De horca y cuchillo

Ramón Pernas
Ramón Pernas NORDÉS

OPINIÓN

23 ago 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Asistimos estupefactos e impotentes, a las noticias de los informativos que dan cuenta en este liviano agosto de cómo los señores de horca y cuchillo, los que desde la tecnología más sofisticada, desde los aluviones noticiosos de las redes sociales, reivindican con sangre el lado más oscuro de la oscura Edad Media que parece haberse instalado en una radical formulación de la sharia, del Islam más ortodoxo, radical, incivil y paranoide.

El privilegiado territorio donde los ríos Tigris y Éufrates dibujaron las feraces fronteras de un país que no tiene límites, donde la nación de los árabes convivió durante siglos con la tierra de los persas, donde Babilonia nos inunda de posibilidades literarias, ahí se ensaya la ceremonia tribal de la muerte, de la vesania, de la persecución a quienes no acatan la fe del profeta.

A horca y cuchillo, con daga y puñal se ejecutan a las minorías numerosas de cristianos caldeos y drusos, a los miles de yazidíes, acusados de profesar la adoración al ángel caído, que abandonando pueblos y ciudades, huyen con lo puesto a las montañas donde son incapaces, los niños y los ancianos, de soportar temperaturas que superan los cincuenta grados; a los chabaq2uíes, minoría de las minorías.

Mueren defendiendo su fe, que en muchos casos es la nuestra, mártires contemporáneos que desaparecen por su dios a manos de quien los asesina, invocando el nombre de Alá.

En Mosul crucificaron públicamente a niños y adolescentes cristianos, decapitaron a prisioneros acusados de infieles al califato y a sus normas, degollaron con maestría antigua aprendida en viejos manuales a quienes consideraron enemigos del Islam, de la interpretación de un arcaico legado coránico. Tuvo que ser la ejecución televisada de un periodista norteamericano prisionero de esta horda criminal, la que movilizara la conciencia colectiva de Occidente, la que conmovió la cómoda aceptación de los asesinatos masivos, la que renovó la lucha antiterrorista que en Occidente se había relajado.

Obama y Cameron suspendieron su ocio vacacional y despertamos tímidamente de la siesta de agosto.

No me importa, no me interesa apuntalar las dosis de manipulación informativa. Desde mi placidez de ciudadano del Occidente cristiano, tengo nítidamente claro quienes somos los buenos y quienes son los malos. No sé si en nuestra responsabilidad no tenemos gran parte de la culpa de que esto ocurra. Que esté ocurriendo. Sospecho que sí.

Escribo en Román paladino, escribo desde la información básica de un ciudadano lector de diarios, oyente de radios, telespectador que ve críticamente el televisor, que sigue con escepticismo las redes sociales. No me hace falta más para convertir estas líneas en un grito de denuncia contra quienes han rehabilitado a los viejos señores de horca y cuchillo.