Estudiantes: ¡que Bolonia os coja confesados!

Roberto Blanco Valdés
Roberto L. Blanco Valdés EL OJO PÚBLICO

OPINIÓN

27 jul 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Bien: el monumental cataclismo provocado por el llamado Plan Bolonia en nuestro sistema universitario va camino de su culminación definitiva: alcanzar todo lo contrario de lo que con él se perseguía. El Ministro Wert, que debe odiar a la Universidad por algún motivo oscuro, plantea ahora otro cambio que a nadie debería dejar indiferente y, menos que a nadie, a nuestros estudiantes universitarios de hoy o del futuro: que el período para la obtención del grado se reduzca (de cuatro años a tres) y se duplique (de un año a dos) el tiempo necesarios para la obtención del título de máster. Es lo que en Italia se llamó en su día el «tre più due», objeto allí de críticas durísimas, como, por ejemplo, las contenidas en un libro colectivo cuyo título no puede ser más expresivo: «Tre più due uguale zero» (Garzanti Libri, 2004).

La verdad no es para menos, pues la nueva idea brillante del Ministro de Demolición, tendrá, de salir adelante, entre otras, tres consecuencias desastrosas.

Primera, que los títulos de grado se devaluarán hasta no servir absolutamente para nada, pues, en un país con cientos de miles de universitarios en paro nadie contratará a un graduado de tres años teniendo donde elegir entre antiguos licenciados, graduados de cuatro años y nuevos masters.

El problema se agravará si, como ha adelantado el Ministro, las Universidades pueden decidir si implantan grados de tres o cuatro años, lo que provocará una disparidad territorial que será ya, no les quepa duda, el acabose. Segunda, que la obtención del nuevo grado se convertiría, pese a su nula validez en el mercado, en una meta más difícil cada día de alcanzar, pues nada hay que permita suponer que no vaya a ocurrir con la reducción de cuatro a tres lo ya sucedido con la reducción de cinco a cuatro: que los universitarios deben aprender lo mismo en menos tiempo, lo que convierte sus estudios en una auténtica tortura.

Todo se estudia atropelladamente, lo que da a lugar a que velozmente se olvide casi todo. La tercera consecuencia no es menos relevante: mientras que el grado es un elemento de notable igualación social, el master (que hay que pagar a precios que varían de un modo extraordinario) será todo lo contrario: un filtro económico, que favorecerá a los estudiantes de familias con dinero, y perjudicará a aquellos cuyas familias no lo tengan.

La política universitaria -la de Wert y la de sus predecesores- ha convertido a nuestros estudiantes de la enseñanza superior en unas desvalidas cobayas, que están al albur de los caprichos y ocurrencias de Ministros y Gobiernos.

Todos quieren dejar su huella, y ¡vive Dios que lo consiguen!: la marca queda bien visible en los esfuerzos, ilusiones y proyectos de un estudiantado que no se merece tanta impericia, tanta frivolidad y tanta estupidez.