Para ir a la última, mejor un galgo

nacho blanco REDACCIÓN / LA VOZ

SOCIEDAD

Es una raza española, muy castigada por el abandono y el maltrato, y que ahora muchos, seducidos por la moda, han redescubierto

01 mar 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

El galgo tiene miles de años. Un perro de aspecto escuálido, todo nervio, con pinta de corredor de fondo -que lo es- y de una docilidad asombrosa. Los expertos creen que esta raza llegó de Egipto o de algún que otro punto de Oriente. Y se aclimató a la perfección a las mesetas hispanas, donde abundaba el conejo, al que le gusta perseguir. Los romanos dieron cuenta de su capacidad como auxiliar en la caza menor y, más adelante, la nobleza no dudó en adoptarlo como símbolo de estatus superior. Los monarcas retrataron sus batidas en las dehesas acompañados de una jauría de galgos.

Luego, vinieron las carreras profesionales, los canódromos y las apuestas, y apareció el negocio en torno al animal. Y esa fue su ruina. Muchos galgos fueron desechados por no dar la talla (ahorcados o apaleados), otros abandonados cuando la temporada de caza tocaba a su fin, y las protectoras se vieron desbordadas con miles de canes que nadie quería.

Mercado negro y sacrificios

Un galgo de pura cepa puede llegar a valer en el mercado 30.000 euros y los cacos también son un problema. Los emplean para peleas clandestinas o como tráfico ilegal por encargo. Las federaciones de galgos españolas y varias asociaciones contra el maltrato animal dicen que cada año se sustraen en el país unos 2.000 galgos. Además de los robos, algunos apuntan la escalofriante cifra que supera con creces los 10.000 perros de esta raza sacrificados de un tiro de escopeta, abandonados a su suerte o ahorcados, especialmente en febrero, cuando finaliza la época de caza. En España, principalmente en las dos Castillas, existen más de 500 clubes del galgo y casi dos centenares de miles de aficionados que cazan con este cánido.

Moda salvadora

Pero desde hace unos años la tendencia parece haber cambiado. Y la culpa la tiene el mundo de la moda. Este cánido es puramente español. Solo hay galgos aquí. Fuera del país, especialmente en Italia, Alemania y Gran Bretaña, los galgos son muy valorados, más que en España. Firmas de la moda como Trussardi se valen de estas mascotas como maniquíes de su línea de ropa. Incluso el prestigioso fotógrafo estadounidense William Wegman imortalizó ­-para la primavera/verano 2014 de Trussardi- a estos perros y los transformó en auténticos top model.

La conexión gallega

Pero estos canes, una de las razas más longevas de su especie, también tienen conexión gallega. La firma Bimba & Lola, de María y Uxía Domínguez, utilizan como logo de sus productos un galgo en plena carrera. El amor por estos animales fue el detonante para que las sobrinas del ourensano Adolfo Domínguez eligieran un símbolo que aúna velocidad y elegancia.

En los parques de las grandes urbes son cada vez más habituales las personas que pasean estilizados galgos. Los hay atigrados, negros, blancos y grises. Dependiendo de la tonalidad que muestra el pelaje los entendidos dan nota a su pedigrí. En el regreso y revalorización del galgo la influencia del textil ha sido fundamental. Incluso hay colectivos de defensa de estos animales que creen que en el bum de estos canes y en su supervivencia como raza han tenido mucho que ver las pasarelas. La demanda en las protectoras de estos tipos y de los podencos -que son los parientes más cercanos y parecidos morfológicamente a los galgos- se ha disparado. Las asociaciones protectoras hacen cada año una campaña para salvar a este animal con calendarios. En enero presentaron el del 2015 con la ayuda de caras conocidas.

Este perro, ayer tan denostado y maltratado en el interior de nuestras fronteras, también forma parte de la manida marca España. La moda ha visto su elegancia y el can nacional por excelencia ha tenido un respiro.