Gyenes retrata a España

Ramón Irigoyen
Ramón Irigoyen AL DÍA

OPINIÓN

02 oct 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

Usted conoce, aunque quizá no lo sepa, al genial fotógrafo János Gyenes -pronúnciese ?Yenes?-, nacido en Kaposvár (Hungría) en 1912. El próximo 21 de octubre se cumple el centenario de su nacimiento. En 1940 Gyenes llegó a Madrid y se enamoró de España, país en el que se quedó a vivir y en el que, tras cincuenta y cinco años de residencia y brillantísima profesión, falleció en 1995. Y usted conoce el arte de Gyenes porque es muy difícil que, en alguna ocasión, no haya visto la foto de los reyes de España, tomada en 1976 y que, desde entonces, y hasta el 2007, ha sido su imagen oficial en colegios, oficinas gubernamentales, instituciones varias, y quien sabe si incluso en carnicerías y ferreterías devotas de la monarquía, o clubes de alterne en los que se considera que el sexo, como los monarcas del mundo entero, es también de origen divino.

Gyenes retrató a media España. En 1948 abrió su estudio fotográfico en la madrileña calle de Isabel la Católica, pegada a la Gran Vía. Y por aquel estudio pasaron desde niños vestidos de marinero, que acababan de hacer la primera comunión, a la aristocracia, burguesía y mundo de la política, de las artes y del espectáculo. Y, entre los miles de españoles a los que fotografió, también fue el autor de la foto de Francisco Franco que, plasmada después en sellos de los más variados precios en pesetas y céntimos, circuló, literalmente, en millones de copias por España y también viajó por el mundo entero.

La Biblioteca Nacional de España, en el tricentenario de su fundación, le ha dedicado una exposición, abierta hasta el 18 de noviembre, que acoge una extraordinaria antología. El comisario de la exposición, Fernando Olmeda, es el autor de la recomendabilísima biografía de Gyenes, El fotógrafo del optimismo. Gyenes es el autor de esta maravillosa frase: «¡Qué fácil es retratar a un tuerto y que parezca un tuerto! Yo aprendí la libertad de crear y de enseñar cómo regalar optimismo. ¿Cómo? Es muy sencillo: retratar al tuerto en su perfil bueno». Fue un fotógrafo de arte supremo con reconocimiento internacional, fue un trabajador incansable, dio cientos de lecciones de amabilidad y, además, siempre luchó por el reconocimiento de su firma en una profesión a la que le piratean fotos incluso los santos.