se espera un crecimiento que los más cautos ubican en el 1% y los más optimistas, como JP Morgan, en el 5,5%, pero que en cualquier caso revierte 32 trimestres de caída libre.

El año que viene, coinciden los economistas, se terminará la hiperinflación, que solo entre el 2018 y el 2021 fue superior al 5.000.000 %. En lo que va de ejercicio, capitales extranjeros ya han comprado empresas venezolanas por valor de 500 millones de dólares: una cifra enana para lo que suelen ser las inversiones extranjeras en la región, pero gigantesca para un país que viene repeliendo la inversión desde el 2007, cuando Hugo Chávez intentó explorar la vía venezolana al socialismo y la noticia no era la compra de empresas, sino la expropiación de todo el aparato productivo venezolano.

De una forma más sigilosa, su sucesor, Nicolás Maduro, ha hecho «un programa de ajuste desde el 2019 sin encontrar resistencia», explica el economista Luis Oliveros. Aunque la economía venezolana es una mínima fracción de la que había hasta hace siete años, en el país hoy se respira algo de optimismo; las grúas de construcción se vuelven a ver sobre las ciudades, y del bolívar, la moneda nacional, se conoce poco o nada, porque el dólar cubre el 70 % de las transacciones y, según Ecoanalítica, una firma de investigación económica, la liquidez en billetes verdes es cinco veces superior a la expresada en la devaluada moneda nacional. Después de tropezar y de discrepar varias veces con la asesoría del español Juan Carlos Monedero, Maduro ha probado la vía al capitalismo, con la ayuda de los economistas ecuatorianos Patricio Rivera y Fausto Herrera, enviados por el expresidente de ese país, Rafael Correa, que han recomendado abrir la economía y permitir la dolarización provisional.

Como consecuencia, los capitales han comenzado a fluir hacia el país, señala Rodrigo Naranjo, director de Venecapital, el primer banco de inversión venezolano, que se abrió en 2018, justo cuando comenzaron las reformas económicas. «Muchos inversionistas dicen que están listos para entrar en Venezuela», afirma. Por supuesto, lo hacen comprando empresas muy infravaloradas y con una perspectiva de muy corto o de muy largo plazo. Lo que sigue ahuyentando a los capitales que quieren quedarse en el país es la falta de seguridad jurídica, más allá de las garantías que Maduro da de palabra a los inversores. El rebote de la economía tras la pandemia sigue siendo raquítico si se compara con la de sus países vecinos (Colombia crecerá el13 % y Chile el 18 %). Pero Naranjo y Oliveros creen que el régimen de Maduro se verá obligado a acometer cada vez más reformas para garantizar algo de crecimiento económico. El próximo paso, y que el régimen se resiste a dar, es el de permitir los créditos en divisas.