Bernie Ecclestone, de un gran imperio a un gran fraude

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El multimillonario y fundador de la Fórmula Uno, al que se le atribuye una fortuna de 3.000 millones de euros, tendrá que pagar 653 millones de libras por impuestos no pagados en los últimos 18 años

22 oct 2023 . Actualizado a las 20:33 h.

Temido y admirado a partes iguales. En el ocaso de su vida, el magnate de la Fórmula 1 (Reino Unido, 1930), a sus 93 años, ha encontrado en la Justicia británica la horma de su zapato, vamos, que le ha dejado al descubierto las artimañas que tanto han caracterizado su manera de obrar durante décadas. Bernie Ecclestone no entrará en prisión, aunque pese sobre él una sentencia que lo condena a 17 meses de cárcel por fraude fiscal a la hacienda británica. A diferencia de otros procesos judiciales del pasado — algunos por soborno y corrupción— en los que llegó a declarar que nunca pagaría por su libertad, ahora en la etapa final de su vida su perspectiva es otra, al entonar el mea culpa y aceptar el abono de 653 millones de libras (749,5 millones de euros), resultantes de los impuestos no pagados en los últimos 18 años. No solo eludió sus obligaciones fiscales, sino que incluso mintió cuando fue interpelado por ello. Será por dinero. Al multimillonario se le atribuye una fortuna superior a los 3.000 millones de euros. Eso sí, a repartir entre sus cinco hijos, cuyas edades oscilan entre los 65 años de la mayor hasta el pequeño de pocos meses. Porque otra de las sonadas aficiones de Ecclestone es su querencia por pasearse con bellas, y mucho más jóvenes, modelos aunque, en ocasiones le hayan causado más de un quebradero de cabeza. Pero esa es harina de otro costal .

Ahora Ecclestone vive retirado con su joven esposa y su nuevo hijo, acudiendo a carreras y reuniéndose con allegados del circuito pero totalmente al margen de la Fórmula 1. No le ha resultado una decisión fácil para el que lo fuera todo en el mundo de la competición del automovilismo internacional, por él mismo creada y llevada a lo más alto. Nadie duda de que, pese a sus tejemanejes, el que fuera el jefe de la máxima categoría del deporte del motor forma parte de esa estirpe de emprendedores hechos a sí mismos que han tenido que ingeniárselas para salir adelante.

¡Y cómo lo ha hecho! Lo que ha tenido claro desde muy joven, casi desde niño, es su pasión por el motor. Armaba y desarmaba bicicletas, motores y máquinas viejas. Las estrecheces que la guerra le obligó a vivir le hicieron desarrollar su innato talento para los negocios a una edad muy temprana como pequeño experto del trueque y el intercambio. Antes de ir al colegio, repartía periódicos y con lo que ganaba compraba panes y bizcochos que luego revendería a sus compañeros de clase. También los empleaba para recompensar a sus amigos más robustos por defenderle de las burlas por su pequeña estatura.

Aquellas penurias ya nunca volverían a formar parte de su vida. El motor lo fue todo y también le dio todo. De correr en motocicletas a sumergirse en el negocio de la compra y venta de coches y de ahí a las carreras. Se diría que no destacó como gran piloto, aunque lo intentó, pero la adquisición de varios equipos supuso el punto de inflexión para amasar su enorme fortuna. De expiloto paso a agente y luego a propietario. Aún así el verdadero salto se produjo cuando decidió apostar por la comercialización de la F1 a través de los derechos de la televisión. Dueño y señor, nadie duda de que fue el artífice de darle la vuelta al mediático campeonato, eso sí, con sus luces y sus sombras. Sombras que, en otros ámbitos de su vida pública, se han convertido en auténticas perlas por su ligereza de boca.

Fíjense qué personaje. De Putin dijo que debería dirigir Europa, de Trump que le parecería fantástico como presidente de EE.UU. (antes de que accediera al cargo) y, como buen misógino, no dudó en afirmar: «No sé si una mujer sería físicamente capaz de pilotar un coche de F1 rápido, no se la tomaría en serio». Todo un personaje.