Gitanos

Francisco Ríos Álvarez
Francisco Ríos LA MIRADA EN LA LENGUA

OPINIÓN

22 nov 2014 . Actualizado a las 05:00 h.

A principios de este mes, un entrenador de fútbol le gritó durante un partido a un jugador del equipo contrario: «No seas gitano». Fue su respuesta a un balonazo del futbolista dirigido al banquillo de sus adversarios. El incidente culminó con conmoción, expulsión del técnico y disculpas: «No era mi intención faltar al respeto, sino que fue producto de la tensión del partido».

En el ambiente futbolero fue mayoritaria la impresión de que la víctima del episodio había sido el jugador. Desde otra perspectiva, más lastimados salieron los integrantes de la etnia cuyo nombre se había empleado como insulto. En aquel «No seas gitano», gitano se empleó con el significado de «trapacero» (el que con astucias, falsedades y mentiras procura engañar a alguien en un asunto).

La presencia de esa acepción en la última edición del Diccionario ha provocado protestas de algunos colectivos gitanos, como la Asociación de Gitanas Feministas por la Diversidad. Varias de sus integrantes acudieron a la sede de la Academia en demanda de respeto para su pueblo. Aunque para dura, la definición de gitano que dio la primera edición del Diccionario, en 1734: «Cierta classe de gentes, que afectando ser de Egipto, en ninguna parte tienen domicilio, y andan siempre vagueando. Engañan a los incáutos, diciéndoles la buena ventúra por las rayas de las manos y la phisonomía del rostro, haciéndoles creer mil patrañas y embustes. Su trato es vender y trocar borricos y otras béstias, y a vueltas de todo esto hurtar con grande arte y sutileza».

Mucho se ha andado desde entonces en la consideración social y el respeto a los gitanos. Se percibe en el cuidado que los medios de comunicación intentan tener -no siempre con éxito- con las noticias sobre personas de esa etnia. Vetan las expresiones despectivas y alguno llega incluso a dar esta instrucción: «Nunca [podrá hablarse] de que el protagonista de una información es gitano si ello no aporta un dato sin el cual perdería sentido la noticia».

La solución a los problemas de los gitanos con el Diccionario no va a llegar por la supresión de las definiciones incómodas, sino por algún tipo de marca que subraye que esas expresiones significan menosprecio. La Academia explica que estas y otras acepciones y palabras que le piden que suprima del DRAE «han estado hasta hace poco, o siguen estando vigentes en la comunidad social. Al plasmarlos en el Diccionario, el lexicógrafo está haciendo un ejercicio de veracidad; está reflejando unos usos lingüísticos efectivos, pero no está incitando a nadie a ninguna descalificación».

Lo que es seguro es que aunque la RAE suprimiese del papel la información que da, personajes como el entrenador de más arriba seguirían expresándose así.