El bohemio de Portas que estudia las hierbas

María Hermida
maría hermida PONTEVEDRA / LA VOZ

AROUSA

RAMON LEIRO

Da cursos, conferencias y, sobre todo, disfruta indagando sobre las especies verdes del rural gallego

20 may 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Tenía quince años. Pero lo recuerda como si fuese ayer, aunque ya ha pasado la barrera de los cincuenta. Mientras ayudaba en la leira a sus padres, quizás con más resignación que ganas, Xosé Braulio Mondragón Abuín, vecino del lugar de Lantaño, en Portas, se fijó en algunas de las «malas herbas» que tanto trabajo costaba sachar. «Mirei para elas e, non sei por que, empecei a pensar que todas aquelas herbas que ninguén quería, e que eran de tantas variedades distintas, seguro que tiñan que servir para algo bo. E así foi como me empecei a interesar por elas e a mirar que usos se lles podían dar. Penso que sempre fun un pouco raro, ou un pouco bohemio, senón non me había fixar niso», explica él. Empezó ahí una vida dedicada a mirar con ojos distintos de los del común de los mortales el verde que crece en Galicia. Y la afición dura. De hecho, se ha convertido en su medio de vida.

Xosé Braulio, aunque le tiraba el asunto de la botánica, se matriculó en su día en la facultad de Filosofía compostelana. «Tiña que ir alí, a filosofía é o saber máis importante, non podía deixalo pasar», dice. No llegó a rematar sus estudios. «Non era para min, tivemos unha dialéctica entre eu mesmo e a carreira... era ela ou eu, e optei por min», señala con retranca. En esos años de universidad, lo que sí hizo fue leer y leer sobre hierbas. Descubrió al autor griego Dioscórides, considerado padre de la farmacología, y bebió todo lo que pudo de sus letras. De ahí saltó a las guías oficiales sobre hierbas, a escritos de Fray Martín Sarmiento o libros de padres franciscanos sobre el verde silvestre.

Volvió a Portas y decidió seguir explorando en aquel mundo en verde. Se dedicó algún tiempo a cultivar plantas. Y siempre siguió estudiando las hierbas. Hace algún tiempo empezó a pensar que esa afición suya quizás también le podría servir como medio laboral. Y en ello está. Se dedica a dar cursos, conferencias, a explicar todo lo que sabe en los colegios o a realizar exposiciones. Está dentro del programa de la Diputación Pontegal y, allá donde se lo piden, va con sus herbolarios y sus ganas de convencer al mundo de que «nas herbas que se desprezan, está o mellor».

Braulio es sincero. Lo primero que dice cuando se le pregunta por los usos que tienen especies tan comunes como silvas u ortigas es lo siguiente: «Antes de nada insistir que non se pode ir ao campo e empezar a coller herbas e tomalas ou usalas. Hai que saber o que se fai, porque hai especies velenosas e cuxo consumo pode ser mortal. Haino que dicir así para que quede moi clariño». Luego, se deja querer. Recita de memoria los nombres científicos de decenas de especies. Y cuenta algunos usos curiosos. Pongamos ejemplos. Habla de que masticar silvas ayuda a dejar de fumar, ya que provoca un efecto en la boca adverso al sabor del tabaco; de la verbena dice que fresca y preparada en infusión es idónea para el dolor de cabeza; los brotes nuevos de los pinos, aplicados directamente sobre la piel, asegura que son un remedio más que eficaz para la psoriasis; de las xestas, aunque asegura que las hay muy distintas, señala que sirven para curar heridas en la boca y, tomadas en infusión, frenan una diarrea; la menta poleo, indica, es idónea para las picaduras de pulgas... Y así puede estar horas.

«O mellor tirábase»

Lo cuenta todo con retranca, con pasajes cómicos de por medio o trufando anécdotas de romanos e hierbas sagradas o historias que escuchó de mayores en aldeas perdidas de Galicia. Su cháchara es amena. Solo se pone serio al hablar de las ortigas. ¿Por qué? Porque le da pena la historia reciente de Galicia:

«Mira que se pasou fame aquí e tiñamos a comida diante da porta. As estrugas teñen vitaminas, teñen ferro, son anianémicas... son moitísimo mellor que a verdura da horta que lle adoitamos botar ao caldo. ¡E pensar que non se empregaban, que pena dá!»

, señala el hombre.

Braulio pasea por un campo. Y se para con cada hierba. Coge un estalote, pronuncia su nombre latino, luego el popular y cuenta su historia. Mientras, accede a explicar qué hay más allá de sus hierbas. Es cantante, entre bajo y barítono. Canta en corales y una vez actuó con la Real Filharmonía de Galicia. También juega al fútbol todos los lunes. «¿Ves? Sonche algo bohemio», acaba diciendo.

«As ortigas son moitísimo mellores que a verdura que lle adoitamos botar ao caldo», señala