Colin Arthur: «Los efectos digitales y los físicos deben convivir y complementarse»

Fernando Molezún A CORUÑA / LA VOZ

CULTURA

Colin Arthur con una de sus creaciones, el Comepiedras de «La historia interminable».
Colin Arthur con una de sus creaciones, el Comepiedras de «La historia interminable». César Quian< / span>

El creador del maestro Jedi Yoda recibe mañana un homenaje en A Coruña

27 oct 2014 . Actualizado a las 10:40 h.

Ha trabajado en clásicos del cine fantástico como 2001, Alien, La Guerra de las Galaxias, Furia de titanes o Conan y, ya en España, desde su estudio madrileño Dream Factory (ya cerrado), Abre los ojos y Hable con ella. Colin Arthur es una auténtica leyenda dentro del mundo de los efectos especiales y el maquillaje que recibirá mañana un homenaje dentro del Festival de Cinema Fantástico da Coruña. Con los 80 ya cumplidos, reconoce que tiene «más ganas de trabajar que nunca».

-Usted es el culpable de mi primera pesadilla recurrente. La imagen del torrente de sangre cayendo por el ascensor en El resplandor es de las que cuesta olvidar.

-¡Vaya, lo siento! [Ríe]. Pero bueno, eso significa que estaba bien hecho, ¿no? Nunca había visto mi trabajo desde esa perspectiva, la verdad. Aunque también hay que admitir que he dejado algunas imágenes maravillosas, de ensueño.

-Como La historia interminable, que es de sus favoritas.

-Creo que se mantiene muy bien, sobre todo si se la compara con otras películas de fantasía de la época, como El cristal oscuro o Dentro del laberinto. A estas el tiempo no las ha tratado muy bien. Pero hay una nueva generación viendo ahora La historia interminable.

-Pero usted ha trabajado en películas que se consideran obras maestras, como 2001.

-Yo venía del mundo de la escultura y utilicé esa experiencia para crear las máscaras de los monos. Esculpí los cráneos sobre las cabezas de los actores. Así que cada uno tenía su propia personalidad, sus rasgos diferenciados dependiendo de su raza, su complexión...

-¿Era tan duro trabajar con Stanley Kubrick como dicen?

-En 2001 era muy joven y arriesgó mucho. Estaba jugando con nuevas tecnologías y se rodeó de un equipo muy joven, creativo, con ánimo de investigar y aportar cosas nuevas. Eso sí, si alguien no funcionaba al máximo, si no había motivación, se iba a la calle directamente. Stanley pensaba como un empresario.

-¿Los efectos digitales suponen la muerte de los efectos físicos tradicionales?

-Lo perfecto es que convivan, se complementen. Por ejemplo, la sangre, que es algo muy complicado porque dependiendo de la luz puede parecer kétchup. Esa tonalidad se puede retocar digitalmente y el resultado es fantástico. Y mira Pixar cómo trabaja: contratan a escultores para hacer las maquetas en plastilina, porque saben que ahí el artista deja parte de su alma. Se nota. Hay algo que no se consigue con los ordenadores, al menos hasta que seamos capaces de conectar nuestros sesos directamente con la máquina. Sin embargo, los efectos de agua hechos digitalmente son insuperables.

-¿Hay alguna pregunta en la que le hubiera gustado trabajar?

-Quizá Greystoke... Y La Señora Doubtfire.

-¿La de Robin Williams? Sorprende su respuesta.

-¿Qué esperabas, Parque jurásico? [Ríe]. El trabajo de maquillaje sobre Robin Williams es prodigioso. Y poder trabajar con su gestualidad, un lujo y un reto mucho mayor que Parque Jurásico.