Un saldo fiscal evidente

Xaquín Álvarez Corbacho
Xaquín Álvarez Corbacho LÍNEA ABIERTA

OPINIÓN

19 jun 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

En el siglo XIX los partidos liberales defendían el progreso, el Estado constitucional y una modernización del país inspirada en la Ilustración y en el desarrollo de un capitalismo incipiente. Luchaban contra la pervivencia del Antiguo Régimen, donde la monarquía, la nobleza y la Iglesia acumulaban, prácticamente, toda la riqueza y el poder. El resto eran artesanos, labradores y siervos de la gleba, todos esclavizados por los estamentos mencionados.

Pero desde el último tercio del siglo XX los partidos neoliberales son ya otra cosa. Ahora su idea de progreso está anclada en el ámbito conservador y defienden sus intereses de forma radical. Para los neoliberales el Estado es hoy un Leviatán devorador de la iniciativa privada y de las libertades políticas. Su expansión -añaden- se hace siempre a costa del sector privado, ignorando así los avances sociales y el proceso civilizatorio desarrollado por el sector público. Desde la regulación de las condiciones de trabajo, verdadera conquista de los trabajadores para salir de la esclavitud, hasta la construcción de un Estado de bienestar en el que la redistribución de rentas vía prestaciones y servicios básicos proporcionaron un avance social incuestionable.

Pero el neoliberalismo tiene hoy posición dominante en la política, las universidades y los medios de comunicación. Sus fieles están convencidos de que el mercado es principio y fin de todas las cosas. Asigna los recursos de forma eficiente, redistribuye rentas con justicia y estabiliza mejor que nadie la economía. El mercado es un fenómeno, solo falla cuando se introducen cuerpos extraños en sus engranajes. Esas turbulencias se generan cuando los sindicatos y la socialdemocracia, que son unos malandrines, enturbian el buen hacer del sistema.

¿Crece el sector público a costa de la actividad privada? No, es al revés. Crece el sector privado por impulso y protección del sector público. Veamos. El sector público administra en España el 40 % del PIB. El resto lo gestiona la actividad privada. Pero el sector público devuelve prácticamente todos sus recursos al sector privado por dos vías distintas. La primera se fundamenta en la contraprestación y afecta a casi todos los capítulos del presupuesto de gastos. Crecen así el consumo y la inversión, se devuelve la carga financiera de la deuda pública y se transfieren rentas a pensionistas y parados que también aumentan el consumo del país. La segunda vía es incentivadora y sin contraprestación. Las empresas reciben subvenciones, desgravaciones fiscales, infraestructuras, el fruto de la educación, la investigación y la sanidad, etcétera). El saldo final entre estos ingresos y gastos es rotundo y favorable a las empresas. El quejío de la patronal no se justifica. Lo saben muy bien todos los asalariados.