Gabriel García Márquez: Macondo, territorio caribeño de sublimación del realismo mágico

HÉCTOR J. PORTO REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

Ingrid García-Jonsson en «Hermosa Juventud», de Jaime Rosales y único filme español a competición en el Festival de Cannes.
Ingrid García-Jonsson en «Hermosa Juventud», de Jaime Rosales y único filme español a competición en el Festival de Cannes. Efe< / span>

El escritor toma el testigo de Asturias, Carpentier, Rulfo y Faulkner

18 abr 2014 . Actualizado a las 16:39 h.

A menudo se discute sobre el origen del realismo mágico, cuya paternidad se atribuye alegremente a Gabriel García Márquez. Si es cierto que el colombiano hace que esta lente literaria alcance la sublimación, también lo es que su génesis es anterior. Por este camino -lo real maravilloso, lo fantástico- los escritores de América latina superaron el naturalismo, el indigenismo, el costumbrismo, el regionalismo y otras excrecencias decimonónicas. A través de las claves del surrealismo, aprendidas en Europa, de André Breton, grandes innovadores como Miguel Ángel Asturias, Alejo Carpentier o Arturo Uslar Pietri dignificaron los universos mágicos y míticos de su patria Latinoamérica. Como ocurría en la obra de Juan Rulfo, lo onírico y lo real quedarán perfectamente integrados.

García Márquez atribuía a su abuela materna -de raíces gallegas, Tranquilina Iguarán Cotes- muchas de las historias sobrenaturales que le habían contado. Y cómo estas encajaban perfectamente en el relato normal, cotidiano. Quizá. El escritor colombiano afinó este mecanismo en que la literatura se sirve de la realidad para trascenderla, alcanzando el paradigma de ruptura con la dependencia de la realidad; eso sí, sin dejar de utilizarla. El conocimiento de las cosas, el análisis de la realidad, llegará a través de la imaginación. En particular, describirá ese mundo imaginario irreal ayudándose de las herramientas del periodismo, con una minuciosidad y una concreción que solo puede proceder del manejo maestro, en profundidad, del realismo, del naturalismo y del oficio de reportero.

En la propia imaginación del lenguaje, en su proverbial creatividad, reside su extraordinaria fuerza literaria, la que construirá una realidad nueva que reconcilia al hombre con el mundo, con sus vecinos, alejada de las tensiones urbanas, fabriles, de la degradación que comporta la tecnología. Definido el mecanismo, la óptica, falta definir el territorio. A imagen y semejanza de su admirado William Faulkner y su Yoknapatawpha, la primera novela de García Márquez en que aparece Macondo es La hojarasca, donde también presenta al coronel Aureliano Buendía. El territorio imaginario caribeño será decisivo en el desarrollo de su obra, que alcanza el cénit en Cien años de soledad -escrita en 1965 y 1966-, narración que consagra además el bum de la literatura hispanoamericana, época de gran esplendor marcada por esta visión imaginativa de la realidad.