La chispa de Someso

OPINIÓN

12 abr 2005 . Actualizado a las 07:00 h.

EN EL INSTITUTO de Enseñanza Secundaria de Someso acaba de saltar una chispa que afecta a todo el sistema educativo español y vuelve a poner de relieve esos graves problemas del sector que nadie quiere tratar de forma directa. La agresión del pariente de un alumno al director de este centro de secundaria no es más que la manifestación externa de una crisis interna. Está claro que los padres o los familiares de los escolares no suelen hacer este tipo de agresiones, por lo tanto, este no es el problema real. Con motivo de este caso se han producido muchas declaraciones de asociaciones de padres, de instituciones, incluso ha salido a la luz un informe sobre los alumnos sancionados oficialmente por las autoridades académicas. Se han pedido más medios, más actividades extraescolares para que los estudiantes estén más ocupados en los centros. En definitiva, se pide más presupuesto, más atención, más profesores. Pero creo que tampoco es este el problema. El problema real quedaba expuesto claramente en declaraciones espontáneas de los profesores del IES de Someso. Más que declaraciones podrían denominarse llamamientos dramáticos para que se solucione el problema en sus raíces. Y esto es precisamente lo que eleva a categoría general o a principio educativo el incidente de Someso. Y es que estos profesores reclamaban más implicación de los padres en la educación de los hijos. Pedían que los padres no desautoricen la labor de los profesores en las aulas. Si ellos son desautorizados por la familia de los alumnos, los jóvenes estudiantes se sienten fuertes e incluso desafiantes con sus profesores. Pueden incluso imponer su ley en las aulas, en perjuicio de los compañeros más débiles o indefensos. También se impide que avances en sus conocimientos los alumnos más esforzados. Era una dramática llamada a lograr un mínimo de disciplina en las aulas. Aseguraban los profesores de Someso, y lo mismo podrían decir los de cualquier otro instituto, que no se puede dejar toda la educación sólo en manos de los profesores, que ellos no pueden hacer milagros. No es por tanto un problema de más recursos económicos, sino la necesidad de un cambio de actitud de los padres con los profesores de sus hijos; la necesidad de mayor implicación de los padres en los centros educativos; de mayor preocupación y ocupación en los contenidos de las materias que se les enseña; la necesidad de conocer mejor a los hijos.