La escuela no es el talismán

| ARTURO MANEIRO |

OPINIÓN

04 may 2004 . Actualizado a las 07:00 h.

LOS NIÑOS deben aprender en la escuela, desde su más tierna infancia, la igualdad de trato entre hombres y mujeres para que se puedan solucionar los problemas de violencia de género, de violencia machista, para que no exista discriminación, para que los niños y las niñas se acostumbren a vivir junto y en armonía, sin imposiciones. Debe ser objeto de asignatura sobre la que se examinen y en la que los profesores pongan especial interés, según propone el Gobierno. Los niños deben aprender en la escuela a convivir con compañeros de otras razas, sin desconfianzas ante la diversidad cultural, religiosa, de usos y costumbres, para que se den cuenta de que no existe más que una raza formada por los humanos todos. Debe haber incluso una asignatura específica sobre esta materia sobre la que los docentes hagan especial énfasis. Es lo que propone el Gobierno Los niños deben aprender en la escuela las normas de tráfico, la mejor manera de conducir, utilizar el sentido común al volante, no ir a velocidad excesiva, respetar las limitaciones, respetar a los peatones, a no conducir cargados de alcohol o de drogas las madrugadas de los fines de semana. También debe ser una asignatura específica de la que se examinen o se les haga alguna evaluación. Es lo que pretende el Gobierno. Los niños deben tener muchas más clases de formación física en la Escuela y demás centros docentes para que se acostumbren a la vida sana, a la buena alimentación, que eviten los transgénicos, que no abusen del alcohol, que se acostumbres a diversiones sanas. Que se pueda tener una asignatura en serio sobre la materia. Es un objetivo del Gobierno. Es difícil no estar de acuerdo con estas propuestas, a primera vista. Sin embargo, todos estos objetivos plantean otros tantos interrogantes. Por ejemplo: ¿qué protagonismo les queda a las familias? Quién enseña estas materia a los enseñantes, o si se da por supuesto que todos los profesores están capacitados para resolver estos problemas sociales en sus aulas, o si los alumnos les van a hacer caso, o si los padres van a aceptarlo. El no menos problemático es si será necesario ampliar las plantillas de los centros docentes, o los mismos profesores deben ampliar su docencia a estas asignaturas. O si es lógico echar esta carga sobre los ya sufridos y desmoralizados profesores de primaria y secundaria. En todo caso, me da la impresión de que la escuela no es el talismán. Yo prefiero defender el protagonismo familiar, donde los niños y las niñas conviven y aprenden de sus padres a respetarse, a respetar a los demás, a convivir con todos, y no digamos en las familias multirraciales como las de mis amigos Fernando, Antonio o Rosario. Prefiero defender el protagonismo de los padres buenos conductores, los padres deportistas. Prefiero defender el protagonismo de las madres que enseñan a sus hijos varones a lavar, a fregar, a planchar y a cuidar a sus hermanas, sin que sea siempre al revés.